Doña ReligiónMuestra

"Doña Religión"

Doña religión te llevará a adoptar rituales, tradiciones, obras y rudimentos sistemáticos e inútiles que intentan hacerte creer que al ejercerlos serás más santo y más agradable a los ojos del Eterno.

Doña religión te hará creer que el permanecer firme en los caminos de Jesús, es cuestión de hacer una cantidad de obras en tus propias fuerzas, anulando el poder de la única obra que tiene lugar ante el Padre como sacrificio agradable, la obra redentora de Jesús.

Doña religión te llevará a pensar que lo que obras supuestamente por amor a Él, será tenido en cuenta como un sacrificio agradable a sus ojos, cuando es sólo una fachada. Lo que creamos que hacemos en nuestra propia fuerza creyendo que está bien delante de Dios, y más aún cuando no estamos caminando en obediencia, son sólo trapos de inmundicia ante Él.

Recordemos que las mujeres eran declaradas inmundas e impuras cuando menstruaban, y por esto, tenían que apartarse aún después de su período menstrual por siete (7) días y al octavo (8vo) día ofrecer sacrificio para ser purificadas. Además, en esos tiempos no existían las toallas higiénicas que usa normalmente una mujer en su período menstrual; cada mujer tenía unos trapos específicos para su uso mensual, de aquí sale entonces lo que significa para el Señor las obras infructuosas de la carne, vistas como trapos de inmundicia ante sus ojos, trapos de menstruación.

Doña religión te hará ver hermoso por fuera pero por dentro lleno de podredumbre ante Dios; porque por más cosas buenas que creas que estás haciendo para Él, no dejarán de verse como inmundicia delante de sus ojos al creer que por eso eres digno o has hecho algún mérito para ser mirado por Él con agrado. No serás más que un sepulcro blanqueado ante sus ojos si adoptas esta forma religiosa; podrás orar hermoso, asistir a una congregación, proclamar su Palabra y mostrar una vida de falsa piedad ante los ojos de los demás; sin embargo, a Dios no lo podemos engañar, mientras más conscientes de nuestra condición delante de Él, de nuestra dependencia de Él y de la rendición que nos somete a su voluntad; más agradables ante sus ojos, no por nosotros sino por lo que su santidad, su justicia y su poder provoca en nuestro espíritu.

Reflexionemos entonces y comprendamos que si somos salvos es por gracia y que también es por gracia que podemos permanecer firmes en los caminos de Jesús, perseverando en obediencia, en santificación y en justicia para agradar al Padre, sólo por su poder y para su gloria. Muriendo cada día a nosotros mismos, dejando a un lado toda religiosidad que nos lleva a creernos dignos o merecedores de la gracia, del amor y la misericordia de nuestro Padre.