GÁLATAS 1:10-20
GÁLATAS 1:10-20 Reina Valera 2020 (RV2020)
¿Acaso busco ahora la aprobación de la gente o la de Dios? ¿O trato de agradar a la gente? Pues si todavía agradara a la gente, no sería siervo de Cristo. Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es ninguna invención humana. Yo no lo recibí ni lo aprendí de nadie, sino que me lo reveló Jesucristo mismo. Ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la Iglesia de Dios y la asolaba. En el judaísmo, yo aventajaba a muchos compatriotas de mi generación, pues era mucho más celoso de las tradiciones de mis antepasados. Dios me había escogido desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. Y cuando él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo diese a conocer entre los gentiles, no me apresuré a consultar con ninguna persona. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que os escribo, os aseguro delante de Dios que no miento.
GÁLATAS 1:10-20 La Palabra (versión española) (BLP)
¿A quién pretendo yo ahora ganarme? ¿A quién busco agradar? ¿A Dios o a la gente? Si todavía tratase de seguir agradando a la gente, no sería siervo de Cristo. Hermanos, quiero dejar bien claro que el evangelio proclamado por mí no es ninguna invención humana. Ni lo recibí ni lo aprendí de nadie. Es Jesucristo mismo quien me lo ha revelado. Ya conocéis mi antigua conducta, cuando aún militaba en las filas del judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios intentando aniquilarla. Incluso sobresalí dentro del judaísmo por encima de muchos de mis compatriotas como fanático defensor de las tradiciones de mis antepasados. Pero Dios, que me había elegido ya desde antes de mi nacimiento, me llamó por pura benevolencia para revelarme a su Hijo y darme el encargo de que lo anunciara a los que no son judíos. No solicité entonces ningún consejo humano; ni siquiera fui a Jerusalén para hablar con quienes eran apóstoles antes que yo, sino que me fui a la región de Arabia, de donde volví otra vez a Damasco. Tres años más tarde, fui a Jerusalén para conocer a Pedro y estuve con él quince días. A ningún otro apóstol vi, aparte de Santiago, el hermano del Señor. Dios es testigo de que no miento en nada de lo que os escribo.
GÁLATAS 1:10-20 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
No busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios. No pretendo quedar bien con los hombres. ¡Si pretendiera quedar bien con los hombres, ya no sería siervo de Cristo! Sabed esto, hermanos: el evangelio que yo anuncio no es una idea humana. No lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino que Jesucristo mismo me lo dio a conocer. Ya habréis oído decir que yo, en otro tiempo, cuando pertenecía al judaísmo, perseguí con violencia a la iglesia de Dios y procuré destruirla. En el judaísmo estaba yo más adelantado que muchos de mis paisanos de mi misma edad, porque era mucho más estricto en guardar las tradiciones de mis antepasados. Pero Dios me escogió desde antes de nacer, y por su mucho amor me llamó. Cuando quiso, me hizo conocer a su Hijo, para que yo anunciara su evangelio entre los no judíos. Y no fui entonces a consultar con nadie, ni tampoco fui a Jerusalén a ver a los que eran apóstoles antes que yo. Al contrario, me dirigí sin tardanza a la región de Arabia y luego regresé a Damasco. Tres años más tarde fui a Jerusalén para conocer a Cefas, con quien estuve quince días; pero no vi a ningún otro apóstol, sino sólo a Santiago, el hermano del Señor. Os aseguro delante de Dios que esto que os escribo es la verdad.
GÁLATAS 1:10-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Pensáis que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo. Quiero que sepáis, hermanos, que el evangelio que yo predico no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de ningún ser humano, sino que me llegó por revelación de Jesucristo. Vosotros ya estáis enterados de mi conducta cuando pertenecía al judaísmo, de la furia con que perseguía a la iglesia de Dios, tratando de destruirla. En la práctica del judaísmo, yo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi celo exagerado por las tradiciones de mis antepasados. Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. Y, cuando él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo predicara entre los gentiles, no consulté con nadie. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco. Después de tres años, subí a Jerusalén para visitar a Pedro, y me quedé con él quince días. No vi a ningún otro apóstol; solo vi a Jacobo, el hermano del Señor. Dios me es testigo de que en esto que os escribo no miento.