Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

2 REYES 11:1-20

2 REYES 11:1-20 Reina Valera 2020 (RV2020)

Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y eliminó a toda la descendencia real. Pero Josaba, hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías y lo sacó furtivamente de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y junto con su nodriza lo ocultó de Atalía en un dormitorio, y de esta forma no lo asesinaron. Seis años estuvo escondido con ella en la casa del Señor, mientras Atalía reinaba sobre el país. Pero al séptimo año envió a llamar Joiada a los jefes de centena, capitanes y gente de la guardia, y los metió consigo en la casa del Señor. Hizo con ellos una alianza bajo juramento en la casa del Señor, y les mostró al hijo del rey. Luego les mandó: —Esto es lo que habéis de hacer: la tercera parte de vosotros estará de guardia en la casa del rey el sábado. Otra tercera parte estará a la puerta de Shur, y la otra tercera parte a la puerta del cuartel de la guardia; así guardaréis la casa, para que no sea allanada. Pero las dos secciones de vosotros que salen de guardia el sábado tendréis la guardia de la casa del Señor, junto al rey. Estaréis alrededor del rey por todos lados, cada uno con sus armas en la mano, y cualquiera que penetre en las filas, morirá. Acompañaréis al rey cuando salga y cuando entre. Los jefes de centenas hicieron todo como el sacerdote Joiada les había mandado. Cada uno tomó a los suyos, esto es, a los que entraban y a los que salían el sábado, y vinieron junto al sacerdote Joiada. El sacerdote dio a los jefes de centena las lanzas y los escudos que habían pertenecido al rey David y que estaban en la casa del Señor. Los de la guardia se pusieron en fila, cada uno con sus armas en la mano, desde el lado derecho hasta el lado izquierdo de la Casa, junto al altar y el templo, alrededor del rey. Sacó entonces Joiada al hijo del rey, le puso la corona y el testimonio, y después de ungirlo lo hicieron rey. Luego aplaudieron y gritaron: —¡Viva el rey! Cuando Atalía oyó el estruendo del pueblo que corría, entró al templo del Señor, donde estaban todos. Miró y vio al rey, que se hallaba junto a la columna, conforme a la costumbre, a los príncipes y los trompeteros junto al rey, y a todo el pueblo del país que se regocijaba y tocaba las trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y clamó a voz en cuello: —¡Traición, traición! Pero el sacerdote Joiada ordenó a los jefes de centena que gobernaban el ejército: —Sacadla fuera del recinto del templo, y al que la siga, matadlo a espada. Como el sacerdote había dicho que no la mataran en el templo del Señor, le abrieron paso y la mataron en el camino por donde entran los de a caballo a la casa del rey. Entonces Joiada hizo un pacto entre el Señor, el rey y el pueblo, que serían el pueblo del Señor; asimismo, entre el rey y el pueblo. Luego, toda la gente entró en el templo de Baal y lo derribaron. También despedazaron completamente sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de Baal, delante de los altares. Después el sacerdote puso una guardia en la casa del Señor, tomó a los jefes de centenas, los capitanes, la guardia y todo el pueblo del país, y llevaron al rey, por el camino de la puerta de la guardia, desde la casa del Señor hasta la casa del rey. Y se sentó Joás en el trono de los reyes. Todo el pueblo de la tierra se regocijó. Y como Atalía había muerto a espada junto a la casa del rey, la ciudad permaneció tranquila.

2 REYES 11:1-20 La Palabra (versión española) (BLP)

Cuando Atalía, la madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, se puso a eliminar a toda la familia real. Pero Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, apartó a Joás, hijo de Ocozías, de sus hermanos que iban a ser asesinados y lo escondió con su nodriza en el dormitorio, ocultándolo de Atalía y salvándolo de la muerte. Joás estuvo escondido con su nodriza en el Templo durante seis años, mientras Atalía reinaba en el país. El séptimo año Joyadá mandó llamar a los centuriones de los carios y de la guardia real, los llevó consigo al Templo del Señor, selló allí con ellos un pacto bajo juramento y les mostró al príncipe. Luego les ordenó lo siguiente: —Esto es lo que haréis: el tercio que entra de servicio el sábado y hace la guardia en palacio, junto con el tercio de la puerta de Sur y el tercio de la puerta trasera de la guardia haréis la guardia en el Templo por turnos. Y las otras dos secciones, con todos los que salen de servicio el sábado, haréis la guardia en el Templo junto al rey. Rodearéis completamente al rey con las armas en la mano y si alguien intenta forzar las filas, lo matáis. Tenéis que acompañar al rey a todas partes. Los centuriones hicieron todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado: cada uno con sus hombres, tanto los que entraban de servicio el sábado, como los que salían, se presentaron al sacerdote Joyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David que se guardaban en el Templo del Señor. Los guardias, empuñando sus armas, tomaron posiciones desde el ala derecha del Templo hasta el ala izquierda, entre el altar y el Templo, alrededor del rey. Entonces Joyadá sacó al hijo del rey, le entregó la corona y el testimonio, lo ungió y lo proclamó rey; finalmente aplaudieron, aclamándolo: —¡Viva el rey! Al oír Atalía el griterío de los guardias y del pueblo, se acercó a la gente que estaba en el Templo del Señor. Cuando vio al rey de pie sobre el estrado, según la costumbre, a los oficiales y a los que tocaban las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de fiesta, mientras sonaban las trompetas, se rasgó las vestiduras y gritó: —¡Traición! ¡Traición! El sacerdote Joyadá ordenó a los centuriones que estaban al mando del ejército: —Sacadla de las filas y pasad a cuchillo al que la siga. Como el sacerdote había ordenado que no la matasen en el Templo, le echaron mano cuando entraba en el palacio por la puerta de las caballerías y la mataron allí. Joyadá selló el pacto entre el Señor por una parte, y el rey y el pueblo por otra, comprometiéndose a ser el pueblo del Señor; y (un pacto) entre el rey y el pueblo. Entonces toda la gente se dirigió al templo de Baal y lo destruyeron, hicieron trizas sus altares e imágenes y degollaron ante los altares a Matán, el sacerdote de Baal. Luego el sacerdote Joyadá puso guardia en el Templo del Señor; tomó consigo a los centuriones, a los carios, a la guardia real y a toda la gente, bajaron al rey desde el Templo, lo llevaron hasta el palacio real por la puerta de la guardia, y el rey se sentó en el trono real. Todo el pueblo hizo fiesta y la ciudad quedó tranquila. En cuanto a Atalía, había muerto a filo de espada en el palacio real.

2 REYES 11:1-20 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Cuando Atalía, madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, fue y eliminó a toda la familia real. Pero Joseba, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, apartó a Joás, hijo de Ocozías, de los otros hijos del rey a los que estaban matando, y lo escondió de Atalía, junto con su nodriza, en un dormitorio. Así que no lo mataron, y Joás estuvo seis años escondido con su nodriza en el templo del Señor. Mientras tanto, Atalía gobernó el país. Al séptimo año, Joiadá mandó llamar a los capitanes, a los quereteos y a los guardias, y los hizo entrar en el templo del Señor, donde él estaba. Allí hizo con ellos un pacto bajo juramento, y les mostró al príncipe Joás. Luego les ordenó: “Esto es lo que vais a hacer: una tercera parte de vosotros estará de guardia en el palacio el sábado; otra tercera parte estará en la puerta de Sur; y la otra tercera parte, en la puerta posterior del cuartel de la guardia. Así cubriréis por turnos la guardia del palacio. Ahora bien, las dos secciones que salen de guardia el sábado montarán la guardia en el templo del Señor, junto al rey. Formaréis un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en la mano, y el que intente atravesar las filas, morirá. Vosotros acompañaréis al rey dondequiera que vaya.” Los capitanes hicieron todo lo que el sacerdote Joiadá les había ordenado. Cada cual tomó el mando de sus hombres, tanto los que entraban de guardia el sábado como los que salían, y se presentaron al sacerdote Joiadá. Entonces el sacerdote entregó a los capitanes las lanzas y los escudos que habían pertenecido al rey David y que estaban en el templo del Señor. Los guardias ocuparon sus puestos, desde el ala derecha hasta el ala izquierda del templo, y alrededor del altar, cada cual con su arma en la mano para proteger al rey. Entonces Joiadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y las insignias reales, y después de derramar aceite sobre él lo proclamó rey. Luego todos aplaudieron y gritaron: “¡Viva el rey!” Cuando Atalía oyó las aclamaciones de los guardias y de la gente, fue al templo del Señor, donde se encontraban. Y vio allí al rey, de pie junto a la columna, según era la costumbre. A su lado se encontraban los jefes y los músicos, y la gente muy alegre y tocando trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó: –¡Traición! ¡Traición! Pero el sacerdote Joiadá ordenó a los capitanes que mandaban el ejército: –¡Sacadla de entre las filas, y pasad a cuchillo al que la siga! Como el sacerdote había ordenado que no la mataran en el templo del Señor, la apresaron y la sacaron por la entrada de la caballería al palacio real, y allí la mataron. Después Joiadá hizo un pacto entre el Señor, el rey y el pueblo, que ellos serían el pueblo del Señor; y también entre el rey y el pueblo. Luego fueron todos al templo de Baal y lo derribaron, destrozando por completo sus altares y sus ídolos. En cuanto a Matán, el sacerdote de Baal, lo degollaron ante los altares. A continuación, el sacerdote puso una guardia en el templo del Señor; luego tomó a los capitanes, a los quereteos, a los guardias y a toda la gente, y juntos acompañaron al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real, entrando por la puerta de la guardia. Joás se sentó en el trono, y todo el pueblo se alegró. Y como Atalía había muerto a filo de espada en el palacio real, la ciudad quedó tranquila.

2 REYES 11:1-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, tomó medidas para eliminar a toda la familia real. Pero Josaba, que era hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás hijo de Ocozías cuando los príncipes estaban a punto de ser asesinados. Metiéndolo en un dormitorio con su nodriza, logró esconderlo de Atalía, de modo que no lo mataron. Seis años estuvo Joás escondido con su nodriza en el templo del SEÑOR, mientras Atalía reinaba en el país. En el séptimo año, el sacerdote Joyadá mandó llamar a los capitanes, a los quereteos y a los guardias, para que se presentaran ante él en el templo del SEÑOR. Allí en el templo hizo un pacto con ellos y les tomó juramento. Luego les mostró al hijo del rey, y les dio estas órdenes: «Haced lo siguiente: Una tercera parte de los que están de servicio el sábado vigilará el palacio real; otra tercera parte, la puerta de Sur; y la otra tercera parte, la puerta detrás del cuartel. Haréis la guardia del templo por turnos. Los dos grupos que están libres el sábado protegerán al rey en el templo del SEÑOR. Arma en mano, rodead por completo al rey; y, si alguien se atreve a penetrar las filas, matadlo. ¡No dejéis solo al rey, vaya donde vaya!» Los capitanes cumplieron con todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado. Cada uno reunió a sus hombres, tanto a los que estaban de servicio el sábado como a los que estaban libres, y se presentaron ante Joyadá. Este repartió entre los capitanes las lanzas y los escudos del rey David, que estaban guardados en el templo del SEÑOR. Arma en mano, los guardias tomaron sus puestos alrededor del rey, cerca del altar, y desde el lado sur hasta el lado norte del templo. Entonces Joyadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y le entregó una copia del pacto. Luego lo ungieron, y todos aplaudieron, gritando: «¡Viva el rey!» Cuando Atalía oyó el griterío de los guardias y de la tropa, fue al templo del SEÑOR, donde estaba la gente. Al ver que el rey estaba de pie junto a la columna, como era la costumbre, y que los capitanes y músicos estaban a su lado, y que toda la gente tocaba alegre las trompetas, Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición! ¡Traición!» Entonces el sacerdote Joyadá, como no quería que la mataran en el templo del SEÑOR, ordenó a los capitanes que estaban al mando de las fuerzas: «Sacadla de entre las filas; y, si alguien se pone de su lado, ¡matadlo a filo de espada!» Así que la apresaron y la llevaron al palacio por la puerta de la caballería, y allí la mataron. Luego Joyadá hizo un pacto entre el SEÑOR, el rey y la gente para que fueran el pueblo del SEÑOR; también hizo un pacto entre el rey y el pueblo. Entonces toda la gente fue al templo de Baal y lo derribó. Destruyeron los altares y los ídolos, y enfrente de los altares degollaron a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote Joyadá apostó guardias en el templo del SEÑOR y, acompañado de los capitanes y de los quereteos, los guardias y todo el pueblo, llevó al rey desde el templo del SEÑOR hasta el palacio real. Entraron juntos por la puerta del cuartel, y Joás se sentó en el trono real. Todo el pueblo estaba alegre, y tranquila la ciudad, pues habían matado a Atalía a filo de espada en el palacio.