Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

JEREMÍAS 9:10-24

JEREMÍAS 9:10-24 Reina Valera 2020 (RV2020)

Por los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto por los pastizales del desierto, porque han sido desolados hasta no quedar quien pase, ni oírse el bramido del ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias de la tierra huyeron, se fueron. Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, a una guarida de chacales, y convertiré las ciudades de Judá en una desolación donde no quede un solo habitante. ¿Quién es hombre sabio que entienda esto?, o ¿a quién ha hablado la boca del Señor, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como un desierto, hasta no haber quien pase por ella? Ha dicho el Señor: Dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no obedecieron a mi voz ni caminaron conforme a ella; antes bien, se fueron tras la obstinación de su corazón y tras los baales, según les enseñaron sus padres. Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: A este pueblo yo les daré a comer ajenjo y les daré a beber aguas envenenadas. Los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; y enviaré la espada tras ellos, hasta que acabe con ellos. Así dice el Señor de los ejércitos: Sed sabios y haced venir a las plañideras; buscad a las hábiles en su oficio. ¡Que se den prisa y levanten llanto por nosotros! ¡Desháganse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados destilen aguas!, porque de Sion fue oída una voz de lamentación: «¡Cómo hemos sido destruidos! En gran manera hemos sido avergonzados, porque abandonamos la tierra, porque han destruido nuestras moradas». Oíd, pues, mujeres, palabra del Señor; reciba vuestro oído la palabra de su boca. Enseñad lamentaciones a vuestras hijas y un canto fúnebre cada una a su amiga, porque la muerte ha subido por nuestras ventanas y ha entrado en nuestros palacios, para exterminar a los niños en las calles, a los jóvenes en las plazas. Di: Así dice el Señor: Los cuerpos de los hombres muertos caerán como estiércol sobre la faz del campo, como manojos tras el segador, y no hay quien los recoja. Así ha dicho el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice el Señor.

JEREMÍAS 9:10-24 La Palabra (versión española) (BLP)

Haré de Jerusalén una ruina, la convertiré en cueva de chacales; arrasaré las ciudades de Judá, sin nadie que pueda habitarlas. ¿Quién es el sabio que puede entender esto? Que lo diga el que haya sido confidente del Señor. ¿Por qué está deshecho el país, abrasado, como desierto intransitable? Respondió el Señor: Por abandonar la ley que yo les promulgué, por no obedecerme ni seguir mis mandatos; por haber rendido culto a los baales como, llevados de su obstinación, aprendieron de sus antepasados. Por eso, así dice el Dios de Israel, Señor del universo: Daré a este pueblo ajenjo para comer, les daré a beber agua emponzoñada. Los dispersaré por países que no conocen, y que tampoco conocieron sus padres; mandaré a la espada que los persiga hasta que acabe finalmente con ellos. Así dice el Señor del universo: Haced venir plañideras, buscad a las más expertas; que se den prisa en venir y nos entonen una elegía; que nuestros ojos derramen lágrimas, que destilen llanto nuestros párpados. Voces de duelo llegan desde Sion: «¡Qué desolados estamos, qué terrible decepción! Hemos abandonado el país, nos echaron de nuestras moradas». Oíd, mujeres, la palabra del Señor, escuchen vuestros oídos la palabra de su boca. Enseñad una endecha a vuestras hijas, cada una a su amiga esta elegía: «La muerte subió por nuestras ventanas, se metió dentro de nuestros palacios; exterminó a los niños en las calles, a los jóvenes en medio de las plazas». Habla: Así dice el Señor: Quedarán tendidos los cadáveres como estiércol por todo el campo, como espigas que deja el segador y nadie se molesta en recoger. Así dice el Señor: Que no alardee el sabio de sabiduría, que no alardee el poderoso de poder, que no alardee el rico de riqueza. El que alardee, alardee de esto: de tener entendimiento y conocerme, de saber que yo soy el Señor, que pongo en práctica la fidelidad, la justicia y el derecho en el país. Estas son las cosas que me agradan —oráculo del Señor. Ya está llegando el tiempo —oráculo del Señor— en que voy a pedir cuentas a todos los circuncisos

JEREMÍAS 9:10-24 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

“Llorad y gemid por las montañas, entonad un lamento por las praderas, porque están quemadas y ya nadie pasa por ellas; ya no se oye el mugir del ganado, y hasta las aves y las fieras salieron huyendo. “Reduciré Jerusalén a un montón de piedras y haré de ella guarida de chacales. Asolaré las ciudades de Judá y quedarán desiertas.” ¿Quién es lo bastante sabio para comprender esto? ¿A quién le ha dado a conocer el Señor estas cosas, para que él se las pueda explicar a los demás? ¿Por qué está el país en ruinas, seco como un desierto por donde nadie pasa? El Señor responde: “Todo esto sucedió porque los israelitas abandonaron las instrucciones que yo les di; no me obedecieron y no las pusieron en práctica. Siguieron tercamente las inclinaciones de su corazón y dieron culto a dioses falsos, como sus padres les enseñaron. Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: Voy a darles a comer algo muy amargo, y voy a darles a beber agua envenenada. Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; haré que los persigan espada en mano, hasta que no quede ni uno solo.” El Señor todopoderoso dice: “¡Atención! Mandad llamar a las mujeres que tienen por oficio hacer lamentación.” ¡Sí, que vengan pronto y que hagan lamentación por nosotros; que se nos llenen de lágrimas los ojos y nuestros párpados se inunden de llanto! Desde Sión nos llegan ayes de dolor: ¡Ay, cómo hemos quedado en ruinas! ¡Qué deshonra hemos sufrido! Debemos abandonar nuestra patria, nuestros hogares, que están en ruinas. Mujeres, escuchad la palabra del Señor, prestad atención a su mensaje. Enseñad a vuestras hijas a llorar y a sus amigas a lamentarse así: “La muerte entró en nuestros hogares, llegó a nuestros palacios; mata en las calles a los niños, y a los jóvenes en las plazas. Los cadáveres de los hombres quedaron tendidos como estiércol en el campo, como espiga que cae detrás del segador y nadie la recoge.” El Señor lo afirma. El Señor dice: “Que no se enorgullezca el sabio de ser sabio, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de conocerme, de saber que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud, pues eso es lo que me agrada. Yo, el Señor, lo afirmo.”

JEREMÍAS 9:10-24 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Lloraré y gemiré por las montañas, haré lamentos por las praderas del desierto, porque están desoladas: ya nadie las transita ni se escuchan los mugidos del ganado. Desde las aves del cielo hasta los animales del campo, todos han huido. «Convertiré a Jerusalén en un montón de ruinas, en una guarida de chacales. Convertiré en desolación las ciudades de Judá; ¡las dejaré sin habitantes!» ¿Quién es tan sabio como para entender esto? ¿A quién habló el SEÑOR para que lo anuncie? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto por el que nadie pasa? El SEÑOR dice: «Ellos abandonaron la ley que yo les entregué; no me obedecieron ni vivieron conforme a ella. Siguieron la terquedad de su corazón; se fueron tras los baales, como les habían enseñado sus antepasados». Por eso, así dice el SEÑOR Todopoderoso, el Dios de Israel: «A este pueblo le daré a comer ajenjo y a beber agua envenenada. Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron; los perseguiré con espada hasta aniquilarlos». Así dice el SEÑOR Todopoderoso: «¡Atención! Llamad a las plañideras. Que vengan las más expertas. Que se den prisa, que hagan lamentación por nosotros. Nuestros ojos se inundarán de lágrimas, y brotará de nuestros párpados el llanto. Desde Sión se escuchan gemidos y lamentos: “Hemos sido devastados; nos han avergonzado por completo. Tenemos que abandonar el país, porque han derribado nuestros hogares”». Escuchad, mujeres, la palabra del SEÑOR; reciban vuestros oídos la palabra de su boca. Enseñad a vuestras hijas a entonar endechas; que unas a otras se enseñen este lamento: «La muerte se ha metido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios; ha eliminado en las calles a los niños, y en las plazas a los jóvenes. Yacen tendidos los cadáveres como estiércol sobre los campos, como gavillas que caen tras el segador, sin que nadie las recoja», afirma el SEÑOR. Así dice el SEÑOR: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el SEÑOR, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada —afirma el SEÑOR—.