¿Hay Esperanza Para Mi Matrimonio? Una Razón Perfecta Para Permanecer JuntosMuestra

Él dijo: “¡Sí!”

Cuando mi esposo era pastor, con frecuencia nos reuníamos con parejas jóvenes para impartir asesoramiento prematrimonial. Guapos y hermosas, con risas alegres y ojos brillantes, adornaban nuestra sala de estar. Fue un gran regalo ser parte de esos días especiales mientras planificaban sus bodas. En algún momento, durante nuestras sesiones, mi esposo le preguntó a cada hombre: “¿Estás dispuesto a amarla como Cristo ama a la Iglesia, dando tu vida por ella?" El joven apuesto, con una lágrima en el ojo, miraba a la belleza de cabello negro azabache que le sonreía, y respondía con confianza: “¡Sí!"

En realidad, no podía saber a qué se estaba comprometiendo. Rara vez las parejas jóvenes saben lo que les espera cuando se comprometen el uno con el otro el día de su boda. Sé que mi esposo y yo no lo sabíamos.

Un día tuvimos una sesión con una pareja mayor; habían estado casados ​​durante 25 años y estaban en problemas, apenas se miraban, pero habían avanzado mucho en su lucha por amarse. En un momento de la sesión, mi marido preguntó: “¿Estás dispuesto a amarla como Cristo amó a la Iglesia, entregando tu vida por ella?”.

Nunca olvidaré la escena. El esposo de cabello gris que le cubría las sienes… Ella tenía una dureza que sólo años de dificultades pueden cultivar en una mujer. Se estaba ablandando, pero años de sarcasmo habían dejado arrugas donde no debía haberlas, no era la joven belleza con la que él se había casado, pero la miró mientras las lágrimas corrían por su rostro, entrecortadas por sollozos. “¡Sí!”, declaró con firmeza.

Todavía siento la humildad de ese momento que sólo Dios pudo haber orquestado. En la debilidad de su carne y la fuerza de Jesús… él dijo “sí”.

Algo milagroso sucede cuando un hombre decide amar a su esposa de esa manera. Los días que siguieron no fueron fáciles para esta pareja, pero habían vislumbrado un poco de ese amor y sacrificio trinitario que los fortaleció para hacer lo imposible. No había ninguna buena razón para que permanecieran juntos, mucho menos para que florecieran en un amor que le devolviera la sonrisa perdida en muchos años difíciles de matrimonio, pero lo hicieron, porque Dios está comprometido con el amor del pacto dentro de Su Iglesia.