Visión del Alma 2: Haz que tu Vida Valga la PenaMuestra

La vida intencional del cristiano tiene tres elementos principales:

• Nuestra pasión integradora: amar a la persona de Dios mismo
• Nuestra misión integradora: promover el plan de llevarle gloria a Dios
• Nuestra visión integradora: servir a los designios del Reino internacional de Dios.

Al igual que la pasión y la misión, la visión de Dios tiene una dimensión personal. Nuestra visión personal en la vida es la que le aporta intencionalidad a la misma. Pero muchos creyentes comienzan de la manera correcta, con su visión personal enfocada y dedicada a la visión suprema de Dios, pero se dejan seducir cuando tienen éxito.

Le sucedió al Rey Saúl, quien era talentoso, inteligente, que se destacaba sobre los demás y era el elegido por Dios para gobernar Su pueblo. Saúl perdió el rumbo y el destino de su vida. Su pasión espiritual se desvaneció. Perdió su pasión por Dios. Su misión personal se volvió confusa; se obsesionó con matar a David en lugar de cumplir con las obligaciones de su monarquía. Su visión personal se centró en extender su soberanía hacia un futuro imprevisible. Finalmente, acabó cayendo sobre su espada y se quitó la vida.

Debemos resistir esas tentaciones y, en su lugar, permanecer enfocados en la visión de Dios. El proceso de la vida espiritual es en esencia una serie de desviaciones y reinicios, desorientación seguida de reorientación, pecado seguido de arrepentimiento. El hecho de que sea imposible un enfoque perfecto no debe impedirnos pulsar el botón de actualización de nuestras vidas de vez en cuando.

Llevar una vida intencional no nos protege del pecado, pero nos impide ir como sonámbulos por la vida. También evita que seamos seducidos por una infinidad de necesidades a nuestro alrededor, o sentirse impotente al no poder ocuparse de todas. Continúa la lectura mañana para observar más de cerca cómo tu visión personal de la vida puede estar enfocada en necesidades específicas que contribuyan a la visión de Dios para la humanidad.