ECLESIASTÉS 9:11-18
ECLESIASTÉS 9:11-18 Reina Valera 2020 (RV2020)
Me volví, y vi bajo el sol que ni es de los veloces la carrera, ni de los fuertes la guerra, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; pues a todos les llega el tiempo y la ocasión. Ahora bien, el mortal tampoco conoce su tiempo: Como los peces apresados en funesta red, o como las aves que se enredan en el lazo, así se ven atrapados los seres humanos cuando la desgracia les sobreviene de improviso. También vi bajo el sol esto que me parece de gran sabiduría: Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes, y vino un gran rey que le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes; pero en ella se hallaba un hombre pobre y sabio, el cual libró a la ciudad con su sabiduría. ¡Y nadie se acordaba de aquel hombre pobre! Entonces dije yo: «Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada y no sean escuchadas sus palabras». Las palabras serenas del sabio son mejores que el clamor del amo entre los necios. Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un solo error destruye mucho bien.
ECLESIASTÉS 9:11-18 La Palabra (versión española) (BLP)
He visto además bajo el sol que los veloces no ganan siempre la carrera, ni los valientes la guerra, ni los sabios tienen sustento, ni los inteligentes riqueza, ni los instruidos estima, pues en todo interviene el tiempo y el azar. Porque, además, el mortal desconoce su momento: como peces atrapados en la red fatal y como pájaros apresados en la trampa, así son atrapados los humanos cuando la desgracia les sobreviene de improviso. Observé también bajo el sol esta enseñanza, que me parece importante: había una ciudad pequeña, de pocos habitantes; vino contra ella un gran rey que la cercó y la asedió con grandes fortificaciones. Vivía allí un hombre pobre y sabio, que hubiera podido salvar la ciudad con su sabiduría; pero nadie se acordó de él. Y digo yo: más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no se escuchan. Se oye mejor el susurro de los sabios que los gritos del rey de los necios. Más vale sabiduría que armas de guerra, pero un solo error echa a perder mucho bien.
ECLESIASTÉS 9:11-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
En este mundo he visto algo más: que no son los veloces quienes ganan la carrera ni los valientes quienes ganan la batalla; que no siempre los sabios tienen pan ni los inteligentes son ricos ni los instruidos son bien recibidos. Todos dependen de un momento de suerte. Por otra parte, nunca sabe nadie cuándo le llegará su hora: así como los peces quedan atrapados en la red y las aves en la trampa, así también el hombre, cuando menos lo espera, se ve atrapado en un mal momento. También he visto en este mundo algo que me parece encerrar una gran enseñanza: una ciudad pequeña, con pocos habitantes, es atacada por un rey poderoso que levanta alrededor de ella una gran maquinaria de ataque. Y en la ciudad vive un hombre pobre, pero sabio, que con su sabiduría podría salvar a la ciudad, ¡y nadie se acuerda de él! Yo afirmo, sin embargo, que más vale ser sabio que valiente, aunque la sabiduría del hombre pobre no sea tenida en cuenta ni se preste atención a lo que dice. Más se oyen las palabras tranquilas de los sabios que el griterío del rey de los necios. Vale más la sabiduría que las armas de guerra.
ECLESIASTÉS 9:11-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Me fijé en que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos. Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene. También vi en este mundo un notable caso de sabiduría: una ciudad pequeña, con pocos habitantes, contra la cual se dirigió un rey poderoso que la sitió y construyó a su alrededor una impresionante maquinaria de asalto. En esa ciudad había un hombre, pobre pero sabio, que con su sabiduría podría haber salvado a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de aquel hombre pobre! Yo digo que «más vale maña que fuerza», aun cuando se menosprecie la sabiduría del pobre y no se preste atención a sus palabras. Más se atiende a las palabras tranquilas de los sabios que a los gritos del jefe de los necios. Vale más la sabiduría que las armas de guerra. Un solo error acaba con muchos bienes.