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LUCAS 6:1-49

LUCAS 6:1-49 Reina Valera 2020 (RV2020)

Un sábado pasaba Jesús por los sembrados y sus discípulos arrancaban espigas, las desgranaban con las manos y se las comían. Entonces les dijeron algunos de los fariseos: —¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? Les respondió Jesús: —¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David cuando él y los que con él estaban sintieron hambre? ¿Cómo entró en la casa de Dios y tomó los panes de la proposición, y comió de ellos, algo que no estaba permitido hacer a nadie, sino solamente a los sacerdotes, y dio también a los que estaban con el? Y añadió: —El Hijo del Hombre es Señor aun del sábado. Aconteció también otro sábado que entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar. Allí estaba también un hombre que tenía atrofiada la mano derecha. Los escribas y los fariseos acechaban a Jesús para ver si en sábado le sanaría y tener así un motivo para acusarle. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, dijo al hombre de la mano atrofiada: —Ponte de pie ahí en medio. El hombre se puso de pie. Entonces Jesús les dijo: —Os preguntaré una cosa: ¿Está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal? ¿Salvar la vida o quitarla? Y mirando a todos los que le rodeaban dijo al hombre: —Extiende tu mano. Él lo hizo y su mano recobró la movilidad. Los escribas y fariseos, enfurecidos, se preguntaban qué podrían hacer contra Jesús. En aquellos días subió al monte y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro; a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; a Mateo, a Tomás y a Jacobo, hijo de Alfeo; a Simón, llamado Zelote; a Judas, hermano de Jacobo, y a Judas Iscariote, el traidor. Descendió con ellos del monte y se detuvo en un lugar llano. Junto a ellos había muchos de sus discípulos y una gran multitud de gentes de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades. También sanó a quienes habían sido atormentados por espíritus inmundos. Todo el mundo procuraba tocarle porque salía de él un poder que sanaba a todos. Y Jesús, dirigiendo su mirada hacia los discípulos, decía: —Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los demás os odien y os excluyan, os insulten e infamen vuestro nombre por causa del Hijo del Hombre. Gozaos y alegraos en ese día pues vuestra recompensa es grande en los cielos. Así hacían también sus antepasados con los profetas. Mas ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque os lamentaréis y lloraréis. ¡Ay de vosotros, cuando todo el mundo os alabe!, porque así hacían sus antepasados con los falsos profetas. Mas a vosotros, que me escucháis, os digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra. Al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale. Al que tome lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva. Y así como queréis que hagan los demás con vosotros, también haced vosotros con ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis? Los pecadores también hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores con la esperanza de recibir de ellos otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada a cambio. Así obtendréis gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno incluso con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos como también vuestro Padre lo es. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: medida buena, apretada, remecida y rebosante os revertirá en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís os medirán. Les dijo también una parábola: —¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no es superior a su maestro, pero todo discípulo bien preparado puede ser como su maestro. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo te atreves a decir a tu hermano: «Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo»? Hipócrita, saca primero la viga que está en el tuyo. Entonces podrás sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. Ningún árbol bueno produce frutos malos, ni tampoco un árbol malo produce frutos buenos. Porque cada árbol se conoce por su fruto: No se cogen higos de los espinos ni de las zarzas se vendimian uvas. Del hombre bueno, como su corazón es rico en bondad, brota el bien, sin embargo, del hombre malo, como su corazón es rico en maldad, solo brota el mal; porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué me llamáis «Señor, Señor» y no hacéis lo que yo digo? Os indicaré a quién se asemeja aquel que viene a mí, oye mis palabras y actúa en consecuencia. Es semejante al hombre que al edificar una casa cavó y ahondó y puso el cimiento sobre roca. Cuando vino una crecida, el río golpeó con ímpetu contra aquella casa, pero no pudo moverla porque estaba fundada sobre roca. Pero el que oyó mis palabras y no actuó en consecuencia es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento sólido. El río batió con ímpetu contra ella, la derribó y la dejó completamente en ruinas.

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LUCAS 6:1-49 La Palabra (versión española) (BLP)

Un sábado iba Jesús paseando por entre unos sembrados. Sus discípulos se pusieron a arrancar espigas y a comérselas desgranándolas entre las manos. Algunos fariseos dijeron: —¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? Jesús les contestó: —¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, comió de ellos, algo que no estaba permitido hacer a nadie, sino solamente a los sacerdotes. Y dio también a quienes lo acompañaban. Y Jesús añadió: —¡El Hijo del hombre es Señor del sábado! Otro sábado entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía atrofiada la mano derecha. Los maestros de la ley y los fariseos, que estaban buscando un motivo para acusar a Jesús, se pusieron al acecho a ver si lo curaba, a pesar de ser sábado. Jesús, que sabía lo que estaban pensando, dijo al hombre de la mano atrofiada: —Ponte de pie ahí en medio. Él se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús dijo a los otros: —Voy a haceros una pregunta: ¿Está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal? ¿Salvar una vida o dejarla perder? Y mirándolos a todos, dijo al hombre: —Extiende tu mano. Él la extendió, y la mano recuperó el movimiento. Ellos, sin embargo, llenos de furor, se preguntaban unos a otros qué podrían hacer contra Jesús. Por aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó apóstoles. Fueron estos: Simón, al que llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, y Simón, el llamado Zelote; Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Jesús bajó con ellos del monte hasta un lugar llano. Los acompañaba también un gran número de discípulos y mucha gente procedente de todo el territorio judío, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Acudían a escucharlo y a que los curase de sus enfermedades. También curaba a los que estaban poseídos por espíritus impuros. Todo el mundo quería tocar a Jesús, porque de él salía una fuerza que los curaba a todos. Entonces Jesús, mirando a sus discípulos, les dijo: —Felices vosotros los pobres, porque el reino de Dios es vuestro. Felices vosotros los que ahora tenéis hambre, porque Dios os saciará. Felices vosotros los que ahora lloráis, porque después reiréis. Felices vosotros cuando los demás os odien, os echen de su lado, os insulten y proscriban vuestro nombre como infame por causa del Hijo del hombre. Alegraos y saltad de gozo cuando llegue ese momento, porque en el cielo os espera una gran recompensa. Así también maltrataron los antepasados de esta gente a los profetas. En cambio, ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido el consuelo que os correspondía! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis saciados, porque vais a pasar hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a tener dolor y llanto! ¡Ay de vosotros cuando todo el mundo os alabe, porque eso es lo que hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas! Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos y portaos bien con los que os odian. Bendecid a los que os maldicen y orad por los que os injurian. Si alguno te golpea en una mejilla, ofrécele también la otra. Si alguno quiere quitarte el manto, dale hasta la túnica. A quien te pida, dale, y a quien te quite algo tuyo, no se lo reclames. Portaos con los demás como queréis que los demás se porten con vosotros. Porque si solamente amáis a los que os aman, ¿cuál es vuestro mérito? ¡También los malos se comportan así! Y si solamente os portáis bien con quienes se portan bien con vosotros, ¿cuál es vuestro mérito? ¡Eso también lo hacen los malos! Y si solamente prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir algo a cambio, ¿cuál es vuestro mérito? ¡También los malos prestan a los malos con la esperanza de recibir de ellos otro tanto! Vosotros, por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio. De este modo tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Dios Altísimo, que es bondadoso incluso con los desagradecidos y los malos. Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo. No juzguéis a nadie, y tampoco Dios os juzgará. No condenéis a nadie, y tampoco Dios os condenará. Perdonad, y Dios os perdonará. Dad, y Dios os dará: él llenará hasta los bordes y hará que rebose vuestra bolsa. Os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás. Jesús siguió hablando por medio de ejemplos: —¿Cómo puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Ningún discípulo es más que su maestro, aunque un discípulo bien preparado podría igualar a su maestro. ¿Por qué miras la brizna que tiene tu hermano en su ojo y no te fijas en el tronco que tú mismo tienes en el tuyo? ¿Cómo podrás decirle a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la brizna que tienes en el ojo», cuando no ves el tronco que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero el tronco de tu ojo, y entonces podrás ver con claridad para sacar la brizna del ojo de tu hermano! Ningún árbol sano da mal fruto, como tampoco el árbol enfermo da buen fruto. Por el fruto se conoce el árbol. No pueden recogerse higos de los espinos, ni pueden vendimiarse uvas de las zarzas. Del que es bueno, como su corazón es rico en bondad, brota el bien; y del que es malo, como es rico en maldad, brota el mal. Porque su boca habla de lo que rebosa el corazón. ¿Por qué me invocáis «Señor, Señor» y no hacéis lo que os digo? Todo aquel que viene a mí, que oye mis palabras y actúa en consecuencia, puede compararse a un hombre que para construir una casa cavó primero profundamente y puso los cimientos sobre la roca viva. Cuando luego se desbordó el río y se produjo una inundación, aquella casa resistió el embate de las aguas, porque estaba bien construida. En cambio, todo aquel que me oye, pero no actúa en consecuencia, puede compararse a un hombre que construyó una casa sin cimientos, sobre el suelo. Cuando el río se precipitó sobre ella, se vino abajo al instante y fue grande su ruina.

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LUCAS 6:1-49 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Un sábado pasaba Jesús entre los sembrados. Sus discípulos arrancaban espigas de trigo, las desgranaban entre las manos y se comían los granos. Entonces algunos fariseos les preguntaron: –¿Por qué hacéis algo que no está permitido en sábado? Jesús les contestó: –¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y tomó los panes consagrados, comió de ellos y dio también a sus compañeros, a pesar de que solamente a los sacerdotes les estaba permitido comer de aquel pan. Y añadió: –El Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado. Sucedió que otro sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había en ella un hombre que tenía la mano derecha tullida; y los maestros de la ley y los fariseos espiaban a Jesús, por ver si lo sanaría en sábado y tener así algún pretexto para acusarle. Pero él, sabiendo lo que estaban pensando, dijo al hombre de la mano tullida: –Levántate y ponte ahí en medio. El hombre se levantó y se puso de pie, y Jesús dijo a los demás: –Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla? Luego miró a todos los que le rodeaban y dijo a aquel hombre: –Extiende la mano. El hombre la extendió y su mano quedó sana. Pero los demás se llenaron de ira y comenzaron a discutir lo que podrían hacer contra Jesús. Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales llamó apóstoles. Estos fueron: Simón, a quien puso también el nombre de Pedro; Andrés, hermano de Simón; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo; Simón el celote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que traicionó a Jesús. Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido para oir a Jesús y para que los curase de sus enfermedades. Los que sufrían a causa de espíritus impuros, también quedaban sanados. Así que toda la gente quería tocar a Jesús, porque los sanaba a todos con el poder que de él salía. Jesús miró a sus discípulos y les dijo: “Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece. “Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos. “Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis. “Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre. Alegraos mucho, llenaos de gozo en aquel día, porque recibiréis un gran premio en el cielo; pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas. “Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría! “¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque tendréis hambre! “¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a llorar de tristeza! “¡Ay de vosotros cuando todos os alaben, porque así hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas! “Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os insultan. Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite la capa déjale que se lleve también tu túnica. Al que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Haced con los demás como queréis que los demás hagan con vosotros. “Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los pecadores se portan así! Y si hacéis bien solamente a quienes os hacen bien a vosotros, ¿qué tiene de extraordinario? ¡También los pecadores se portan así! Y si dais prestado sólo a aquellos de quienes pensáis recibir algo, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡También los pecadores se prestan entre sí esperando recibir unos de otros! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y dad prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo. “No juzguéis a nadie y Dios no os juzgará a vosotros. No condenéis a nadie y Dios no os condenará. Perdonad y Dios os perdonará. Dad a otros y Dios os dará a vosotros: llenará vuestra bolsa con una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás.” Jesús les puso esta comparación: “¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo? El discípulo no es más que su maestro: solo cuando termine su aprendizaje llegará a ser como su maestro. “¿Por qué miras la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu ojo y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. “No hay árbol bueno que dé mal fruto ni árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos ni se vendimian uvas de las zarzas. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que rebosa su corazón, habla su boca. “¿Por qué me llamáis ‘Señor, Señor’ y no hacéis lo que yo os digo? Voy a deciros a quién se parece aquel que viene a mí, y me oye y hace lo que digo: se parece a un hombre que para construir una casa cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando creció el río, el agua dio con fuerza contra la casa, pero no pudo moverla porque estaba bien construida. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo se parece a un hombre que construyó su casa sobre la tierra, sin cimientos; y cuando el río creció y dio con fuerza contra ella, se derrumbó y quedó completamente destruida.”

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LUCAS 6:1-49 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo, y las desgranaban para comérselas. Por eso algunos de los fariseos les dijeron: ―¿Por qué hacéis lo que está prohibido hacer en sábado? Jesús les contestó: ―¿Nunca habéis leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y, tomando los panes consagrados a Dios, comió lo que solo a los sacerdotes les está permitido comer. Y dio también a sus compañeros. Entonces añadió: ―El Hijo del hombre es Señor del sábado. Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada; así que los maestros de la ley y los fariseos, buscando un motivo para acusar a Jesús, no le quitaban la vista de encima para ver si sanaba en sábado. Pero Jesús, que sabía lo que estaban pensando, dijo al hombre de la mano paralizada: ―Levántate y ponte frente a todos. Así que el hombre se puso de pie. Entonces Jesús dijo a los otros: ―Voy a haceros una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla? Jesús se quedó mirando a todos los que lo rodeaban, y dijo al hombre: ―Extiende la mano. Así lo hizo, y la mano quedó restablecida. Pero ellos se enfurecieron y comenzaron a discutir qué podrían hacer contra Jesús. Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Al llegar la mañana, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles: Simón (a quien llamó Pedro), su hermano Andrés, Jacobo, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón, al que llamaban el Zelote, Judas hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor. Bajó con ellos y se detuvo en un llano. Había allí una gran multitud de sus discípulos y mucha gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón, que habían llegado para escucharlo y para que los sanara de sus enfermedades. Los que eran atormentados por espíritus malignos quedaban liberados; así que toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos. Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece. Dichosos vosotros que ahora pasáis hambre, porque seréis saciados. Dichosos vosotros que ahora lloráis, porque habréis de reír. Dichosos vosotros cuando os odien, cuando os discriminen, os insulten y os desprestigien por causa del Hijo del hombre. »Alegraos en aquel día y saltad de gozo, pues os espera una gran recompensa en el cielo. Daos cuenta de que así trataron a los profetas los antepasados de esta gente. »Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis saciados, porque sabréis lo que es pasar hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque sabréis lo que es derramar lágrimas! ¡Ay de vosotros cuando todos os elogien! Daos cuenta de que así trataron a los falsos profetas los antepasados de esta gente. »Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a quienes os odian, bendecid a quienes os maldicen, orad por quienes os maltratan. Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita la camisa, no le impidas que se lleve también la capa. Dale a todo el que te pida y, si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás tal y como queréis que ellos os traten a vosotros. »¿Qué mérito tenéis al amar a quienes os aman? Aun los pecadores hacen así. ¿Y qué mérito tenéis al hacer bien a quienes os hacen bien? Aun los pecadores actúan así. ¿Y qué mérito tenéis al dar prestado a quienes pueden corresponderos? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato. Vosotros, por el contrario, amad a vuestros enemigos, hacedles bien y dadles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados. Sed compasivos, así como vuestro Padre es compasivo. »No juzguéis, y no se os juzgará. No condenéis, y no se os condenará. Perdonad, y se os perdonará. Dad, y se os dará: se os pondrá en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midáis a otros se os medirá a vosotros». También les contó esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro. »¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano. »Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo. A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca. »¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que os digo? Voy a deciros a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que, cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible».

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