Devocional Juvenil Experiencia de Adoración de 40 DíasMuestra

Ayer consideramos el poder del diálogo interno. Para muchos de nosotros, una de las voces más fuertes en nuestra mente es la preocupación. Tenemos pensamientos ansiosos y llenos de temor que afectan cómo nos presentamos en el mundo.

Una forma en que combato la ansiedad es repitiéndome a mí mismo: “No me preocupo. ¡Oro!”. Es una declaración sencilla que me recuerda no perderme en mi propia mente, sino enfocarme en Dios, lo que me ayuda a detener los pensamientos negativos antes de que ocupen demasiada atención.

La preocupación tiende a alejar tu enfoque de Dios, mientras que la oración te acerca a Él. A través de la oración, reconoces que Él está contigo, que se preocupa por ti y que te ayudará.

La oración consiste en transformar tus preocupaciones y temores en peticiones que le haces a Dios. Muchas veces, después de orar, necesitarás tomar acción para abordar lo que te preocupa. Pero si comienzas con la oración, tendrás una mente más clara, un corazón más tranquilo y el beneficio de las ideas y creatividad que Dios te da.

La Biblia habla de orar con acción de gracias (Filipenses 4:6–7). En la oración, no solo le cuentas a Dios tus necesidades; también le expresas gratitud por las bendiciones que has recibido. La gratitud tiene el poder de cambiar tu perspectiva y llenar tu mente y emociones de positividad.

Dios es tu fuente de sabiduría, consuelo y guía. Así que no empieces con preocupación. Empieza con oración. Di: “No me preocupo. ¡Oro!”. Y luego, con acción de gracias, hazle saber tus peticiones a Dios, permitiéndole reemplazar la preocupación con paz.

Reflexiona

Cuando las preocupaciones se acumulan, ¿qué sueles hacer? ¿Qué preocupaciones necesitas entregar a Dios el día de hoy?