Dios Me VeMuestra

¿De dónde vienes y hacia dónde vas?

(Génesis 16:8)

Las aflicciones de la vida y las constantes pruebas muchas veces nos llevan a tomar malas decisiones, especialmente cuando actuamos bajo presión en lugar de guiarnos por la voluntad de Dios. La realidad es que todos enfrentamos momentos difíciles, y me atrevo a decir que, en algunas ocasiones, esas situaciones incluso son injustas. Injustas porque, tal vez, el dolor que experimentamos hoy es el resultado de decisiones que otros tomaron, no nosotros.

Esto fue precisamente lo que le ocurrió a una mujer en tiempos antiguos. Una mujer que no suele ser el centro de la historia. De hecho, se encuentra al margen, y con frecuencia pasamos por alto la profunda enseñanza que su vida nos ofrece. Su nombre era Agar, la sierva egipcia de Saraí. Sin tener voz ni elección, fue entregada a Abram para convertirse en su mujer y así darle un hijo a su ama.

Al quedar embarazada, la actitud de Agar provocó que Saraí la tratara con dureza, tanto que, en su desesperación, Agar prefirió huir antes que permanecer en ese lugar. Sin embargo, al hacerlo, terminó en una situación aún más difícil: pasó de ser esclava a estar completamente sola en el desierto. Me imagino que se sintió desamparada, triste, angustiada, y quizás llena de enojo y desprecio, pensando que todo había llegado a su fin.

Pero fue precisamente allí, en ese desierto, donde tuvo un encuentro divino. El Ángel de Jehová se le apareció y le hizo una pregunta: “¿De dónde vienes y hacia dónde vas?” (Génesis 16:8). Este no era cualquier ángel; muchos estudiosos coinciden en que fue una manifestación del mismo Jesús antes de su encarnación, presentándose ante una mujer que creía haberlo perdido todo.

Agar huía, posiblemente tratando de regresar a Egipto, su tierra natal. Pero el Ángel del Señor la detuvo con esa pregunta porque quería que ella reflexionara sobre su camino. Estaba abandonando el lugar donde Dios —el cual en este caso específico— le pedía que regresara, porque aún había un propósito que cumplir en esa etapa de su vida.

No siempre entendemos por qué Dios nos permite permanecer en ciertos lugares de prueba o dolor. Sin embargo, no podemos huir del proceso divino. Escapar sería negarnos a lo que Él quiere formar en nosotros. Aunque parezca una locura en el momento, al final será bendición.

La presencia del Ángel de Jehová con Agar nos muestra una verdad profunda: Dios está cerca de los quebrantados de corazón (Salmo 34:18).

Aunque cometamos errores, o seamos tratados injustamente, Dios no nos abandona. Él permite que atravesemos desiertos, no para destruirnos, sino para encontrarnos allí, hablarnos con ternura, consolarnos, y recordarnos que no estamos solos.

Incluso cuando lo que hacemos parece insignificante a los ojos de otros, Dios nos ve. Y no solo nos ve… Él aún tiene planes para nuestra vida.

Medita en esto:

A veces huimos de situaciones difíciles creyendo que alejarnos será la solución, pero olvidamos que Dios también habita en el desierto. Él no nos busca cuando ya tenemos todo resuelto; nos encuentra en medio del quebranto, cuando pensamos que no hay salida. Así como hizo con Agar, Dios nos pregunta:“¿De dónde vienes y hacia dónde vas?”, no porque no sepa la respuesta, sino porque quiere que detengamos la huida y descubramos que aún en medio del dolor, Él sigue escribiendo nuestra historia.

Pregunta para reflexionar:
¿Estás huyendo de algo que Dios quiere usar para cumplir Su propósito en tu vida?