No estoy bienMuestra

Tienes grandes objetivos en la vida. Todo el mundo los tiene. Quizás quieres ir a Hollywood y convertirte en actor. Tal vez tengas la mirada puesta en una universidad o en una carrera específica. Tal vez quieras convertirte en un atleta profesional o en escritor. Todos estos son objetivos grandes e importantes. Y deberías ir por ellos. Pero también dan un poco de miedo, ¿verdad? ¿Y si no funcionan? ¿Y si fracasas?

Casi cualquier objetivo importante que tengas en la vida conlleva un riesgo de rechazo. Eso es así, tanto si estás pensando en qué trabajo te gustaría tener, un sueño que te gustaría cumplir, o incluso simplemente amigos que te gustaría tener. En cualquiera de estos casos, hay probabilidad de que te rechacen. Es fácil ser llevado por el miedo al rechazo. De hecho, podemos asustarnos tanto que decidamos que ni siquiera lo intentaremos. El temor al rechazo se siente más aterrador que la emoción de tener éxito, así que decidimos que más vale prevenir que curar.

Pero esa no es forma de ir por la vida. Tarde o temprano, tendrás que arriesgarte en algo.

Dios sabe que enfrentarse a la posibilidad de ser rechazado es duro. Puede generar mucho estrés y preocupación en nuestras vidas. ¿Qué pasa si no lo logramos? ¿Y si fracasamos? ¿Cuántas veces debemos intentarlo antes de rendirnos? Cuando te sientas así, recuerda la invitación que Jesús nos hace en el pasaje bíblico de hoy.