Leña sobre el altar

Dios le dio unas instrucciones al pueblo de Israel acerca del fuego del altar, que nos dan una valiosa enseñanza acerca de lo que debe ocurrir en nuestras vidas.

“Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.” 

¡Cuán importante es poner leña sobre el altar cada día! Dios quiere que el fuego del altar nunca se apague. Su deseo es que el Espíritu Santo gobierne en nuestras vidas y que seamos sumisos y obedientes a ese gobierno santo. A veces clamamos por ese ardor pero es lo único que hacemos. 

Poner la leña cada mañana es una expresión que denota continuidad y acción. Tiene que haber de nuestra parte conciencia de que si la leña disminuye también disminuirá el fuego. Jesús cerca, Jesús con nosotros, Jesús en nosotros es la garantía del fuego santo en nuestro altar. 

Analicemos un poco nuestras vidas. Somos templo del Espíritu Santo, esa es una verdad revelada de Dios para el creyente. Entremos un poco más adentro y observemos el altar en nuestro corazón. ¿Está ardiendo? ¿Hay fuego santo o sólo percibimos unas llamas jadeantes que escasamente se sostienen con la casi ninguna leña que nos queda?

El llamado del Señor es a que nos acerquemos, a que busquemos con esmero la leña de la oración, de la adoración, de la obediencia y cada día nos ocupemos del altar de nuestro corazón. De esa manera se avivarán las llamas que han languidecido y volveremos a sentir el fuego divino en nosotros.

Padre, perdónanos si hemos descuidado la leña de nuestro altar. Queremos ser más diligentes, velando cada día la intensidad de nuestro fuego y no dejando que el viento de las circunstancias, de la dejadez y la rutina debiliten el ardor de nuestra llama. Te amamos y queremos vivir en el fuego ardiente de tu Espíritu.