Refugio en Medio Del TemorMuestra

Sabemos que, el miedo a la deportación es una sombra constante para muchos migrantes. Es más que una preocupación legal: es el temor de ser separados de los hijos, de perder lo construido con esfuerzo, de caer en manos de un sistema que no entiende tu historia. En medio de esta angustia, ¿dónde hallar refugio? El salmista, en medio de sus propias crisis, declara algo profundo: Dios es nuestro amparo. No como una idea teológica lejana, sino como una realidad vivida.

Pero las Escrituras nos recuerdan que; “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1 RVR1960).

Este salmo fue escrito en un tiempo de conflicto, posiblemente una amenaza militar o una catástrofe nacional. El pueblo temblaba ante la incertidumbre, como muchos hoy tiemblan cuando escuchan hablar de las autoridades migratorias, o ven un operativo policial. Pero el autor del Salmo 46 afirma que no temerá, aun cuando la tierra sea removida. La pregunta es, ¿cómo es posible eso?

La respuesta está en quién es Dios. Él no es un espectador pasivo de nuestra angustia. Es nuestro refugio —una palabra que evoca una cueva segura, un escondite, un lugar donde el enemigo no puede tocarte. Es también fortaleza, es decir, nuestra fuerza en el día de batalla. Y lo más hermoso: es nuestro pronto auxilio, es decir, no llega tarde. Dios está presente justo cuando el miedo nos paraliza.

Hoy, muchos migrantes viven escondidos —no solo físicamente, sino emocionalmente—, cargando con ansiedad, frustración, y muchas veces, desesperanza. Pero la Escritura dice que hay un refugio más profundo que las paredes: la presencia misma de Dios.

Sabemos que el miedo es real, pero más real aún es la presencia de un Dios que no abandona (Heb. 13:5). Recuerda, aunque los sistemas humanos fallen, Dios permanece fiel. Y aunque no siempre entendamos sus caminos, sí podemos descansar en su carácter: Él es justo, compasivo y cercano.

Haz hoy, querido lector, refugio en Dios. Tómate unos minutos para orar y entregarle a Dios tus temores. Dile exactamente qué te asusta. Llora si es necesario. Después, abre tu Biblia en el Salmo 46 y léelo en voz alta como una declaración personal. Anótalo y llévalo contigo. Dios está contigo. No estás solo. Haz del Señor tu escondite seguro hoy.