Dios Me VeMuestra

“El Señor ha oído tu clamor de angustia”
(Génesis 16:11)

Hay momentos en la vida en los que no existen palabras suficientes para expresar el dolor que llevamos en el corazón. Las palabras se quedan cortas, y lo único que brota de nosotros son suspiros cargados de una esperanza que parece vana o demasiado lejana. La mente se ve bombardeada por pensamientos de confusión, temor e incertidumbre. A veces, apenas encontramos aliento para describir lo que estamos viviendo.

Pero, lo maravilloso es esto: aun cuando no tenemos palabras, y aunque nuestra devoción se haya debilitado por la angustia, Dios, en Su compasión y misericordia, inclina Su oído y escucha nuestro clamor.

Eso es exactamente lo que vemos en la historia de Agar. Su corazón estaba herido. La Biblia no registra una oración verbal de su parte; solo sabemos que huía. Pero esa huida —ese gemido sin palabras— se convirtió en una oración que fue escuchada por Dios. El clamor de su corazón fue interpretado por el Espíritu, quien intercede por nosotros aun cuando no sabemos cómo orar.

Viene a mi mente también la historia de los dos malhechores crucificados junto a Jesús. Mientras uno lo insultaba, el otro, quebrantado por su pecado y lleno de vergüenza, le pidió solo una cosa: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42, LBLA).

Puedo imaginar la mirada dulce de Jesús fijada en ese hombre. Conmovido en misericordia, escuchó el clamor de su angustia. Jesús no ignoró sus palabras, ni rechazó su arrepentimiento. Al contrario, lo consoló y le aseguró con firmeza: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23:43, NBLA)

¿Cómo explicar que el Señor oyó su clamor de angustia?

La única respuesta es esta: Dios es un Dios lleno de amor y compasión. Él ve lo que otros no ven, escucha lo que otros no oyen, y responde de manera perfecta. Aunque estemos en lo más bajo, cuando parece no haber salida ni consuelo, Dios no nos ignora. Él escucha, responde, y nos da exactamente lo que necesitamos en el momento preciso.

Si te das cuenta, ninguno de estos dos personajes bíblicos tenía una relación previa con Dios antes de su encuentro con el Ángel de Jehová o con Jesús —Dios encarnado. No eran líderes espirituales ni tenían una trayectoria ministerial. Eran simplemente personas desesperadas, necesitadas de un Salvador que tocara sus corazones y cambiara el rumbo de sus vidas.

Medita en esto:

Dios no necesita palabras elaboradas para escucharte. A veces, tu dolor más profundo, tus lágrimas o incluso tu silencio pueden convertirse en una oración que llega al cielo. Así como escuchó a Agar en su huida y al ladrón arrepentido en la cruz, Dios también escucha tu clamor, incluso cuando no puedes ponerlo en palabras. Su oído no está cerrado a tu angustia, y su corazón siempre está dispuesto a responder con misericordia.

Pregunta para reflexionar

¿Estás pasando por un momento en el que sientes que no tienes fuerzas ni palabras para orar?

Recuerda: Dios no necesita que hables perfectamente, solo que te acerques. ¿Qué pasaría si hoy simplemente le entregas tu silencio y tu corazón?