Se trata de tiMuestra

Te quiero alabar

Toda la tierra proclama tu nombre, Señor

Todo el universo, muestra tu poder

Dime, ¿cómo podré cantar a alguien que no seas Tú?

Dime, ¿cómo podré? Si solo en ti seguro estoy…

Qué puede existir más hermoso que alabarte y cantar salmos a tu nombre, inclusive la tierra proclama tu nombre. Tus hijos también proclamamos tu nombre. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. No hay excusa, todos vamos a cantar a su nombre. El único que merece nuestro reconocimiento: El Señor. Su gloria está aquí, su gloria se expresa en su creación. Su gloria se manifiesta en sus hijos. Todo el universo en plenitud manifiesta su poder. Todo ser viviente, en su complejidad, manifiesta su poder. 

Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal. Con sus hijos, el Padre expresa su infinito amor. El Padre que protege y guarda del mal. ¡Nuestro Padre, nuestra fortaleza! Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? El perfecto amor echa fuera el temor. Nada es mayor a nuestro Señor. Si Él es con nosotros, quién contra nosotros. Porque mayor es que está en nosotros que el que está en el mundo. Nada puede atemorizarnos, porque no estamos solos. ¡Nos hizo su templo! ¡Su Espíritu nos habita! No podemos tener temor, pues nos dio la victoria. Desde la antigüedad, se reconocía su cuidado y protección. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. ¡Cuánto más ahora, que nos hizo sus hijos! ¡Cuánto más ahora que nos puso en su Hijo: Cristo!

En Cristo estamos seguros. En Cristo somos victoriosos. En Cristo alabamos en plenitud al Padre. Cantamos a su nombre. Pero también vivimos en plenitud expresando a Cristo. No solo porque nos sacó de la muerte y nos dio vida, sino porque nos transformó para que podamos adorar y alabar en espíritu y en verdad. Nuestra adoración es completa cuando nuestra vida lo adora. No nos limita a una reunión o momento específico de canciones, ni a nuestro tiempo de devocional, sino a cada instante de nuestra vida. Nuestra vida se convierte en una continua canción de olor fragante cuando estamos dentro de su propósito.