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Temer a Dios es vivir en verdad

"Pero os enseñaré a quién debéis temer: temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed" (Lucas 12:5 RVR1960).

Temer a Dios no paraliza, libera. Nos alinea con la eternidad.

Jesús no deja el tema en el aire. Él dice con firmeza: “os enseñaré a quién debéis temer”. No es una amenaza, es una revelación. El verdadero temor no es a los hombres, sino a Dios. No un miedo servil, sino un temor reverente y sano, que nos coloca en humildad ante Aquel que es justo, santo y eterno.

Temer a Dios significa vivir con conciencia de su presencia, su autoridad y su juicio justo. No es vivir atemorizados, sino alineados con la verdad. Nos ayuda a distinguir lo urgente de lo eterno, lo popular de lo correcto, lo superficial de lo esencial.

Cuando perdemos el temor de Dios, nos volvemos vulnerables a los temores falsos. Pero cuando Él ocupa el centro, los demás miedos se desvanecen. La reverencia por Dios produce carácter firme, decisiones valientes y una vida con propósito.

Y sí, Jesús menciona el infierno. No como chantaje, sino como advertencia real. Dios es amor, pero también es justicia. Temámosle, porque nuestra vida le pertenece, y es delante de Él donde rendiremos cuentas.

¿Estás viviendo con temor a los hombres o con reverencia y obediencia al Dios que ve y pesa el corazón?