Serie Ejercicio de confianza- Todo para la vida y devociónMuestra

Nuestros propios recursos: caída épica

A veces la vida puede hacernos sentir como si fuéramos una navaja suiza. Pensamos, «De acuerdo, tengo estas cuatro, cinco o seis pequeñas herramientas que me ayudarán. Tengo un poco de educación. Algo de inteligencia. Un poco de sabiduría. Algunos amigos. Un poco de dinero. Tengo un trabajo. Tengo esto y lo otro. Puedo ver algo cuando necesito ver algo. Puedo cortar algo cuando necesito cortar algo. Cualesquiera que sean mis herramientas, las tengo juntas. Con este conjunto de herramientas puedo resolver las cosas. Puedo hacer la vida y puedo hacer la piedad». Esta sería una navaja suiza compuesta por nuestra propia fuerza.

Pero mientras nuestras navajas suizas tienen estas cinco o seis herramientas, la navaja suiza compuesta por la fuerza de Jesús tiene una herramienta y un recurso para lo que puedas necesitar en una situación determinada. Este tipo de navaja suiza no cabría en tu bolsillo a menos que fueras Dios. Él tiene algo para cada circunstancia, cada problema, cada alegría, cada preocupación, cada momento en que te sientes deprimido y cada momento cuando te sientes mal. Él mismo es el recurso.

Él dice: «Puedes tener esta herramienta que soy yo en tu corazón a través del Espíritu Santo. Es parte del privilegio igual que tienes como ciudadano del reino, al igual que Pablo, al igual que Pedro, al igual que Billy Graham, al igual que cualquier otra persona. Resido en tu corazón. Si permaneces en mí y yo en ti, entonces lograrás mucho y darás mucho fruto. Pero aparte de mí, no lograrás nada. (Juan 15: 1-5)

Desecha tu navaja suiza con sus cuatro o seis pequeñas herramientas y aprovecha la grandeza de las preciosas promesas de Dios en tu vida.

Debido a que da temor abandonar nuestras herramientas y tomar los recursos de Cristo, Dios nos dice: No temas. ¿Sabes que en la Biblia dice “no temas” 365 veces? Todos los días hay un “no temas” para que tú y yo podamos apoyarnos, no en mitos y garantías culturales, sino en las promesas de Dios a través de conocer a Cristo. (Isaías 35: 4; Isaías 41: 10-13; Mateo 14:27)

Te invito a unirte en oración conmigo: «Señor, gracias por poder tener igual acceso a ti. Gracias, que puedo vivir una vida que te agrade. Gracias, Señor, que me estás dando justo lo que necesito para esa reunión, justo lo que necesito para esa presentación, justo lo que necesito para este día escolar, justo lo que necesito para este problema relacional, este problema emocional. Me has dado todo lo que necesito, y voy a cumplir tus promesas, Dios, confiando en que me has provisto todo lo que necesito para la vida y la piedad».