El Regalo de la SalvaciónMuestra

Decisión trascendental

¡Qué mucho nos gusta dejar las cosas para después! Procrastinar, que es el término que se utiliza para esa acción, que consiste en posponer deliberadamente tareas importantes pendientes, a pesar de tener la oportunidad de llevarlas a cabo, o sea, a pesar de poseer el tiempo y la ocasión para hacerlo. Nos ha pasado con las dietas, con acciones y decisiones importantes en nuestra vida personal, laboral, social y hasta eclesial. Esta acción de postergar las cosas tiene consecuencias en cada espacio de nuestra vida, y nuestro ámbito espiritual no es la excepción.

Muchas personas postergan el conocer a Dios o el entregar su vida a Él por no tener tiempo para congregarse o no querer dejar los hábitos o costumbres que han llevado a cabo toda su vida. Dicen que lo harán cuando tengan un mejor empleo, cuando se jubilen, cuando sus hijos crezcan, cuando terminen de estudiar, o cuando sean viejos. Ninguno de nosotros sabemos cuándo será nuestro día final en esta tierra, y mucho menos cuándo será la Venida de Jesús, es por eso que debemos estar alerta y preparados.

Jesús prometió que regresaría, que juzgaría a toda la humanidad, viva y muerta, y que cada uno recibiría su recompensa: la eternidad con Él o sin Él (1 Pedro 4:5). ¡Qué terrible sería el morir y despertar en un lugar de tormento del cual no se puede escapar! Todo por no haber tomado una decisión a tiempo.

El creer en Jesucristo y en Su obra salvadora no implica que al momento seamos perfectos, esa perfección es de cada día, y la va llevando a cabo el Espíritu Santo que viene a morar en la vida de los que le aceptan. Mientras más aprendemos del Señor, más le vamos conociendo, amando y obedeciendo. El buscar Su presencia cada día en oración y leer Su Palabra, nos va haciendo crecer en Él y nos va moldeando como Él. Ese proceso dura toda nuestra vida, pero en el camino, vamos reflejando los frutos del Espíritu fundados en el amor que el Señor nos tiene y en el que vamos desarrollando por los demás. Entregarnos al Señor es la mejor y más trascendental decisión de nuestra vida, no la procrastines, tómala hoy.

Oración: Amado Señor, vengo ante Ti hoy, sabiendo y declarando que he pecado. Creo que moriste por mí y Te agradezco que me hayas salvado de la muerte eterna. Quiero ser partícipe de la bendición de vivir Contigo para siempre. Apunta mi nombre en el Libro de la Vida. Que siempre busque Tu hermosa presencia para así caminar en Tu voluntad el resto de mi vida y cuando sea mi hora de partir, o regreses, pueda despertar en Tus hermosos brazos y vivir Contigo por la eternidad. ¡Aleluya! En el nombre de Jesús, amén.