La Rendicion Total De Un Hombre DescalzoMuestra

«Adora»

La tierra santa a la que Dios se refiere no es un lugar; la tierra santa es la presencia de Dios. Moisés había estado en esa montaña antes, sin necesidad de humillarse o quitarse las sandalias. Pero esta vez, Dios estaba allí, y su presencia lo cambió todo. La presencia de Dios hace que los lugares ordinarios, se vuelvan santos. Tu cubículo o tu cocina es un lugar santo a causa de la presencia de Dios en tu corazón y en tu vida.

Dios le pidió a Moisés que se descalzara. Estar descalzo, también es estar vulnerable. Es más probable que te quites los zapatos en tu propia casa. Allí te relajas, porque sabes que estás seguro. No es probable que te vayas descalzo a trabajar o que juegues baloncesto descalzo. Pero en casa, puedes bajar la guardia.

El lugar más seguro del mundo es la voluntad de Dios. No siempre está libre de preocupaciones o de problemas, pero es un lugar seguro, porque es adonde tu Padre te ha llamado. Piensa en los pies de los bebés. No necesitan calcetines o zapatos porque tú, su padre, vas a mantenerlos seguros. No vas a permitir que se raspen con una piedra, ni los vas a colocar en el pavimento caliente. Hasta que no sean capaces de caminar, los zapatos de los bebés principalmente sirven como decoración, no como protección. Sus pies suaves y vulnerables están protegidos, incluso sin una cubierta. En la presencia de Dios nos humillamos y somos vulnerables, pero estamos a salvo «en casa».

Moisés se acercó más a Dios, se humilló y se hizo vulnerable al adorar descalzo. No quería huir de la zarza ardiente ni extinguirla. Quería acercarse más a la presencia de Dios y responder a su santidad.

Descubrimos la voluntad de Dios al buscar al Señor con reverencia. Al tener un corazón vulnerable de adoración, descubrimos al Dios de «la voluntad de Dios».

¿Estás buscando a Dios? ¿Quieres descubrir su voluntad más profundamente? La próxima vez que veas una zarza ardiendo (una visión o una oportunidad que solo Él podría haber orquestado): pon atención, acércate, escucha, ríndete y responde a Él en adoración. Incluso si quieres, quítate los zapatos, recordando que en su santa presencia estás más cerca de casa de lo que habías estado antes, deseando su voluntad. La voluntad de Dios; nada más, y nada menos.

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