ÉXODO 32:15-34
ÉXODO 32:15-34 Reina Valera 2020 (RV2020)
Moisés se volvió y descendió del monte, y traía en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. Cuando Josué oyó el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: —Hay gritos de pelea en el campamento. Pero Moisés respondió: —No son voces de vencedores, ni alaridos de vencidos; oigo cánticos de fiesta. Aconteció que cuando Moisés llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, se enfureció y arrojó de sus manos las tablas, y las quebró al pie del monte. Luego tomó el becerro que habían hecho, lo quemó en el fuego y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas y lo dio a beber a los hijos de Israel. Y dijo Moisés a Aarón: —¿Qué te ha hecho este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado? Aarón le respondió: —No se enoje mi señor. Tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal. Ellos me dijeron: «Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le ha sucedido». Y yo les respondí: «El que tenga oro, que lo aparte». Me lo dieron, lo eché en el fuego y salió este becerro. Al ver Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, pues Aarón lo había permitido para vergüenza en medio de sus enemigos, se puso a la puerta del campamento y dijo: —Quien esté de parte del Señor, únase a mí. Y se unieron a él todos los hijos de Leví. Él les dijo: —Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: Que cada uno se ciña su espada, regrese al campamento, vaya de puerta en puerta y mate cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente. Los hijos de Leví hicieron conforme a lo dicho por Moisés, y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. Entonces Moisés dijo: —Hoy os habéis consagrado al Señor, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él os dé hoy la bendición. Aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: —Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a donde está el Señor; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado. Entonces volvió Moisés ante el Señor y le dijo: —Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse dioses de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito. El Señor respondió a Moisés: —Al que peque contra mí, lo borraré yo de mi libro. Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho. Mi ángel irá delante de ti, pero en el día del castigo, los castigaré por su pecado.
ÉXODO 32:15-34 La Palabra (versión española) (BLP)
Moisés se volvió y descendió del monte trayendo en sus manos las dos tablas del testimonio. Estaban escritas por ambos lados, por delante y por detrás. Las tablas y la escritura que había grabada en ellas eran obra de Dios. Cuando Josué escuchó el griterío del pueblo, dijo a Moisés: —Se escuchan gritos de guerra en el campamento. Y Moisés respondió: —No son gritos de victoria ni de derrota; lo que estoy oyendo son cantos festivos. Cuando llegó Moisés al campamento y vio el becerro y las danzas, se enfureció y arrojó al pie del monte las tablas que llevaba en sus manos, haciéndolas añicos. Agarró el becerro que habían fabricado, lo arrojó al fuego y, una vez convertido en ceniza, lo disolvió en agua y obligó a los israelitas a que bebieran esa agua. Y dijo a Aarón: —¿Se puede saber qué te hizo este pueblo para que le indujeras a cometer un acto tan aberrante? Aarón respondió: —Señor mío, no te enfades contra mí; tú sabes que este pueblo es proclive al mal. Me dijeron: «Haznos un dios que nos guíe, pues no sabemos qué le habrá pasado a ese Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto». Yo les contesté: «El que tenga oro, que se desprenda de él». Ellos me lo entregaron, yo lo eché al fuego ¡y salió este becerro! Se percató Moisés de que el pueblo estaba descontrolado, pues Aarón no le había puesto freno, y ahora el pueblo estaba expuesto a las burlas de sus enemigos. Entonces Moisés se plantó en la puerta del campamento y gritó: —¡Que se pongan a mi lado los que están de parte del Señor! Y todos los levitas se le unieron. Él les dijo: —Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: Que cada uno se ciña su espada al muslo, recorra el campamento y vaya de puerta en puerta matando a los culpables sin tener en cuenta si es su hermano, su amigo o su vecino. Los levitas cumplieron la orden de Moisés y aquel día murieron unos tres mil hombres del pueblo. Moisés les dijo: —Hoy el Señor os bendice y os constituye sus sacerdotes, pues lo habéis preferido a vuestros propios hijos y hermanos. Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: —Habéis cometido un pecado gravísimo; no obstante voy a subir adonde está el Señor, a ver si logro que os perdone. Volvió Moisés adonde estaba el Señor, y le dijo: —Sin duda que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. Pero te ruego que les perdones su pecado; si no lo haces, bórrame del libro donde nos tienes inscritos. Pero el Señor le contestó: —Al que haya pecado contra mí, lo borraré del libro. Tú lleva al pueblo al lugar que te dije. Mi ángel te irá guiando. Y llegado el momento les pediré cuentas por su pecado.
ÉXODO 32:15-34 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Entonces Moisés se dispuso a bajar del monte trayendo en sus manos las dos tablas de la ley, que estaban escritas por ambos lados. Dios mismo había hecho las tablas, y Dios mismo había grabado lo que estaba escrito en ellas. Cuando Josué oyó los gritos de la gente, dijo a Moisés: –Se oyen gritos de guerra en el campamento. Pero Moisés contestó: –No son cantos alegres de victoria ni cantos tristes de derrota: son otros los cantos que estoy oyendo. En cuanto Moisés se acercó al campamento y vio el becerro y los bailes, se encendió su ira y arrojó de sus manos las tablas, haciéndolas pedazos al pie del monte. En seguida tomó el becerro y lo arrojó al fuego, luego lo molió hasta convertirlo en polvo, y roció el polvo sobre el agua; entonces hizo que los israelitas bebieran de aquella agua. Y dijo a Aarón: –¿Qué te hizo este pueblo, que le has hecho cometer un pecado tan grande? Aarón contestó: –Señor mío, no te enojes conmigo. Tú bien sabes que a esta gente le gusta hacer lo malo. Ellos me dijeron: ‘Haznos un dios que nos guíe, porque no sabemos qué ha podido pasarle a este Moisés que nos sacó de Egipto.’ Yo les contesté: ‘El que tenga oro, que lo aparte.’ Ellos me dieron el oro, yo lo eché en el fuego... ¡y salió este becerro! Moisés, viendo que el pueblo estaba desenfrenado y expuesto a las burlas de sus enemigos, pues Aarón no lo había controlado, se puso en pie a la entrada del campamento y dijo: –Los que estén de parte del Señor, júntense conmigo. Y todos los levitas se le unieron. Entonces Moisés les dijo: –Así dice el Señor, el Dios de Israel: ‘Tomad cada uno de vosotros la espada, regresad al campamento y, yendo de puerta en puerta, matad cada uno a su hermano, amigo o vecino.’ Los levitas cumplieron las órdenes de Moisés, y aquel día murieron como tres mil hombres. Entonces Moisés dijo: –Hoy habéis recibido plena autoridad ante el Señor, por haberos opuesto cada uno a su hijo o a su hermano. Así que hoy el Señor os bendice. Al día siguiente, Moisés dijo a la gente: –Habéis cometido un gran pecado. Ahora voy a tener que subir a donde está el Señor, a ver si consigo que os perdone. Y así Moisés volvió a donde estaba el Señor, y le dijo: –Realmente el pueblo cometió un gran pecado al hacerse un dios de oro. Pero yo te ruego que los perdones; y si no los perdonas, ¡borra mi nombre del libro que has escrito! Pero el Señor le contestó: –Solo borraré de mi libro al que peque contra mí. Así que ve y lleva al pueblo al lugar que te dije. Mi ángel te guiará. Y cuando llegue el día del castigo, yo los castigaré por su pecado.
ÉXODO 32:15-34 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Moisés volvió entonces del monte. Cuando bajó, traía en sus manos las dos tablas de la ley, las cuales estaban escritas por sus dos lados. Tanto las tablas como la escritura grabada en ellas eran obra de Dios. Cuando Josué oyó el ruido y los gritos del pueblo, le dijo a Moisés: ―Se oyen en el campamento gritos de guerra. Pero Moisés respondió: «Lo que escucho no son gritos de victoria, ni tampoco lamentos de derrota; más bien, lo que escucho son canciones». Cuando Moisés se acercó al campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira y arrojó de sus manos las tablas de la ley, haciéndolas pedazos al pie del monte. Tomó entonces el becerro que habían hecho, lo arrojó al fuego y, después de machacarlo hasta hacerlo polvo, lo esparció en el agua y se la dio a beber a los israelitas. A Aarón le dijo: ―¿Qué te hizo este pueblo? ¿Por qué lo has hecho cometer semejante pecado? ―Hermano mío, no te enojes —contestó Aarón—. Tú bien sabes cuán inclinado al mal es este pueblo. Ellos me dijeron: “Tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!” Yo les contesté que todo el que tuviera joyas de oro se desprendiera de ellas. Ellos me dieron el oro, yo lo eché al fuego, ¡y lo que salió fue este becerro! Al ver Moisés que el pueblo estaba desenfrenado y que Aarón les había permitido desmandarse y convertirse en el hazmerreír de sus enemigos, se puso a la entrada del campamento y dijo: «Todo el que esté de parte del SEÑOR, que se ponga a mi lado». Y se le unieron todos los levitas. Entonces les dijo Moisés: «El SEÑOR y Dios de Israel ordena lo siguiente: “Cíñase cada uno la espada y recorred todo el campamento de un extremo al otro, y matad al que se os ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino”». Los levitas hicieron lo que les mandó Moisés, y aquel día mataron como a tres mil israelitas. Entonces dijo Moisés: «Hoy habéis recibido vosotros plena autoridad de parte del SEÑOR; él os ha bendecido este día, pues os pusisteis en contra de vuestros propios hijos y hermanos». Al día siguiente, Moisés les dijo a los israelitas: «Habéis cometido un gran pecado. Pero voy a subir ahora para reunirme con el SEÑOR, y tal vez logre yo que Dios os perdone vuestro pecado». Volvió entonces Moisés para hablar con el SEÑOR, y le dijo: ―¡Qué pecado tan grande ha cometido este pueblo al hacerse dioses de oro! Sin embargo, yo te ruego que les perdones su pecado. Pero, si no vas a perdonarlos, ¡bórrame del libro que has escrito! El SEÑOR le respondió a Moisés: ―Solo borraré de mi libro a quien haya pecado contra mí. Tú ve y lleva al pueblo al lugar del que te hablé. Delante de ti irá mi ángel. Llegará el día en que deba castigarlos por su pecado, y entonces los castigaré.