Lectura Con El Pueblo De Dios 8: La PazMuestra

Juan 20:19-21

Cuando llegó la noche de aquel día, el primer día de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús y se puso en medio de ellos, y les dijo: “Paz a vosotros”. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se alegraron viendo al Señor (Juan 20:19-21 RVR1960).

Imagina que has sido parte de un movimiento increíble, con un líder inspirador. A donde quiera que vas, las vidas son transformadas. Las promesas que has escuchado desde que eras un niño se están cumpliendo. Estás siendo parte de algo mucho más grande que tú. Pero lo que tu líder está diciendo y haciendo enfurece a mucha gente. Tanto así que están activamente tratando de eliminarlo.

Y luego lo logran. Todo llega a su fin. Todo lo que pensabas que formaba parte de tu vida se derrumba. Todo lo que pensabas que era verdad parece haber sido una mentira. Y ahora temes que vengan por ti. ¿Qué haces? Una de dos cosas: te escondes, o luchas. De cualquier manera, el miedo nos aleja de confiar en los demás y nos lleva a depender de nosotros mismos. Y si pasas suficiente tiempo confiando solo en ti, sabes que el resultado de ese esfuerzo no es paz, sino caos.

Por mucho que lo intentemos, los seres humanos somos malos salvadores.

Así es como se sienten los discípulos. Abrumados por el miedo, se encierran. Tratan de salvarse a sí mismos por cualquier medio necesario.

Las puertas cerradas pueden mantener el miedo a raya por un tiempo, pero no pueden impedir que nuestro Salvador se acerque. Y así, Jesús aparece de nuevo en medio de su miedo y su ocultamiento para proclamar su paz.

“Paz a vosotros".

Esta es la misma promesa que los ángeles cantaron en su nacimiento, porque la paz de Cristo no es solo una expresión, es una realidad. No importa lo que el miedo te haya llevado a hacer o decir, nuestro líder resucitado—la autoridad encarnada—pone fin a la raíz del miedo.

Tu fe en Cristo significa que el miedo ya no proviene de ti. Ya no tienes que esconderte de él, ni luchar contra él por tu cuenta. Nuestro Salvador encarnado te ha otorgado su paz. Sal de tu escondite, deja tus armas atrás y ve a vivir libremente.

Gracias Rey Jesús, por liberarnos de nuestros temores y darnos tu paz para vivir, trabajar y amar a los que nos rodean. Amén.