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2 CRÓNICAS 24:1-27

2 CRÓNICAS 24:1-27 Reina Valera 2020 (RV2020)

Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cuarenta años. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. E hizo Joás lo recto ante los ojos del Señor todos los días del sacerdote Joiada. Este lo hizo casar con dos mujeres, y Joás engendró hijos e hijas. Después de esto, aconteció que Joás decidió restaurar la casa del Señor. Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: —Salid por las ciudades de Judá y recoged dinero de todo Israel, para que cada año sea reparada la casa de vuestro Dios; y vosotros poned diligencia en el asunto. Pero los levitas no fueron diligentes. Por lo cual el rey llamó al sumo sacerdote Joiada y le dijo: —¿Por qué no has procurado que los levitas traigan de Judá y de Jerusalén la ofrenda que Moisés, siervo del Señor, impuso a la congregación de Israel para el tabernáculo del testimonio? Pues la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los ídolos todas las cosas consagradas de la casa del Señor. Mandó, pues, el rey que hicieran un arca, la cual pusieron fuera, a la puerta de la casa del Señor; e hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que trajeran al Señor la ofrenda que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. Todos los jefes y todo el pueblo se gozaron, trajeron ofrendas y las echaron en el arca hasta llenarla. Y cuando llegaba el momento de llevar el arca al secretario del rey por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía el escriba del rey y el que estaba puesto por el sumo sacerdote, llevaban el arca, la vaciaban y la retornaban a su lugar. Así lo hacían de día en día, y recogían mucho dinero. Luego el rey y Joiada lo daban a los que hacían el trabajo del servicio de la casa del Señor. Estos contrataban canteros y carpinteros para que repararan la casa del Señor, y artífices en hierro y bronce para restaurar la Casa. Hacían, pues, los artesanos la obra, y con sus manos la obra quedó restaurada; restituyeron la casa de Dios a su antigua condición, y la consolidaron. Cuando la terminaron, trajeron al rey y a Joiada lo que quedaba del dinero, e hicieron de él utensilios para la casa del Señor, utensilios para el servicio, morteros, cucharas, vasos de oro y de plata. Y sacrificaron holocaustos continuamente en la casa del Señor durante todos los días de Joiada. Pero Joiada envejeció y murió lleno de días; tenía ciento treinta años cuando murió. Lo sepultaron en la Ciudad de David con los reyes, por cuanto había hecho el bien en Israel, con Dios y con su casa. Muerto Joiada, vinieron los príncipes de Judá y le ofrecieron obediencia al rey. El rey oyó sus consejos, y ellos abandonaron la casa del Señor, el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces, la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado. Y les envió profetas para que los hicieran volver al Señor, los cuales los amonestaron; pero ellos no los escucharon. Entonces el espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joiada, quien se puso en pie, en un lugar alto, y dijo al pueblo: —Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos del Señor? No os vendrá bien por ello, porque por haber dejado al Señor, él también os abandonará. Pero ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo en el patio de la casa del Señor. Así, el rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada, padre de Zacarías, había tenido con él, sino que mató a su hijo, quien dijo al morir: —¡El Señor lo vea y lo demande! Al cabo de un año, subió contra él el ejército de Siria, que invadió a Judá y a Jerusalén, mató de entre el pueblo a todos los principales, y envió todo el botín al rey de Damasco, pues aunque el ejército de Siria había venido con poca gente, el Señor entregó en sus manos un ejército muy numeroso, por cuanto habían abandonado al Señor, el Dios de sus padres. Así sufrió Joás el castigo merecido. Cuando se fueron los sirios, quedó agobiado por sus dolencias, y conspiraron contra él sus siervos, a causa de la sangre de los hijos de Joiada, el sacerdote, y lo hirieron en su cama, donde murió. Lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes. Los que conspiraron contra él fueron Zabad hijo de Simeat, el amonita, y Jozabad hijo de Simrit, el moabita. En lo tocante a los hijos de Joás, la multiplicación que hizo de las rentas y la restauración de la casa del Señor, está escrito en la historia del libro de los reyes. Y reinó en su lugar su hijo Amasías.

2 CRÓNICAS 24:1-27 La Palabra (versión española) (BLP)

Joás comenzó a reinar a los siete años y reinó en Jerusalén durante cuarenta años. Su madre se llamaba Sibiá y era de Berseba. Joás actuó correctamente ante el Señor durante toda la vida del sacerdote Joyadá. Este le proporcionó dos esposas con las que tuvo hijos e hijas. Algún tiempo después, Joás decidió restaurar el Templo del Señor. Reunió a sacerdotes y levitas y les dijo: —Recorred las ciudades de Judá y recaudad dinero de todo Israel para reparar todos los años el Templo de vuestro Dios. Y daos prisa. Pero los levitas no se dieron prisa. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joyadá y le dijo: —¿Por qué no te has preocupado de que los levitas cobrasen a Judá y a Jerusalén el tributo impuesto por Moisés, el siervo del Señor, y la asamblea de Israel con destino a la Tienda del testimonio? Porque la perversa Atalía y sus secuaces han destrozado el Templo de Dios y han dedicado a los baales todos los objetos consagrados del Templo. Y el rey mandó hacer un cofre para colocarlo en la puerta del Templo, por fuera; pregonando por Judá y Jerusalén que trajesen al Señor el tributo impuesto por Moisés, el siervo del Señor, a Israel en el desierto. Todos los jefes y el pueblo traían contentos el dinero y lo echaban en el cofre, hasta que se llenaba. Y cada vez que los levitas llevaban el cofre a la inspección real, si veían que había mucho dinero, venían el secretario real y el inspector del sumo sacerdote, vaciaban el cofre y lo colocaban de nuevo en su sitio. Repitiendo periódicamente la misma operación, recaudaban mucho dinero. Luego el rey y Joyadá lo entregaban a los maestros de obras al servicio del Templo del Señor, y estos contrataban canteros, carpinteros y artesanos herreros y broncistas para reparar el Templo del Señor. Los obreros trabajaron de firme e hicieron progresar las obras de restauración de tal manera, que restituyeron el Templo a su aspecto y solidez antiguos. Cuando terminaron devolvieron el resto del dinero al rey y a Joyadá, quienes mandaron hacer con él utensilios para el Templo: utensilios para el culto y los holocaustos, vasos y otros objetos de oro y plata. Y mientras vivió Joyadá se ofrecieron continuamente holocaustos en el Templo del Señor. Joyadá envejeció y murió de edad muy avanzada: cuando murió tenía ciento treinta años. Fue sepultado con los reyes en la ciudad de David, pues había hecho el bien en Israel, con Dios y con su Templo. Después de la muerte de Joyadá, los jefes de Judá vinieron a rendir homenaje al rey y el rey les prestó atención. Pero luego se desentendieron del Templo del Señor, Dios de sus antepasados, y dieron culto a los postes sagrados y a los ídolos, pecado que desencadenó la cólera divina contra Judá y Jerusalén. El Señor les envió profetas para hacerlos volver a él, pero no hicieron caso de sus advertencias. Zacarías, hijo del sacerdote Joyadá, investido del espíritu de Dios, se enfrentó al pueblo y dijo: —Esto dice Dios: ¿Por qué habéis transgredido los mandamientos del Señor? Nada ganaréis con ello, pues, por haberlo abandonado, el Señor os abandonará. Pero se confabularon contra él y, por orden del rey, lo apedrearon en el atrio del Templo del Señor. El rey Joás se olvidó de la lealtad que le había profesado Joyadá, padre de Zacarías, y asesinó a su hijo, que al morir dijo: —¡Que el Señor sea testigo y os pida cuentas! Al cabo de un año, el ejército sirio lo atacó, invadió Judá y Jerusalén y exterminó a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. Aunque el ejército sirio contaba con pocos efectivos, el Señor hizo caer en su poder a un gran ejército, por haber abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. Así hicieron justicia con Joás. Cuando los sirios se retiraron, dejándolo gravemente enfermo, sus súbditos conspiraron contra él en venganza por la muerte del hijo del sacerdote Joyadá, lo hirieron en su lecho y murió. Lo sepultaron en la ciudad de David, fuera del panteón real. Los conspiradores fueron Zabad, hijo de la amonita Simat, y Jozabat, hijo de la moabita Simrit. Lo relativo a sus hijos, a los numerosos tributos recibidos y a la restauración del Templo, está escrito en el comentario al Libro de los Reyes. Su hijo Amasías le sucedió como rey.

2 CRÓNICAS 24:1-27 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante cuarenta años. Su madre se llamaba Sibiá, y era de Beerseba. Los hechos de Joás fueron rectos a los ojos del Señor mientras vivió el sacerdote Joiadá. Joiadá lo casó con dos esposas, de las que Joás tuvo hijos e hijas. Algún tiempo después, Joás se propuso reparar el templo del Señor, para lo cual reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: “Salid por las ciudades de Judá y recoged dinero de todos los israelitas, para reparar cada año el templo de Dios. Daos prisa en este asunto.” Pero los levitas no se dieron prisa. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joiadá y le dijo: –¿Por qué no has procurado que los levitas traigan de Judá y Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del Señor, y la comunidad de Israel ordenaron recoger para la tienda del pacto? Porque Atalía, que era la maldad misma, y sus seguidores, habían penetrado en el templo de Dios y habían tomado para el culto de sus ídolos todos los objetos del templo del Señor. Entonces el rey mandó hacer un arca que colocaron junto a la puerta del templo del Señor, por fuera. Luego anunciaron por todo Judá y Jerusalén que se debía llevar al Señor la contribución que Moisés, el siervo del Señor, había ordenado a Israel en el desierto. Y todos los jefes y todo el pueblo acudieron con gusto a depositar su contribución en el arca, hasta llenarla. Los levitas llevaban el arca al rey, para que la examinara; y cuando veían que ya había bastante dinero, llegaban el cronista del rey y un inspector designado por el sumo sacerdote y vaciaban el arca, y luego la tomaban y la volvían a colocar en su lugar. Así lo hacían diariamente, y recogían mucho dinero. El rey y Joiadá entregaban ese dinero a los encargados de las obras del templo, para que contrataran canteros y carpinteros que reparasen el templo del Señor. También debían contratar oficiales que trabajaran el hierro y el bronce, para reparar el templo. Los encargados de las obras se pusieron a trabajar, y en sus manos progresó de tal modo la obra de reparación, que restauraron el templo de Dios según los planos originales y lo dejaron en buen estado. Cuando terminaron, llevaron al rey y a Joiadá el dinero sobrante, y con él mandaron hacer utensilios para el templo del Señor, tanto para los actos de culto como para los holocaustos, y cucharones y otros utensilios de oro y plata. Mientras vivió Joiadá, se ofrecieron continuamente holocaustos en el templo del Señor. Pero Joiadá envejeció, y siendo ya de edad muy avanzada, murió. Al morir tenía ciento treinta años; y lo enterraron en la Ciudad de David, junto con los reyes, porque se había portado bien con Israel, con Dios y con su templo. Después de la muerte de Joiadá, llegaron los jefes de Judá y rindieron homenaje al rey. Este se dejó aconsejar por ellos, y ellos abandonaron el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y dieron culto a las representaciones de Asera y a otros ídolos. Por este pecado, el Señor se enojó contra Judá y Jerusalén. Sin embargo, el Señor les envió profetas para hacer que se volvieran a él. Pero la gente no hizo caso a las amonestaciones de los profetas. Entonces Zacarías, hijo del sacerdote Joiadá, fue poseído por el espíritu de Dios, y puesto en pie en un lugar elevado dijo al pueblo: “Dios dice: ‘¿Por qué no obedecéis mis mandamientos? ¿Por qué os buscáis vosotros mismos vuestra desgracia? ¡Puesto que me habéis abandonado, yo también os abandonaré a vosotros!’ ” Pero ellos se pusieron de acuerdo contra él, y lo apedrearon por orden del rey en el atrio del templo del Señor. El rey Joás olvidó la lealtad que Joiadá, el padre de Zacarías, le había demostrado, y mató a Zacarías, su hijo, quien en el momento de morir exclamó: “¡Que el Señor vea esto y pida cuentas por ello!” En la primavera, el ejército sirio lanzó un ataque contra Joás, y después de avanzar hasta Judá y Jerusalén, exterminaron a todos los jefes de la nación, la saquearon y enviaron todo el botín al rey de Damasco. Solo había llegado un pequeño destacamento del ejército sirio, pero el Señor entregó en sus manos a un ejército muy numeroso, por haber abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. Así Joás sufrió el castigo merecido. Cuando los sirios se retiraron, dejándole gravemente enfermo, sus funcionarios tramaron una conspiración contra él para vengar el asesinato del hijo del sacerdote Joiadá, y lo mataron en su propia cama. Después lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el panteón real. Los de la conspiración contra él fueron el amonita Zabad, hijo de Simat, y el moabita Jozabad, hijo de Simrit. Lo que se refiere a los hijos de Joás, a las muchas profecías contra él y a su restauración del templo de Dios, todo está escrito en el comentario del libro de los reyes. Después reinó en su lugar su hijo Amasías.

2 CRÓNICAS 24:1-27 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Joás tenía siete años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre era Sibia, oriunda de Berseba. Mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al SEÑOR. Joyadá eligió dos esposas para Joás, y con ellas Joás tuvo hijos e hijas. Algún tiempo después, Joás decidió reparar el templo del SEÑOR. Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: «Id por las ciudades de Judá y recoged dinero de todos los israelitas, para reparar cada año el templo de vuestro Dios. Hacedlo inmediatamente». Sin embargo, los levitas fueron negligentes. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joyadá y le dijo: «¿Por qué no has presionado a los levitas para que vayan y recojan en Judá y en Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del SEÑOR, y la asamblea de Israel impusieron para la Tienda del pacto?» Resulta que la malvada Atalía y sus hijos habían destrozado el templo de Dios, y hasta habían ofrecido a los baales los objetos sagrados del templo del SEÑOR. Por eso el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara fuera, junto a la puerta del templo del SEÑOR. Luego mandó que se pregonara por Judá y Jerusalén que trajeran al SEÑOR la contribución que Moisés, siervo de Dios, había ordenado a Israel en el desierto. Todos los jefes y todo el pueblo llevaron alegremente sus contribuciones, y las depositaron en el cofre hasta llenarlo. Los levitas llevaban el cofre a los funcionarios del rey, para que lo examinaran. Cuando veían que había mucho dinero, se presentaban el secretario real y un oficial nombrado por el sumo sacerdote y, después de vaciar el cofre, volvían a colocarlo en su lugar. Esto lo hacían todos los días, y así recogieron mucho dinero. El rey y Joyadá entregaban el dinero a los que supervisaban la restauración del templo del SEÑOR, y estos contrataban canteros, carpinteros y expertos en el manejo del hierro y del bronce, para repararlo. Los supervisores de la restauración trabajaron diligentemente hasta terminar la obra. Repararon el templo de Dios y lo dejaron en buen estado y conforme al diseño original. Cuando terminaron, le llevaron al rey y a Joyadá el dinero que sobró, y estos lo utilizaron para hacer utensilios para el templo del SEÑOR: utensilios para el culto y para los holocaustos, y cucharones y vasos de oro y de plata. Todos los días, mientras Joyadá vivió, se ofrecieron holocaustos en el templo del SEÑOR. Pero Joyadá envejeció, y murió muy anciano. Cuando murió, tenía ciento treinta años. Fue sepultado junto con los reyes en la Ciudad de David, porque había servido bien a Israel y a Dios y su templo. Después de que Joyadá murió, los jefes de Judá se presentaron ante el rey para rendirle homenaje, y él escuchó sus consejos. Abandonaron el templo del SEÑOR, Dios de sus antepasados, y adoraron las imágenes de Aserá y de los ídolos. Debido a este pecado, la ira de Dios cayó sobre Judá y Jerusalén. El SEÑOR les envió profetas para que los exhortaran a volver a él, pero no les hicieron caso. El Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joyadá, y este, presentándose ante el pueblo, declaró: «Así dice Dios el SEÑOR: ¿Por qué desobedecéis mis mandamientos? De ese modo no prosperaréis. Como me habéis abandonado, yo también os abandonaré». Pero ellos conspiraron contra Zacarías hijo de Joyadá y, por orden del rey, lo mataron a pedradas en el atrio del templo del SEÑOR. Así fue como el rey Joás no tomó en cuenta la bondad de Joyadá y mató a Zacarías, quien al morir dijo: «¡Que el SEÑOR vea esto y te juzgue!» Al cabo de un año, las tropas sirias marcharon contra Joás, invadieron Judá y Jerusalén y, después de matar a los jefes del pueblo, enviaron todo el botín al rey de Damasco. Aunque el ejército sirio era pequeño, el SEÑOR permitió que derrotara a un ejército muy numeroso, porque los habitantes de Judá habían abandonado al SEÑOR, Dios de sus antepasados. De esta manera, Joás recibió el castigo que merecía. Cuando los sirios se retiraron, dejando a Joás gravemente herido, sus siervos conspiraron contra él y lo mataron en su propia cama, vengando así la muerte del hijo del sacerdote Joyadá. Luego lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en el panteón de los reyes. Los que conspiraron contra Joás fueron Zabad, hijo de Simat el amonita, y Jozabad, hijo de Simrit el moabita. Todo lo relacionado con los hijos de Joás, con las muchas profecías en su contra y con la restauración del templo de Dios, está escrito en el comentario sobre el libro de los reyes. Su hijo Amasías le sucedió en el trono.