[Grande versos] La obra de Cristo dentro de tiMuestra

Vivir para agradar a una sola persona

Muchos de nosotros somos complacientes empedernidos. Nuestro deseo de complacer a la gente es tan profundo en nuestros corazones que ni siquiera somos conscientes de ello. Es simplemente la forma en que vivimos la vida. Es tan fuerte en nuestras vidas como la atracción de la gravedad. Queremos complacer a nuestros padres, a nuestro cónyuge, a los amigos, al jefe, al profesor, a nuestros compañeros de trabajo y a los extraños. Queremos agradar a cualquiera y a todos. Queremos agradar a la gente.

Pablo destruye esta tendencia profunda, subconsciente y tan real como la gravedad, cuando declara: «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo».

Esto no significa que estemos llamados a ser malos con la gente, a ignorarla o a no preocuparnos por ella. Por el contrario, es un llamado a vivir para agradar a una sola persona, a vivir sólo para la aprobación de Cristo. Irónicamente, es cuando ya no busco complacer a la gente que soy libre de amar a la gente. Si no soy un complaciente, puedo centrarme en amar a la persona en lugar de complacerla, me puedo enfocar en sus necesidades y no en mi comodidad.

Vivir como un complaciente, tratando de complacer a cualquiera y a todos, es una receta para el fracaso y la frustración. Vivir como un siervo de Cristo, complaciéndolo solo a él, es una receta para la libertad. Hay una gran libertad en vivir para agradar solo y únicamente a Dios.