LAMENTACIONES 3:37-58
LAMENTACIONES 3:37-58 Reina Valera 2020 (RV2020)
¿Quién puede decir que algo sucede sin que el Señor lo mande? ¿Acaso no proceden de la boca del Altísimo los bienes y los males? ¿Por qué se lamenta el hombre, si está vivo a pesar de su pecado? Escudriñemos nuestros caminos, busquemos y volvámonos al Señor; levantemos corazón y manos al Dios de los cielos. Nosotros nos rebelamos y fuimos desleales, y tú no perdonaste. Desplegada tu ira, nos perseguiste; mataste, y no perdonaste; te ocultaste en una nube para que no te llegara nuestra oración; nos convertiste en oprobio y abominación en medio de los pueblos. Todos nuestros enemigos abrieron su boca contra nosotros; Temor y lazo vinieron sobre nosotros, asolamiento y quebranto. Ríos de lágrimas brotan de mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Mis ojos destilan sin cesar, porque no habrá alivio hasta que el Señor mire y vea desde los cielos. Mis ojos me han entristecido el alma a causa de todas las hijas de mi ciudad. Mis enemigos, sin tener por qué, me han dado caza como a un ave; me ataron vivo en una cisterna, y la cerraron con una piedra. Las aguas cubrieron mi cabeza, y dije: «¡Muerto soy!». Señor, tu nombre invoqué desde la cárcel profunda, y oíste mi voz. ¡No escondas tu oído del clamor de mis suspiros!, pues te acercaste el día que te invoqué y dijiste: «No temas». Abogaste, Señor, la causa de mi alma, redimiste mi vida.
LAMENTACIONES 3:37-58 La Palabra (versión española) (BLP)
¿Quién dice algo y sucede si mi Dios no lo ha ordenado? ¿No salen males y bienes de la boca del Altísimo? ¿Por qué alguno se lamenta, si vive aunque haya pecado? Revisemos nuestras sendas y volvamos al Señor. Alcemos al Dios del cielo nuestras plegarias sinceras. Fuimos rebeldes e infieles, ¡por eso no perdonaste! Airado nos perseguiste, nos mataste sin piedad. Te ocultaste en una nube para no escuchar las súplicas. Nos convertiste en basura y desecho entre los pueblos. Nos provocan con insultos todos nuestros enemigos. Miedo y pánico es lo nuestro, desolación y fracaso. Mis ojos son ríos de lágrimas por la capital en ruinas. Mis ojos lloran sin tregua y no sentirán alivio hasta que el Señor se asome y mire desde los cielos. Siento dolor en mis ojos por mi ciudad y sus hijas. Los que me odian sin motivo me cazaron como a un pájaro. Me arrojaron vivo a un pozo, echándome encima piedras. Me sumergieron las aguas y me dije: «¡Estoy perdido!». Invoqué, Señor, tu nombre desde lo hondo del pozo. ¡Escucha mi voz, no cierres tu oído al grito de auxilio! Cuando llamé te acercaste y me dijiste: «¡No temas!». Me has defendido, Dios mío, y me has salvado la vida.
LAMENTACIONES 3:37-58 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando algo se dice, cuando algo ocurre, es porque el Señor lo ha ordenado. Tanto los bienes como los males vienen porque el Altísimo así lo dispone. Siendo el hombre un pecador, ¿de qué se queja en esta vida? Reflexionemos seriamente en nuestra conducta y volvamos nuevamente al Señor. Elevemos al Dios del cielo nuestros pensamientos y oraciones. Nosotros pecamos y fuimos rebeldes, y tú no perdonaste. Nos rodeaste con tu furia, nos perseguiste, ¡nos quitaste la vida sin miramientos! Te envolviste en una nube para no escuchar nuestros ruegos. Nos has tratado como a vil basura delante de toda la gente. Todos nuestros enemigos abren la boca en contra nuestra; temores, trampas, destrucción y ruina, ¡eso es lo que nos ha tocado! Ríos de lágrimas brotan de mis ojos ante la destrucción de mi amada ciudad. Lloran mis ojos sin descanso, pues no habrá alivio hasta que el Señor del cielo nos mire desde lo alto. Me duelen los ojos hasta el alma, por lo ocurrido a las hijas de mi ciudad. Sin tener motivo alguno, mis enemigos me han cazado como a un ave; me enterraron vivo en un pozo y taparon la boca con una piedra. El agua me ha cubierto por completo, y he pensado: “Estoy perdido.” Yo, Señor, invoco tu nombre desde lo más profundo del pozo; y tú oyes mi voz y no dejas de escuchar mis ruegos. El día que te llamo, vienes a mí y me dices: “No tengas miedo.” Tú me defiendes, Señor, en mi lucha; tú rescatas mi vida.
LAMENTACIONES 3:37-58 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
¿Quién puede anunciar algo y hacerlo realidad sin que el Señor dé la orden? ¿No es acaso por mandato del Altísimo por lo que acontece lo bueno y lo malo? ¿Por qué habría de quejarse en vida quien es castigado por sus pecados? Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del SEÑOR. Elevemos al Dios de los cielos nuestro corazón y nuestras manos. Hemos pecado, hemos sido rebeldes, y tú no has querido perdonarnos. Ardiendo en ira nos persigues; nos masacras sin piedad. Te envuelves en una nube para no escuchar nuestra oración. Como a escoria despreciable, nos has arrojado entre las naciones. Todos nuestros enemigos abren la boca para hablar mal de nosotros. Hemos sufrido terrores, caídas, ruina y destrucción. Ríos de lágrimas corren por mis mejillas porque ha sido destruida la capital de mi pueblo. Se inundarán de lágrimas mis ojos, sin cesar y sin consuelo, hasta que desde el cielo el SEÑOR se digne mirarnos. Me duele en lo más profundo del alma ver sufrir a las mujeres de mi ciudad. Mis enemigos me persiguen sin razón, y quieren atraparme como a un ave. Me quieren enterrar vivo y taparme con piedras la salida. Las aguas me han cubierto la cabeza; parece que me ha llegado el fin. Desde lo más profundo de la fosa invoqué, SEÑOR, tu nombre, y tú escuchaste mi plegaria; no cerraste tus oídos a mi clamor. Te invoqué, y viniste a mí; «No temas», me dijiste. Tú, Señor, te pusiste de mi parte y me salvaste la vida.