Un Amor Restaurador

Otra de las maneras en que Dios muestra su amor puro y genuino hacia nosotros es su capacidad para restaurar nuestras vidas. No importa cuán sumergidos hayamos estado en el pecado, la depresión, el dolor o la amargura; siempre que tenemos un encuentro con Él y vamos a la cruz valorando el sacrificio de su Hijo Jesús, nos recibe con los brazos abiertos y comienza la obra restauradora en nosotros.

No nos deja como estamos ni permite que nuestra condición siga siendo la misma después de un encuentro con Él. Al contrario, empieza a trabajar en nosotros a través del Espíritu Santo, siempre y cuando se lo permitamos. Ese es el valor del sacrificio de Cristo, pues es por medio de ese sacrificio que podemos tener acceso al Padre para que nuestras vidas sean transformadas.

Puede que en este momento te encuentres en una situación de la que pienses que no podrás salir o que hayas cometido una falta que, ante los hombres, parezca imperdonable. Sin embargo, Dios, que es el único perfecto, diseñó un plan de salvación desde antes de que fueras formado para que tú y yo pudiéramos volver a su presencia. Para ello, se desprendió de su único Hijo.

Es cierto, tú y yo no podemos, por nuestra propia cuenta, salir del hoyo en el que podemos estar, sin importar la razón. Pero el poder de la sangre de Cristo nos limpia, nos restaura y nos hace aceptos nuevamente ante el Padre, quien olvida nuestras transgresiones y nos da nueva vida en Él.

Es en sus manos, y en ningún otro lugar, donde podemos ser restaurados por completo de cualquier condición y volver a la identidad con la que fuimos diseñados: la identidad de más que vencedores, reyes y sacerdotes, nación santa, pueblo adquirido por Dios, hijos del Dios Todopoderoso y amoroso, quien desea tener una relación constante y cercana con su creación.

Hoy acércate con confianza a la cruz y recuerda que ya hubo un sacrificio capaz de cambiar tu historia y sacar de ti todo lo que el Padre depositó desde la eternidad para que seas instrumento de gloria en sus manos.