JEREMÍAS 13:1-27
JEREMÍAS 13:1-27 Reina Valera 2020 (RV2020)
Esto me dijo el Señor: —Ve y cómprate un cinto de lino. Cíñelo a tu cintura, pero no lo metas en agua. Compré el cinto, conforme a la palabra del Señor, y lo ceñí a mi cintura. Vino a mí por segunda vez palabra del Señor: —Toma el cinto que compraste y que ciñe tu cintura, levántate, ve al Éufrates y escóndelo allí, en la hendidura de una peña. Fui, pues, al Éufrates y lo escondí, como el Señor me había mandado. Después de muchos días, me dijo el Señor: —Levántate, ve al Éufrates y toma el cinto que te mandé esconder allí. Entonces fui al Éufrates, cavé y tomé el cinto del lugar donde lo había escondido, pero el cinto se había podrido y ya no servía para nada. Y vino a mí palabra del Señor: —Así ha dicho el Señor: De este modo haré podrir la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusalén. Este pueblo malo, que no quiere escuchar mis palabras, que anda en las imaginaciones de su corazón y que va tras dioses ajenos para servirlos y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que ya no sirve para nada. Porque como el cinto se ajusta a la cintura del hombre, así hice que se ajustara a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, dice el Señor, para que fueran mi pueblo, y para renombre, para alabanza y para honra; pero no escucharon. Les dirás, pues, esta palabra: —Así ha dicho el Señor, Dios de Israel: Toda tinaja se llenará de vino. Y ellos te dirán: —¿No sabemos que toda tinaja se llenará de vino? Entonces les dirás: Así ha dicho el Señor: Yo lleno de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes de la estirpe de David que se sientan sobre su trono, a los sacerdotes y profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. Y los quebrantaré, a los unos contra los otros, juntamente a los padres y a los hijos, dice el Señor. No perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia, sino que los destruiré. Oíd y prestad atención: no os envanezcáis, pues el Señor ha hablado. Dad gloria al Señor, vuestro Dios, antes que haga venir tinieblas, antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y que, por más que esperéis vosotros la luz, él os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas. Mas si no escucháis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y mientras llore amargamente, se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño del Señor habrá sido hecho cautivo. Di al rey y a la reina: Humillaos, sentaos en tierra, porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas. Las ciudades del Neguev han sido cerradas y no ha habido quien las abra; toda Judá ha sido deportada, llevada en cautiverio ha sido toda ella. Alzad vuestros ojos y ved a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey? ¿Qué dirás cuando él ponga como cabeza sobre ti a aquellos a quienes tú enseñaste a ser tus amigos? ¿No te darán dolores como los de una mujer que está de parto? Quizá digas en tu corazón: «¿Por qué me ha sobrevenido esto?». ¡Por la enormidad de tu maldad han sido alzadas tus faldas, han sido descubiertos tus talones! ¿Podrá cambiar el etíope su piel y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer el bien, tan habituados como estáis a hacer lo malo? Por tanto, yo los esparciré al viento del desierto, como tamo que pasa. Esta es tu suerte, la porción que yo he medido para ti, dice el Señor, porque te olvidaste de mí y confiaste en la mentira. Yo, pues, te alzaré también las faldas hasta el rostro, y se verá tu vergüenza: tus adulterios, tus relinchos, la maldad de tu fornicación sobre los collados. En el campo he visto tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén! ¿No serás al fin limpia? ¿Cuánto tardarás en purificarte?
JEREMÍAS 13:1-27 La Palabra (versión española) (BLP)
Me dijo el Señor: —Ve a comprarte un cinturón de lino, y te lo ciñes a la cintura. Pero sin haberlo mojado antes. Compré el cinturón, como me había mandado el Señor, y me lo ceñí a la cintura. Entonces me dirigió el Señor la palabra por segunda vez, en estos términos: —Toma el cinturón que has comprado y que llevas puesto; vete al Éufrates y cuando llegues, lo escondes en el hueco de una roca. Yo fui y lo escondí en el Éufrates, conforme me había ordenado el Señor. Después de cierto tiempo me dijo el Señor: —Vete al Éufrates y cuando llegues, recoge el cinturón que te ordené esconder allí. Fui al Éufrates, excavé en el sitio donde lo había escondido y recogí el cinturón. Y resulta que estaba podrido; no servía para nada. Entonces me llegó la palabra del Señor en estos términos: —Así dice el Señor: Del mismo modo dejaré que se pudra el orgullo de Judá y el desmedido orgullo de Jerusalén. Este pueblo canalla que se niega a escuchar mis palabras, que sigue la maldad de su mente retorcida, que va tras dioses extraños dándoles culto y adorándolos, acabará como este cinturón que no sirve para nada. Pues lo mismo que el cinturón se ajusta a la cintura del hombre, así hice yo que Israel y Judá se ajustaran a mí —oráculo del Señor—, de modo que fueran mi pueblo y mi renombre, mi gloria y mi honor. Pero no me escucharon. Les dirás estas palabras: —Así dice el Señor, Dios de Israel: Las cántaras se llenan de vino. Te contestarán: —¿Te crees que no sabemos que las cántaras se llenan de vino? Tú insistirás: —Así dice el Señor: Voy a poner borrachos perdidos a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. Haré que se destrocen entre sí, los padres con los hijos —oráculo del Señor—. No pienso conmoverme; ni piedad ni compasión impedirán que los destruya. Escuchad y prestad atención sin orgullo, que habla el Señor. Honrad al Señor, vuestro Dios, antes de que irrumpa la oscuridad; antes de que tropiecen vuestros pies por los montes, a la hora del crepúsculo; antes de que la luz que esperáis se convierta en sombras mortales, se transforme en densa oscuridad. Pero si no escucháis, lloraré en secreto vuestra arrogancia; mis ojos llorarán cuando se lleven deportado al rebaño del Señor. Di al rey y a la reina madre: Tomad asiento en el suelo, que ha caído de vuestras cabezas la corona de vuestra dignidad. Las ciudades del Négueb están cercadas, sin nadie que pueda romper el cerco; Judá entera ha sido deportada, ha sido deportada por completo. Levanta tus ojos, mira a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que se te confió, las ovejas que eran tu gloria? ¿Qué vas a decir, Jerusalén, cuando ellos te castiguen, tú que les habías enseñado a tratarte como amigos? Seguro que te aprietan los dolores, igual que a mujer en parto. Dirás para tus adentros: «¿Por qué me ocurre a mí esto?». Debido a tus muchos pecados te alzan las faldas y te violan. ¿Cambia el etíope de piel o un leopardo sus manchas? Lo mismo pasa con vosotros: ¿Podríais practicar el bien estando educados en el mal? Os aventaré como paja que vuela cuando sopla el viento de la estepa. Esta es tu suerte, la paga medida que te tengo asignada —oráculo del Señor—, por haberte olvidado de mí y haber confiado en la mentira. También yo te he levantado el vestido hasta la cara: que se vean tus vergüenzas, adulterios y relinchos, tus planes de prostituta. Por las colinas del campo vi tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén, que no estás purificada! ¿Hasta cuándo todavía?
JEREMÍAS 13:1-27 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
El Señor me dijo: “Ve, cómprate un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo mojes con agua.” Yo compré el cinturón, como el Señor me había ordenado, y me lo puse en la cintura. Entonces me habló de nuevo el Señor, y me dijo: “Toma el cinturón que compraste y que llevas puesto, vete al río Éufrates y escóndelo allí, en la grieta de una roca.” Fui entonces al río Éufrates y lo escondí, como el Señor me había ordenado. Al cabo de mucho tiempo, el Señor me dijo: “Ve al río Éufrates y trae el cinturón que te ordené que escondieras allá.” Fui al río Éufrates, busqué en la tierra y saqué el cinturón del sitio en que lo había escondido, pero ya estaba podrido y no servía para nada. Entonces el Señor se dirigió a mí una vez más y me dijo: “De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y Jerusalén. Este pueblo malvado se niega a obedecer mis órdenes y sigue tercamente las inclinaciones de su corazón. Se ha ido tras otros dioses, para servirlos y adorarlos. Es como ese cinturón, que no sirve para nada. Así como uno se aprieta el cinturón alrededor de la cintura, así tuve a todo el pueblo de Israel y a todo el pueblo de Judá muy unidos a mí, para que fueran mi pueblo y dieran a conocer mi nombre, y fueran mi honor y mi gloria. Pero no me obedecieron. Yo, el Señor, lo afirmo. “Diles también: ‘El Señor, el Dios de Israel, dice: Cualquier vasija puede llenarse de vino.’ Los israelitas te contestarán: ‘¿Acaso no sabemos de sobra que cualquier vasija puede llenarse de vino?’ Y tú les responderás: ‘El Señor dice: Voy a emborrachar a todos los que viven en este país; a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que viven en Jerusalén. Luego los romperé como vasijas, unos contra otros, padres e hijos por igual. No les tendré compasión; los destruiré sin misericordia y sin piedad. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ” ¡Israelitas, el Señor ha hablado! No seáis orgullosos, escuchadle con atención. Honrad al Señor vuestro Dios antes que él haga llegar la oscuridad y tropecéis en los montes tenebrosos; antes que él convierta en tinieblas, en sombra profunda, la luz que estabais esperando. Si vosotros no hacéis caso, lloraré en secreto a causa de vuestro orgullo; de mis ojos correrán las lágrimas, porque se llevan preso el rebaño del Señor. “Diles al rey y a la reina madre: ‘Bajad del trono, sentaos en el suelo, pues de vuestra cabeza ha caído la corona que la adornaba.’ Las ciudades del Négueb están sitiadas; nadie puede pasar. Todos los de Judá fueron llevados al destierro, a un destierro total. Alzad la vista y mirad cómo viene del norte el enemigo. ¿Dónde está el rebaño que yo te había confiado, ese rebaño que era tu orgullo? “¿Y qué vas a decir, Jerusalén, cuando hayas de ser gobernada por gente que tú misma instruiste? Te vendrán dolores como a mujer de parto. Y si preguntas por qué te pasa esto, has de saber que es por tus graves pecados. ¡Por eso te han desnudado y han abusado de ti! ¿Puede un negro cambiar de color? ¿Puede un leopardo quitarse sus manchas? Pues tampoco vosotros, acostumbrados al mal, podéis hacer lo bueno. Por eso voy a dispersaros como a paja que arrastra el viento del desierto. Ese es tu destino, Israel; eso has merecido que yo te haga. Yo, el Señor, lo afirmo. Pues te olvidaste de mí y pusiste tu confianza en falsos ídolos. Por eso, yo también te desnudaré del todo y te expondré a la vergüenza. He visto tu pasión, tus adulterios, tu vergonzosa conducta de prostituta, tus repugnantes acciones en las colinas y en los campos. ¡Ay de ti, Jerusalén!, ¿cuánto tiempo seguirás estando impura?”
JEREMÍAS 13:1-27 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Así me dijo el SEÑOR: «Ve y cómprate un cinturón de lino, y póntelo en la cintura, pero no lo metas en agua». Conforme a las instrucciones del SEÑOR, compré el cinturón y me lo puse en la cintura. Entonces el SEÑOR me dijo por segunda vez: «Toma el cinturón que has comprado y que tienes puesto en la cintura, y ve a Perat, y escóndelo allí, en la grieta de una roca». Fui entonces y lo escondí en Perat, tal como el SEÑOR me lo había ordenado. Al cabo de muchos días, el SEÑOR me dijo: «Ve a Perat y busca el cinturón que te mandé esconder allí». Fui a Perat, cavé y saqué el cinturón del lugar donde lo había escondido, pero ya estaba podrido y no servía para nada. Entonces el SEÑOR volvió a decirme: «Así dice el SEÑOR: “De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y el gran orgullo de Jerusalén. Este pueblo malvado, que se niega a obedecerme, que sigue la terquedad de su corazón y va tras otros dioses para servirlos y adorarlos, será como este cinturón, que no sirve para nada. Porque así como el cinturón se ajusta a la cintura del hombre, así procuré que todo el pueblo de Israel y toda la tribu de Judá se ajustaran a mí —afirma el SEÑOR— para que fueran mi pueblo y mi fama, mi honor y mi gloria. ¡Pero no obedecieron!” »Diles también lo siguiente: “Así dice el SEÑOR, el Dios de Israel: ‘Todo cántaro se llenará de vino’”. Y, si ellos te dicen: “¿Acaso no sabemos bien que todo cántaro se debe llenar de vino?”, entonces les responderás que así dice el SEÑOR: “Voy a llenar de vino a todos los habitantes de este país: a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes y a todos los habitantes de Jerusalén. Haré que se despedacen unos a otros, padres e hijos por igual. No tendré piedad ni lástima de ellos, sino que los destruiré sin compasión”. Lo afirma el SEÑOR». ¡Escuchadme, prestadme atención! ¡No seáis soberbios, que el SEÑOR mismo lo ha dicho! Glorificad al SEÑOR vuestro Dios, antes de que haga venir la oscuridad y tropecéis contra los montes sombríos. Vosotros esperáis la luz, pero él la cambiará en densas tinieblas; ¡la convertirá en profunda oscuridad! Pero, si no obedecéis, lloraré en secreto a causa de vuestro orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del SEÑOR será llevado al cautiverio. Di al rey y a la reina madre: «¡Humillaos, sentaos en el suelo, que ya no ostentáis sobre vuestra cabeza la corona de gloria!» Las ciudades del Néguev están cerradas, y no hay quien abra sus puertas. Todo Judá se ha ido al destierro, exiliado en su totalidad. Alzad los ojos y mirad a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue confiado, el rebaño que era tu orgullo? ¿Qué dirás cuando el SEÑOR te imponga como jefes a los que tú mismo enseñaste a ser tus aliados predilectos? ¿No tendrás dolores como de mujer de parto? Y, si preguntas: «¿Por qué me pasa esto?», ¡por tus muchos pecados te han arrancado las faldas y te han violado! ¿Puede el etíope cambiar de piel, o el leopardo quitarse sus manchas? ¡Pues tampoco podéis vosotros hacer el bien, acostumbrados como estáis a hacer el mal! «Los dispersaré como a la paja que arrastra el viento del desierto. Esto es lo que te ha tocado en suerte, ¡la porción que he medido para ti! —afirma el SEÑOR—. Ya que me has olvidado, y has confiado en la mentira, ¡yo también te alzaré las faldas hasta cubrirte el rostro y descubrir tus vergüenzas! He visto tus adulterios, tus relinchos, tu vergonzosa prostitución y tus abominaciones, en los campos y sobre las colinas. ¡Ay de ti, Jerusalén! ¿Hasta cuándo seguirás en tu impureza?»