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JUAN 11:32-57

JUAN 11:32-57 Reina Valera 2020 (RV2020)

María llegó al lugar donde estaba Jesús y al verle se arrojó a sus pies y le dijo: —Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Jesús entonces, viendo llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se sintió hondamente conmovido y, con su espíritu turbado, le preguntó: —¿Dónde le habéis puesto? Le respondieron: —Ven a verlo, Señor. Jesús lloró. Los judíos entonces decían: —¡Mirad cuánto le amaba! Y algunos de ellos se preguntaban: —Quien dio vista al ciego ¿no podía haber evitado también la muerte de Lázaro? Jesús, de nuevo profundamente conmovido, se acercó al sepulcro. Era una cueva, y la entrada estaba tapada con una piedra. Dijo Jesús: —Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le advirtió: —Señor, tiene que oler ya, pues lleva cuatro días sepultado. Jesús le contestó: —¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron la piedra del sepulcro y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: —Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero he dicho esto por la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y a continuación clamó a gran voz: —¡Lázaro, sal afuera! Y el que había muerto salió con las manos y los pies atados con vendas y con el rostro envuelto en un sudario. Jesús ordenó: —Desatadlo y dejadlo andar. Muchos de los judíos que habían acompañado a María y vieron lo que Jesús había hecho creyeron en él. Sin embargo, algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el Concilio y dijeron: —¿Qué haremos? Este hombre hace muchas señales. Si no actuamos, todos creerán en él e intervendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces, Caifás, perteneciente al Consejo y sumo sacerdote aquel año, les dijo: —Ignorantes, ¿no os dais cuenta de que es preferible que muera uno solo por el pueblo a que toda la nación sea destruida? En realidad, Caifás no hizo esta propuesta por su propia cuenta, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación. Y no solamente por la nación judía, sino también para congregar en un solo pueblo a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de aquel momento acordaron matarlo. Por eso Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de Judea a una ciudad llamada Efraín, situada en la región contigua al desierto. En ella se quedó con sus discípulos. Como estaba próxima la pascua de los judíos, muchos de aquella región fueron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y en el templo se preguntaban unos a otros: —¿Qué pensáis? ¿Vendrá o no vendrá a la fiesta? Los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno se enteraba del lugar donde estaba informara de ello para arrestarlo.

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JUAN 11:32-57 La Palabra (versión española) (BLP)

Cuando María llegó al lugar donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y exclamó: —Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús, al verla llorar a ella y a los judíos que la acompañaban, lanzó un suspiro y, profundamente emocionado, preguntó: —¿Dónde lo habéis sepultado? Ellos contestaron: —Ven a verlo, Señor. Jesús se echó a llorar, y los judíos allí presentes comentaban: —Bien se ve que lo quería de verdad. Pero algunos dijeron: —Y este, que dio vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para evitar la muerte de su amigo? Jesús, de nuevo profundamente emocionado, se acercó a la tumba. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús les ordenó: —Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le advirtió: —Señor, tiene que oler ya, pues lleva sepultado cuatro días. Jesús le contestó: —¿No te he dicho que, si tienes fe, verás la gloria de Dios? Quitaron, pues, la piedra y Jesús, mirando al cielo, exclamó: —Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que me escuchas siempre; si me expreso así, es por los que están aquí, para que crean que tú me has enviado. Dicho esto, exclamó con voz potente: —¡Lázaro, sal afuera! Y salió el muerto con las manos y los pies ligados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: —Quitadle las vendas y dejadlo andar. Al ver lo que había hecho Jesús, muchos de los judíos que habían ido a visitar a María creyeron en él. Otros, sin embargo, fueron a contar a los fariseos lo que Jesús acababa de hacer. Entonces, los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron una reunión urgente del Consejo Supremo donde acordaron: —Es necesario tomar alguna medida ya que este hombre está haciendo muchas cosas sorprendentes. Si dejamos que continúe así, todo el mundo va a creer en él, con lo que las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán nuestro Templo y nuestra nación. Uno de ellos llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, se explicó así: —Si fuerais perspicaces, os daríais cuenta de que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo a que toda la nación sea destruida. En realidad, Caifás no hizo esta propuesta por su propia cuenta, sino que, por ocupar el cargo de sumo sacerdote aquel año, anunció en nombre de Dios que Jesús iba a morir por la nación. Y no solamente por la nación judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos. A partir de aquel momento, tomaron el acuerdo de dar muerte a Jesús. Por este motivo, Jesús dejó de andar públicamente entre los judíos. Abandonó la región de Judea y se encaminó a un pueblo llamado Efraín, cercano al desierto. Allí se quedó con sus discípulos durante algún tiempo. Estaba próxima la fiesta judía de la Pascua. Ya antes de la fiesta era mucha la gente que subía a Jerusalén desde las distintas regiones del país para cumplir los ritos de la purificación. Como buscaban a Jesús, se preguntaban unos a otros al encontrarse en el Templo: —¿Qué os parece? ¿Vendrá o no vendrá a la fiesta? Los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes terminantes de que, si alguien sabía dónde se encontraba Jesús, les informara para apresarlo.

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JUAN 11:32-57 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo: –Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se sintió profundamente triste y conmovido, y les preguntó: –¿Dónde lo habéis sepultado? Le dijeron: –Señor, ven a verlo. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron entonces: –¡Mirad cuánto le quería! Pero algunos decían: –Este, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriese? Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó al sepulcro. Era una cueva que tenía la entrada tapada con una piedra. Jesús dijo: –Quitad la piedra. Marta, la hermana del muerto, le dijo: –Señor, seguramente huele mal, porque hace cuatro días que murió. Jesús le contestó: –¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo: –Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero digo esto por el bien de los que están aquí, para que crean que tú me has enviado. Habiendo hablado así, gritó con voz fuerte: –¡Lázaro, sal de ahí! Y el muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas y envuelta la cara en un lienzo. Jesús les dijo: –Desatadlo y dejadle ir. Al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María. Pero algunos fueron a contar a los fariseos lo hecho por Jesús. Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes, reunidos con la Junta Suprema, dijeron: –¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación. Pero uno de ellos llamado Caifás, sumo sacerdote aquel año, les dijo: –Vosotros no sabéis nada. No os dais cuenta de que es mejor para vosotros que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida. Pero Caifás no habló así por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús había de morir por la nación judía, y no solo por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos. Desde aquel día, las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús. Por eso, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó de la región de Judea a un lugar cercano al desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos. Faltaba poco para la fiesta de la Pascua de los judíos, y mucha gente de los pueblos se dirigía a Jerusalén, a celebrar antes de la Pascua los ritos de purificación. Andaban buscando a Jesús, y se preguntaban unos a otros en el templo: –¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta, o no? Los fariseos y los jefes de los sacerdotes habían dado orden de que, si alguien sabía dónde estaba Jesús, lo dijera, para poder apresarle.

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JUAN 11:32-57 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo: ―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente. ―¿Dónde lo habéis puesto? —preguntó. ―Ven a verlo, Señor —le respondieron. Jesús lloró. ―¡Mirad cuánto lo quería! —dijeron los judíos. Pero algunos de ellos comentaban: ―Este, que abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera? Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra. ―Quitad la piedra —ordenó Jesús. Marta, la hermana del difunto, objetó: ―Señor, ya debe de oler mal, pues lleva cuatro días allí. ―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —contestó Jesús. Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: ―Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste. Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: ―¡Lázaro, sal fuera! El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. ―Quitadle las vendas y dejad que se vaya —les dijo Jesús. Muchos de los judíos que habían ido a ver a María y que habían presenciado lo hecho por Jesús creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron una reunión del Consejo. ―¿Qué vamos a hacer? —dijeron—. Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación. Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo: ―¡No sabéis nada en absoluto! No entendéis que os conviene más que muera un solo hombre por el pueblo, y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía, y no solo por esa nación, sino también por los hijos de Dios que estaban dispersos, para congregarlos y unificarlos. Así que desde ese día convinieron en quitarle la vida. Por eso Jesús ya no andaba en público entre los judíos. Se retiró más bien a una región cercana al desierto, a un pueblo llamado Efraín, donde se quedó con sus discípulos. Faltaba poco para la Pascua judía, así que muchos subieron del campo a Jerusalén para su purificación ceremonial antes de la Pascua. Andaban buscando a Jesús, y mientras estaban en el templo comentaban entre sí: «¿Qué os parece? ¿Acaso no vendrá a la fiesta?» Por su parte, los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían dado la orden de que, si alguien llegaba a saber dónde estaba Jesús, debía denunciarlo para que lo arrestaran.

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