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Viviendo Una Vida De GratitudMuestra

Viviendo Una Vida De Gratitud

DÍA 2 DE 3

Cuando mi esposo Edward dejó el ejército, el Señor me convenció de la necesidad de levantar los ojos de mis circunstancias y ser agradecida. Esa temporada fue un tiempo de pérdidas para mí, no por la muerte de un ser querido, sino por la pérdida de comunidad, identidad y propósito. Soy hija de militares y solo conocía la vida militar. Al poco tiempo de graduarme de la universidad me casé con un soldado para vivir y servir a su lado. Amaba la vida del ejército. Me sentía vitalizada por las mudanzas, la aventura, vivir para algo más importante que uno mismo y, sobre todo, por el amor hacia las personas que Dios traía a nuestras vidas en cada temporada. Los amigos se volvían familia y me alegraba servir a mi país.

Así fueron nuestros primeros 15 años de matrimonio: despliegues, mudanzas y vida militar. Entonces, Dios llamó a mi esposo a abandonar todo lo que conocía para servir en Samaritan’s Purse. Aunque sentía paz por esta decisión y el Señor la confirmó en mi corazón, estaba enojada, triste y desilusionada. Había esperado que Él nos pidiera permanecer en el ejército por más décadas.

Nos mudamos a las montañas de Carolina del Norte en enero de 2019. Fue mi primera mudanza fuera del ejército y me costó trabajo. Las mudanzas en el ejército son fáciles. Son una forma de vida y todos las comprenden. Las personas te reciben y te ayudan, lo que permite que rápidamente te establezcas y eches raíces en un nuevo lugar. Esta vez era diferente. Nos mudamos a un pueblo pequeño donde la mayoría había vivido ahí toda su vida. Tenían parientes, conexiones de toda la vida y una comunidad establecida. Llegamos en medio del invierno. Tenía mucho frío y mi esposo viajaba constantemente. Los días de nieve interrumpieron nuestra rutina diaria e incluso visitamos la sala de urgencias cuando mi hijo se rompió el brazo. Me sentía cansada y echaba de menos a mis amigos militares.

Sin embargo, el Señor me habló tiernamente y nunca olvidaré cómo la gratitud me transformó. No cambiaron mis circunstancias, pero sí mi perspectiva y mi actitud.

Mientras leía 2 Reyes 4, la historia del aceite de la viuda me paralizó. Personalmente, desconozco el profundo dolor de una viuda, pero sé que afecta todos los aspectos de la vida. Tenía varias amigas viudas, y observé cómo el dolor cambió sus vidas mientras intentaban hacer el duelo, honrar y recordar el legado de su esposo, al tiempo que debían reescribir su propia historia. Es devastador tratar de hacer duelo por una pérdida tan grande y al mismo tiempo tratar de reconstruir.

En la cultura y los tiempos bíblicos de esta mujer, perder un esposo implicaba entrar en una gran crisis económica y perder sus hijos por la esclavitud. En desesperación, buscó a Eliseo, el profeta de Dios.

2 Reyes 4:1-7 me hizo pensar por varias razones. Primero, me encanta lo que Eliseo pregunta: «¿Qué puedo hacer por ti?». Ella recién le había dicho el problema, y él seguramente tenía algunas ideas de cómo ayudarla, pero la probó. Antes que pudiera responder, hizo otra pregunta: «¿Qué tienes en tu casa?».

Me detuve en la segunda pregunta. Luego me hice ambas preguntas: ¿Qué quería que hicieran por mí? ¿Qué tenía en mi casa?

Rápidamente me di cuenta de que me estaba enfocando en lo que no tenía más que en lo que sí tenía. Empecé a enlistar las cosas que tenía y me sorprendió cuán bendecida era. Inmediatamente me arrepentí por mi ingratitud.

La respuesta de la viuda me conmovió aún más. Solo tenía un poco de aceite. Yo miré alrededor y vi muchas posesiones materiales en mi propia casa. Pero, sobre todo, vi mi herencia espiritual. Me desbordé en gratitud.

Luego, Eliseo le dijo que saliera y pidiera a sus vecinos que le presten sus vasijas, tantas como pudiera. Después, ella debía regresar y llenarlas con aceite. De forma milagrosa, pudo llenar cada uno de esos contenedores. Eliseo le dijo que vendiera el aceite para pagar su deuda. Le proveyó una manera de ganarse la vida con lo que ella poseía. Su fe en recolectar más vasijas trajo la provisión.

Me impacta cómo por lo general pasamos por alto las bendiciones que tememos. Pensamos que no tenemos nada qué ofrecer, pero Dios ya nos ha dado mucho y en Su fuerza podemos desbordarnos y vivir una vida abundante. Como nos recuerda Juan 10:10: «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia».

No se nos promete prosperidad, pero Jesús vino para ofrecernos una herencia eterna que nunca se nos quitará. Esta historia me recuerda que tengo mucho por lo que agradecer físicamente, pero más importante aún, espiritualmente. Te animo a hacerte la misma pregunta: ¿Qué tienes en tu casa?

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

Viviendo Una Vida De Gratitud

La Palabra de Dios nos enseña la importancia de la alabanza y la gratitud sin importar nuestras circunstancias. En este estudio de tres días, Kristy Graham, la presentadora del podcast On the Ground de Samaritan’s Purse,...

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Nos gustaría agradecer a Samaritan Purse por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://samaritanspurse.org/VivirunVidadeGratitud

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