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Hábito de felicidad: No te preocupes por las cosas pequeñas

¿Alguna vez te preocupas y luchas por eso? Claro, ¡todos lo hacemos! Es algo difícil de romper porque somos negativos por naturaleza. Desde Adán y Eva, hemos estado excusando y acusando. Disculpamos nuestros propios errores y luego acusamos a otros por los suyos, y más. Nos escondemos y lanzamos. Culpamos a otros por los problemas en nuestras vidas.

Filipenses 2:14-15 dice: “Hagan todo sin quejarse y sin discutir, para que nadie pueda criticarlos” (NTV). Ese podría ser de los versos más difíciles de la biblia. ¿Estás de acuerdo?

Hay cuatro tipos de quejosos con los que me encuentro todo el tiempo.

Primero están los llorones. Puedes levantarte en la mañana y decir: "¡Buen día, Señor!", pero los llorones optan por decir: "¡Dios mío, es de mañana!"

Segundo están los mártires. Su expresión favorita es: "¡Nadie me aprecia!". Son profesionales en dar lástima. Hacen pucheros y se quejan cuando no se salen con la suya.

Tercero están los cínicos. Su actitud es: “¿Por qué molestarse? No va a hacer ninguna diferencia". Envenenan todo.

Cuarto estás los perfeccionistas. Nada es lo suficientemente bueno para ellos. Su frase favorita es: "¿Es lo mejor que puedes hacer?"

Para mí, el versículo más aterrador de la Biblia es Mateo 12:36: “Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado.” (NVI).

Eso debería provocar escalofríos. ¿Cuántas veces te has quejado o discutido sobre algo por lo cual no deberías? No se preocupe por las cosas pequeñas.

En su lugar, “den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).