El Mejor Abel

Una historia de celos y envidia

Una de las primeras historias en la biblia es una historia triste de celos, envidia y violencia. Dos hermanos ofrecieron un sacrificio a Dios. Cuando Dios miró con agrado a uno y no al otro, el segundo — Caín — se enojó con su hermano y lo mató. Por la envidia que tenía, Caín mató a Abel y, luego, viviría bajo el castigo de Dios por el resto de su vida.

Nosotros somos como Caín

Es fácil despreciar a Caín, cuando en realidad nos parecemos mucho a él. Nos envidiamos los unos a los otros constantemente. Cuando le sucede algo bueno al otro, cuando consigue algo nuevo u otros lo alaban, surge la envidia dentro de nosotros. E igual que a Caín y Abel, la envidia trae destrucción a nuestra vida. Nos hace tratar mal a otros, competir de una manera egoísta y hablar mal de los demás. Nuestra envidia arruina amistades y nos llena de amargura.

La historia de Caín y Abel nos llama a rechazar esta envidia destructora. También, nos enseña que, igual que Caín, no podemos dominar nuestra envidia. Muchas veces, somos presos de esta emoción que no podemos controlar. Esta historia nos lleva a nuestra necesidad de un Rescatador para que no terminemos como Caín, condenados y lejos de la presencia de Dios; esta historia nos lleva directamente a Jesús.

Jesús es el mejor Abel

Mucho tiempo después, vendría otro que sufriría lo que sufrió Abel: por envidia y celos sería llevado afuera de la ciudad y asesinado por sus hermanos. Jesús es el cumplimiento de esta historia. Él es el mejor Abel: su sacrificio fue aun mejor que el sacrificio de Abel, porque, con su muerte, logró algo que Abel no pudo. La muerte de Abel ganó la aprobación de Dios en ese momento; la de Cristo consigue, para siempre, la aprobación de Dios para todos que se entregan a Él. La sangre de Jesús habla mejor que la sangre de Abel. La de Abel trajo condenación al que lo había matado, la sangre de Jesús trajo la posibilidad de perdón para todos los que se encuentran culpables de envidia delante de Dios, incluso para los que lo habían matado.