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DEUTERONOMIO 29:1-29

DEUTERONOMIO 29:1-29 Reina Valera 2020 (RV2020)

Estas son las palabras del pacto que el Señor mandó a Moisés que celebrara con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que concertó con ellos en el Horeb. Moisés, pues, llamó a todo Israel y les dijo: —Vosotros habéis visto todo lo que el Señor ha hecho ante vuestros ojos en la tierra de Egipto a Faraón, a todos sus siervos y a toda su tierra, las grandes pruebas que vieron vuestros ojos, las señales y las grandes maravillas. Pero hasta hoy el Señor no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. Yo os he conducido durante cuarenta años por el desierto, sin que vuestros vestidos hayan envejecido sobre vosotros ni vuestro calzado se haya gastado sobre vuestro pie. No comisteis pan, ni bebisteis vino ni sidra, para que supierais que yo soy el Señor, vuestro Dios. Cuando llegasteis a este lugar, salieron Sehón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, delante de nosotros para pelear; pero los derrotamos, conquistamos su tierra y se la dimos como heredad a Rubén, a Gad y a la media tribu de Manasés. Guardaréis, pues, las palabras de este pacto y las pondréis por obra, para que prosperéis en todo lo que hagáis. Todos vosotros estáis hoy en presencia del Señor, vuestro Dios: los cabezas de vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales, todos los hombres de Israel; vuestros niños, vuestras mujeres y los extranjeros que habitan en medio de tu campamento, desde el que corta tu leña hasta el que saca tu agua; para entrar en el pacto del Señor, tu Dios, que bajo juramento el Señor, tu Dios, concierta hoy contigo, a fin de confirmarte hoy como su pueblo y para que él sea tu Dios, de la manera que te ha dicho y como lo juró a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob. Y no solamente con vosotros hago yo este pacto y este juramento, sino con los que están aquí presentes hoy con nosotros delante del Señor, nuestro Dios, y con los que no están aquí hoy con nosotros. Porque vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto, y cómo hemos pasado en medio de las naciones por las que habéis transitado. Habéis visto sus abominaciones y los ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo. No sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy del Señor, nuestro Dios, para ir a servir a los dioses de esas naciones; no sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo y después de oír las palabras de esta maldición, él se congratule en su corazón, y diga: «Tendré paz, aunque ande en la dureza de mi corazón, puesto que con la embriaguez se aplaca la sed». No querrá el Señor perdonarlo, sino que entonces humeará la ira del Señor y su celo sobre ese hombre, se asentará sobre él toda maldición escrita en este libro y el Señor borrará su nombre de debajo del cielo. El Señor lo apartará de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley. Y las generaciones venideras, vuestros hijos que se levanten después de vosotros, y el extranjero que vendrá de lejanas tierras, cuando vean las plagas de aquella tierra y las enfermedades de que el Señor la habrá hecho enfermar, dirán: «Toda su tierra está quemada, no es más que azufre y sal; no será sembrada ni producirá, ni crecerá en ella hierba alguna, como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra, de Adma y de Zeboim, las cuales el Señor destruyó en su furor y en su ira». Más aún, todas las naciones preguntarán: «¿Por qué hizo esto el Señor a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira?». Entonces responderán: «Por cuanto dejaron el pacto del Señor, el Dios de sus padres, que él concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto; fueron a servir a dioses ajenos, y se inclinaron ante dioses que no conocían y que nada les habían dado. Por tanto, se encendió la ira del Señor contra esta tierra, para traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro. El Señor los desarraigó de su tierra con ira, con furor y con gran indignación, y los arrojó a otra tierra, como hoy se ve». Las cosas secretas pertenecen al Señor, nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta ley.

DEUTERONOMIO 29:1-29 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Estos son los términos del pacto que el Señor ordenó a Moisés hacer con los israelitas en el país de Moab, además del pacto que ya había hecho con ellos en el monte Horeb. Moisés reunió a todos los israelitas y les dijo: “Vosotros habéis visto todo lo que el Señor hizo en Egipto al faraón, a sus funcionarios y a todo su país, y sois testigos de esas grandes pruebas, señales y maravillas. Pero hasta ahora el Señor no os ha dado entendimiento ni os ha permitido comprender el significado de todo ello. Durante cuarenta años yo os he guiado por el desierto, y en ese tiempo no se ha envejecido vuestra ropa ni vuestro calzado. No habéis comido pan ni bebido vino ni licor, para que sepáis que el Señor es vuestro Dios. “Cuando llegamos a esta región, salieron a atacarnos Sihón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán; pero los derrotamos, nos apoderamos de su país y se lo dimos en propiedad a las tribus de Rubén y Gad y a la media tribu de Manasés. Por lo tanto, cumplid los términos de este pacto y ponedlos en práctica, para que os vaya bien en todo lo que hagáis. “Hoy estáis todos reunidos delante del Señor vuestro Dios: los jefes de vuestras tribus, los ancianos, los oficiales, todos los hombres de Israel, los niños, las mujeres y los extranjeros que viven entre vosotros, desde el leñador hasta el aguador, para comprometeros bajo juramento en el pacto que el Señor vuestro Dios hace hoy con vosotros. Hoy queda establecido que vosotros sois su pueblo y que él es vuestro Dios, como ya se lo había prometido a Abraham, Isaac y Jacob, vuestros antepasados. Pero no solo con vosotros hace el Señor este pacto y este juramento, sino también con los que no están hoy aquí con nosotros delante de él. Vosotros sabéis muy bien cómo hemos vivido en Egipto y de qué manera hemos tenido que pasar por las naciones que hemos encontrado en nuestro camino, donde hemos visto los falsos dioses y los despreciables ídolos de madera, piedra, plata y oro que esa gente adora. Que no haya entre vosotros hombre ni mujer, familia ni tribu que abandone hoy al Señor nuestro Dios por adorar a los dioses de esas naciones. Que ninguno de vosotros sea como una planta de raíz amarga y venenosa. “Si después de haber escuchado los términos de este juramento, alguno de vosotros se cree demasiado bueno y piensa: ‘Todo me ha de salir bien, aunque yo haga lo que me dé la gana’, él será la causa de la ruina de todos. El Señor no va a estar dispuesto a perdonarle, sino que descargará su ira y su indignación sobre ese hombre, y caerán sobre él todas las maldiciones anunciadas en este libro, y el Señor borrará de la tierra su descendencia. El Señor apartará de todas las tribus de Israel a ese hombre y le hará caer en desgracia, conforme a todas las maldiciones del pacto que está escrito en este libro de la ley. La generación futura, vuestros descendientes que han de venir después, así como los extranjeros que lleguen de países lejanos, verán las plagas y las enfermedades que el Señor enviará sobre esta tierra; verán que todo el país no es más que azufre, sal y tierra quemada. No se podrá sembrar en esa tierra, ni nada podrá producir; ni siquiera una hierba podrá crecer en ella, tal como sucedió en la destrucción de las ciudades de Sodoma, Gomorra, Admá y Seboím, las cuales destruyó el Señor en su ira y furor. “Entonces todo el mundo preguntará: ‘¿Por qué hizo esto el Señor con este país? ¿Por qué se encendió tanto su furor?’ Y la respuesta será: ‘Porque abandonaron el pacto que el Señor, el Dios de sus antepasados, hizo con ellos cuando los sacó de Egipto, y se fueron a rendir culto y a inclinarse ante otros dioses que no conocían y que nunca les habían dado nada. Por eso la ira del Señor se encendió contra esta tierra e hizo caer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro; y los arrojó de su país con ira, furor y gran indignación, echándolos a otros países, como está sucediendo ahora.’ “Hay cosas que no sabemos, esas pertenecen al Señor nuestro Dios; pero hay otras que nos han sido reveladas a nosotros y a nuestros hijos, para que las cumplamos siempre: todos los mandamientos de esta ley.

DEUTERONOMIO 29:1-29 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Estos son los términos del pacto que, por orden del SEÑOR, hizo Moisés en Moab con los israelitas, además del pacto que ya había hecho con ellos en Horeb. Moisés convocó a todos los israelitas y les dijo: «Vosotros visteis todo lo que el SEÑOR hizo en Egipto con el faraón y sus funcionarios, y con todo su país. Con vuestros propios ojos visteis aquellas grandes pruebas, señales y maravillas. Pero hasta este día el SEÑOR no os ha dado mente para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. Durante los cuarenta años que os guie a través del desierto, no se os desgastó la ropa ni el calzado. No comisteis pan ni bebisteis vino ni ninguna bebida fermentada. Esto lo hice para que supierais que yo soy el SEÑOR vuestro Dios. »Cuando llegasteis a este lugar, Sijón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron a pelear contra nosotros, pero los derrotamos. Tomamos su territorio y se lo dimos como herencia a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés. »Ahora, cumplid con cuidado las condiciones de este pacto para que prosperéis en todo lo que hagáis. Hoy estáis ante la presencia del SEÑOR vuestro Dios todos vosotros, vuestros líderes y vuestros jefes, vuestros ancianos y vuestros oficiales, y todos los hombres de Israel, junto con vuestros hijos y vuestras esposas, y los extranjeros que viven en vuestros campamentos, desde los que cortan la leña hasta los que acarrean el agua. Estáis aquí para hacer un pacto con el SEÑOR vuestro Dios, quien hoy lo establece con vosotros y lo sella con su juramento. De esta manera confirma hoy que vosotros sois su pueblo, y que él es vuestro Dios, según lo prometió y juró a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. El SEÑOR nuestro Dios afirma que no solo hace su pacto y su juramento con los que ahora estamos en su presencia, sino también con los que todavía no se encuentran entre nosotros. »Vosotros sabéis cómo fue nuestra vida en Egipto, y cómo avanzamos en medio de las naciones que encontramos en nuestro camino hasta aquí. Vosotros visteis entre ellos sus detestables imágenes e ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro. Aseguraos de que ningún hombre ni mujer, ni clan ni tribu entre vosotros, aparte hoy su corazón del SEÑOR nuestro Dios para ir a adorar a los dioses de esas naciones. Tened cuidado de que ninguno de vosotros sea como una raíz venenosa y amarga. »Si alguno de vosotros, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”, provocará la ruina de todos. El SEÑOR no lo perdonará. La ira y el celo de Dios arderán contra ese hombre. Todas las maldiciones escritas en este libro caerán sobre él, y el SEÑOR hará que desaparezca hasta el último de sus descendientes. El SEÑOR lo apartará de todas las tribus de Israel, para su desgracia, conforme a todas las maldiciones del pacto escritas en este libro de la ley. »Vuestros hijos y las generaciones futuras, y los extranjeros que vengan de países lejanos, verán las calamidades y enfermedades con que el SEÑOR habrá azotado esta tierra. Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará, y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el SEÑOR destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín. Todas las naciones preguntarán: “¿Por qué trató así el SEÑOR a esta tierra? ¿Por qué derramó con tanto ardor su furia sobre ella?” Y la respuesta será: “Porque este pueblo abandonó el pacto del Dios de sus padres, pacto que el SEÑOR hizo con ellos cuando los sacó de Egipto. Se fueron y adoraron a otros dioses; se inclinaron ante dioses que no conocían, dioses que no tenían por qué adorar. Por eso se encendió la ira del SEÑOR contra esta tierra, y derramó sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro. Y, como ahora podemos ver, con mucha furia y enojo el SEÑOR los arrancó de raíz de su tierra, y los arrojó a otro país”. »Lo secreto le pertenece al SEÑOR nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley.