Idolatria 

Hay un pasaje en el libro de Isaías que habla de un hombre que fabrica un ídolo de madera. Corta la madera, la usa para encender un fuego, cocina su carne y se mantiene caliente. Luego hace un ídolo de la misma madera y lo adora. Es una tontería. Pero más que eso, es triste.

Nuestros deportes son buenas cosas, así como la madera fue buena para el hombre cuando la usó como se suponía que debía ser usada. Pueden ayudarnos a aprender valiosas lecciones de vida, revelar áreas de talento físico, mantenernos en forma y sanas, ayudarnos a formar relaciones increíbles y darnos gran alegría. Pero eso es todo. Algunas de nosotras podemos hacer carreras en el deporte, también, lo cual es bueno, pero más allá de eso, son sólo deportes.

Sucede todo el tiempo... Un atleta se consume tanto por su deporte que se apodera de su vida. Piensa en ello constantemente mientras está en clase. Construye su horario en torno a él, sacrifica las relaciones y el tiempo para ello, se mata físicamente por ello y elimina cualquier cosa que se interponga en su camino. Mientras que eso puede parecer la imagen de un competidor dedicado, no lo es. Es desequilibrado y poco saludable.

El problema con los ídolos es que siempre, siempre, siempre nos decepcionarán. Nuestros deportes terminarán. Nuestros cuerpos envejecerán. Cualquier récord que establezcamos será eventualmente roto. Si adoramos estos deportes como falsos dioses estaremos devastados.

El único que es digno de adoración es Dios. Él es la muestra máxima de la gracia, el poder, la misericordia, el perdón y el amor inmutable. Sólo Él puede satisfacernos de la forma en que tratamos de ser satisfechas por los ídolos. ¿Queremos alcanzar algún significado? Dios nos da eso como sus hijas; los ídolos solo nos lo dan momentáneamente. ¿Queremos ser amadas? Dios nos da su amor incondicionalmente.

Si adoramos nuestro deporte y damos nuestras vidas por él, estaremos devastadas cuando nos falle. En cambio, podemos dirigir nuestro afecto a Aquel que nos conoce completamente, nos ama totalmente y hace que todo trabaje para nuestro bien (Romanos 8:28). No hay nada más seguro que eso.

Preguntas:

1. ¿Hasta qué punto tu deporte gobierna tu vida? 

2. ¿Cómo se compara la adoración que rindes a tu deporte con tu adoración a Cristo? 

3. ¿A qué peligros te enfrentas si adoras tu deporte? ¿Qué peligros hay en la adoración a Dios?