Un Dios Cercano

Puedes pasar tu vida, escuchando de Dios, pero no lo conocerás hasta que tú empieces a escucharlo a él. Es entonces cuando tu vida de adoración cambiará.

¿Recuerdas la historia del profeta Samuel? Fue un hijo super deseado, su madre Ana hasta pasó por borracha, cuando un día en el templo estaba orando y el sacerdote Elí la vio y la reprendió diciéndole, hasta cuándo estarás ebria. Bueno ese día, el clamor de Ana fue escuchado. Y en respuesta rindió lo más preciado delante del Señor, o sea, adoró a Dios y le consagró a Samuel para que le sirviera todos los días de su vida.

Samuel creció en el templo sirviendo a Dios, sin embargo, ese Dios que era de alguna forma lejano para él, pues nunca lo había escuchado. Un día lo llamó por su nombre, no una vez, para que pensara que había sido Elí, sino tres veces, hasta que supiera que Dios había dicho su nombre. Y de ahí en adelante pudiera reconocer su voz cuando él le hablara.

Pensarás, claro, si alguien vive sirviendo a Dios día y noche por supuesto que él tiene que acercarse. Yo no puedo vivir dentro de la iglesia y estar de cabeza en los ministerios, para que Dios me hable así. Desde luego que no puedes, al no ser que tengas un llamado de tiempo exclusivo, pero lo que sí puedes es, adorar a Dios en todo tiempo. Ya sabes cómo. En sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No son tus obras las que atraen a Dios, aunque como hijos tenemos tareas que cumplir para que su Reino sea extendido aquí en la tierra, más bien, es nuestro corazón el que atrae a Dios por así decirlo, es lo que mira y lo que lo acerca. Con un corazón rendido, nos acercamos a él y él se acerca a nosotros.

Dios no es un Dios lejano, nuestro Dios es un Dios cercano atento a nuestro clamor sea cual sea nuestra situación. Él es el Dios que nos ve.

Para meditar:

¿Qué cosas aún no le has rendido a Dios?

Ora al Señor, que te revele lo que tu corazón aún no ha soltado, y te enseñe a escuchar su voz.