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2 CRÓNICAS 18:2-34

2 CRÓNICAS 18:2-34 Reina Valera 2020 (RV2020)

Después de algunos años, descendió a Samaria para visitar a Acab, por lo que Acab mató muchas ovejas y bueyes para él y para la gente que con él venía, y le persuadió para que fuera con él contra Ramot de Galaad. Y dijo Acab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: —¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Él respondió: —Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra. Además, dijo Josafat al rey de Israel: —Te ruego que consultes hoy la palabra del Señor. Entonces, el rey de Israel reunió a cuatrocientos profetas y les preguntó: —¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o me estaré quieto? Le respondieron: —Sube, porque Dios la entregará en manos del rey. Pero Josafat dijo: —¿Hay aún aquí algún profeta del Señor, para que por medio de él consultemos? El rey de Israel respondió a Josafat: —Aún hay aquí un hombre por medio del cual podemos preguntar al Señor; pero yo lo aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre mal. Es Micaías hijo de Imla. Respondió Josafat: —No hable así el rey. Entonces el rey de Israel llamó a un oficial y le dijo: —Haz venir enseguida a Micaías hijo de Imla. El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos con sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria, y todos los profetas profetizaban delante de ellos. Y Sedequías hijo de Quenaana se había hecho cuernos de hierro, y decía: —Así ha dicho el Señor: Con estos acornearás a los sirios hasta destruirlos por completo. De esta manera profetizaban también todos los profetas, pues decían: «Sube contra Ramot de Galaad y serás prosperado; porque el Señor la entregará en manos del rey». El mensajero que había ido a llamar a Micaías le dijo: —Mira que las palabras de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; yo, pues, te ruego que tu palabra sea como la de uno de ellos, que hables bien. Dijo Micaías: —Vive el Señor, que lo que mi Dios me diga, eso hablaré. Luego se presentó al rey, y el rey le dijo: —Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o debo desistir? Él respondió: —Subid y seréis prosperados, pues será entregada en vuestras manos. El rey le dijo: —¿Hasta cuántas veces te conjuraré que no me hables sino la verdad en nombre del Señor? Entonces Micaías dijo: —He visto a todo Israel disperso por los montes como ovejas sin pastor, y el Señor ha dicho: «Estos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa». El rey de Israel dijo a Josafat: —¿No te había dicho yo que no me profetizaría bien, sino mal? Entonces, Micaías dijo: —Oíd, pues, palabra del Señor: Yo he visto al Señor sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y preguntó el Señor: «¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?». Y el uno decía de una manera, y el otro decía de otra. Entonces, salió un espíritu que se puso delante del Señor y dijo: «Yo lo induciré». Y el Señor le dijo: «¿De qué modo?». Él respondió: «Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas». El Señor dijo: «Tú lograrás engañarlo. Anda y hazlo así». Y ahora, el Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues el Señor ha hablado el mal contra ti. Entonces, Sedequías hijo de Quenaana se le acercó y golpeó a Micaías en la mejilla, y añadió: —¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu del Señor para hablarte a ti? Micaías respondió: —Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de habitación en habitación. Entonces, el rey de Israel dijo: —Tomad a Micaías y llevadlo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey, y decidles: «El rey ha dicho así: Poned a este en la cárcel y sustentadle con pan de aflicción y agua de angustia, hasta que yo vuelva en paz». Micaías dijo: —Si tú vuelves en paz, entonces el Señor no ha hablado por mí. Dijo además: —Oíd, pueblos todos. Subieron, pues, el rey de Israel y Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad. Y dijo el rey de Israel a Josafat: —Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú vístete con tus ropas reales. Se disfrazó el rey de Israel y entró en la batalla. El rey de Siria, por su parte, había ordenado a los capitanes de los carros que tenía consigo: —No peleéis con chico ni con grande, sino solo con el rey de Israel. Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: —Este es el rey de Israel. Y lo rodearon para pelear; pero Josafat clamó y el Señor lo ayudó, pues los apartó Dios de él; al ver los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, desistieron de acosarle. Pero un hombre disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel entre las junturas de la coraza. El rey dijo entonces al cochero: —Vuelve las riendas y sácame del campo, porque estoy malherido. Pero arreció la batalla aquel día, por lo que el rey de Israel se mantuvo en pie en su carro frente a los sirios hasta la tarde; y murió al ponerse el sol.

2 CRÓNICAS 18:2-34 La Palabra (versión española) (BLP)

Al cabo de unos años bajó a Samaría a visitar a Ajab, quien sacrificó en su honor y en el de sus acompañantes gran cantidad de ovejas y toros. Luego lo convenció para atacar Ramot de Galaad. Ajab, el rey de Israel, propuso a Josafat, rey de Judá: —¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad? Josafat le respondió: —Yo y mi gente estamos a tu disposición e iremos contigo a la guerra. Y Josafat añadió al rey de Israel: —Consulta antes al Señor. El rey de Israel reunió a unos cuatrocientos profetas y les preguntó: —¿Podemos ir a atacar Ramot de Galaad o no? Ellos le respondieron: —Puedes ir, porque Dios te la va a entregar. Pero Josafat preguntó: —¿No hay por aquí algún profeta del Señor al que podamos consultar? El rey de Israel le respondió: —Sí, aún queda alguien a través del cual podemos consultar al Señor: Miqueas, el hijo de Jimlá. Pero yo lo detesto, porque no me profetiza venturas, sino siempre desgracias. Josafat le dijo: —El rey no debe hablar así. Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: —¡Que venga inmediatamente Miqueas, el hijo de Jimlá! El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, estaban sentados en sus tronos con sus vestiduras reales, en la plaza de la entrada de Samaría, mientras todos los profetas hacían profecías ante ellos. Sedecías, el hijo de Quenaná, se hizo unos cuernos de hierro y decía: —El Señor dice: «¡Con estos cuernos embestirás a los arameos hasta aniquilarlos!». Y todos los profetas profetizaban lo mismo: —¡Ataca a Ramot de Galaad, que tendrás éxito! ¡El Señor la entregará al rey! Mientras, el mensajero que había ido a llamar a Miqueas le decía: —Ten en cuenta que los profetas están anunciando unánimemente la victoria al rey, procura que tu profecía coincida también con la suya y anuncia la victoria. Miqueas contestó: —¡Juro por el Señor que solo le anunciaré lo que me diga mi Dios! Cuando llegó ante el rey, este le preguntó: —Miqueas, ¿podemos ir a atacar Ramot de Galaad o no? Él le contestó: —Atacad, que tendréis éxito, pues el Señor os la entregará. Pero el rey le dijo: —¿Cuántas veces tendré que pedirte bajo juramento que me digas solo la verdad en nombre del Señor? Entonces Miqueas dijo: —He visto a todo Israel disperso por los montes como un rebaño sin pastor y el Señor decía: «No tienen dueño; que vuelvan en paz a sus casas». El rey de Israel dijo a Josafat: —¿Qué te decía yo? No me profetiza venturas, sino desgracias. Miqueas añadió: —Por eso, escuchad la palabra del Señor. He visto al Señor sentado en su trono y toda la corte celeste estaba de pie, a su derecha y a su izquierda. El Señor preguntó: «¿Quién confundirá a Ajab, el rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y perezca?». Unos decían una cosa y otros, otra. Entonces un espíritu se presentó ante el Señor y le dijo: «Yo lo confundiré». Y el Señor preguntó: «¿Cómo lo harás?». Él respondió: «Iré y me convertiré en espíritu de mentira en boca de todos sus profetas». A lo que el Señor dijo: «¡Conseguirás confundirlo! Vete y hazlo así». Ahora ya sabes que el Señor ha inspirado mentiras a estos profetas tuyos y ha anunciado tu desgracia. Entonces Sedecías, el hijo de Quenaná, se acercó a Miqueas, le dio una bofetada y le dijo: —¿Es que me ha abandonado el espíritu del Señor para hablarte a ti? Miqueas le respondió: —Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de casa en casa. Entonces el rey de Israel ordenó: —Prended a Miqueas, entregádselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joel y decidles: «El rey ha ordenado que lo metáis en la cárcel y que le racionéis el pan y el agua hasta que el rey regrese sano y salvo». Miqueas le dijo: —Si consigues regresar sano y salvo, es que el Señor no ha hablado por mi boca. El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, fueron a atacar Ramot de Galaad. El rey de Israel dijo a Josafat: —Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, pero tú conserva tus vestiduras reales. Así que el rey de Israel entró en combate disfrazado. El rey de Siria había ordenado a sus jefes de carros que no atacasen ni a soldados ni a oficiales; solo al rey de Israel. Cuando los jefes de carros vieron a Josafat creyeron que se trataba del rey de Israel y se dispusieron a atacarlo; pero Josafat se puso a gritar y el Señor lo ayudó, apartándolos de él, pues cuando los jefes de los carros se dieron cuenta de que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. Entonces un soldado lanzó una flecha al azar que hirió al rey de Israel, entrando por las juntas de la coraza. Inmediatamente el rey ordenó al conductor de su carro: —Da la vuelta y sácame del campo de batalla, que estoy herido. Pero en aquel momento la batalla se recrudeció tanto, que el rey tuvo que aguantar en su carro haciendo frente a los sirios hasta el atardecer, y a la caída del sol murió.

2 CRÓNICAS 18:2-34 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Después de algunos años, Josafat fue a Samaria a visitar a Ahab, quien para festejar a Josafat y a sus acompañantes mató muchas ovejas y reses, y luego trató de incitarle a atacar a Ramot de Galaad. En efecto, Ahab, rey de Israel, preguntó a Josafat, rey de Judá: –¿Quieres acompañarme para marchar contra Ramot de Galaad? Josafat le respondió: –Yo, lo mismo que mi ejército, estamos contigo y con tu gente para ir a la guerra. Pero antes consulta la voluntad del Señor. El rey de Israel reunió a los profetas, que eran cuatrocientos, y les preguntó: –¿Debemos atacar a Ramot de Galaad, o no? Y ellos respondieron: –Atácala, porque Dios te la va a entregar. Pero Josafat preguntó: –¿No hay por aquí algún otro profeta del Señor a quien también podamos consultar? El rey de Israel contestó a Josafat: –Hay uno más, por medio del cual podemos consultar al Señor. Es Micaías, hijo de Imlá. Pero le aborrezco, porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas. Pero Josafat le dijo: –No digas eso. En seguida el rey de Israel llamó a un oficial, y le ordenó: –¡Pronto, que venga Micaías, hijo de Imlá! Tanto el rey de Israel como Josafat, el rey de Judá, tenían puesta su armadura y estaban sentados en sus tronos en la explanada a la entrada de Samaria, y todos los profetas caían en trance profético delante de ellos. Sedequías, hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y gritaba: “¡Así ha dicho el Señor: ‘Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta exterminarlos’!” Todos los profetas anunciaban lo mismo. Decían al rey: “Ataca a Ramot de Galaad y obtendrás la victoria, pues el Señor va a entregarte la ciudad.” El mensajero que había ido a llamar a Micaías, le dijo: –Todos los profetas, sin excepción, han dado una respuesta favorable al rey. Así pues, te ruego que hables como todos ellos y anuncies algo favorable. Micaías le contestó: –¡Juro por el Señor que solo diré lo que mi Dios me ordene decir! Luego se presentó ante el rey, y el rey le preguntó: –Micaías, ¿debemos atacar a Ramot de Galaad, o no? Micaías dijo: –Atacadla y obtendréis la victoria, pues Dios os la va a entregar. Pero el rey le respondió: –¿Cuántas veces te he de decir que bajo juramento me declares solo la verdad en el nombre del Señor? Entonces Micaías dijo: “He visto a todos los israelitas desparramados por los montes, como ovejas sin pastor. Y el Señor ha dicho: ‘Éstos no tienen dueño; que cada uno vuelva en paz a su casa.’ ” El rey de Israel dijo a Josafat: –¿No te he dicho que este hombre nunca me anuncia cosas buenas, sino solo cosas malas? Micaías añadió: –Por eso que has dicho, oíd la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono, y a todo el ejército del cielo, que estaba de pie, junto a él, a su derecha y a su izquierda. Entonces el Señor preguntó quién iría a incitar a Ahab, rey de Israel, para que atacara a Ramot de Galaad y cayera allí. Unos decían una cosa y otros otra; pero un espíritu se presentó delante del Señor y dijo que él lo haría. El Señor le preguntó cómo lo iba a hacer, y el espíritu respondió que iba a inspirar mentiras en todos los profetas del rey. Entonces el Señor le dijo que, en efecto, conseguiría engañarlo, y que fuera a hacerlo. Y ahora ya sabes que el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en labios de estos profetas tuyos, y que ha determinado tu ruina. Entonces Sedequías, hijo de Quenaaná, acercándose a Micaías le dio una bofetada y dijo: –¿Por dónde se me fue el espíritu del Señor para hablarte a ti? Micaías le respondió: –Lo sabrás el día en que andes escondiéndote de habitación en habitación. Entonces el rey de Israel ordenó: –¡Apresad a Micaías y llevadle ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo! Decidles que yo ordeno meterle en la cárcel y tenerle a ración corta de pan y agua, hasta que yo regrese sano y salvo. Todavía añadió Micaías: “Si tú vuelves sano y salvo, el Señor no ha hablado por medio de mí.” Así pues, el rey de Israel, y Josafat, el rey de Judá, avanzaron contra Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: –Yo voy a entrar en la batalla disfrazado, y tú te pondrás mi ropa. Así que el rey de Israel se disfrazó, y ambos entraron en combate. Pero el rey de Siria había ordenado a los capitanes de sus carros de combate que no atacaran a nadie que no fuera el rey de Israel. Y cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron que él era el rey de Israel y le rodearon para atacarlo. Entonces Josafat gritó pidiendo ayuda, y el Señor le ayudó. Dios los apartó de él, pues al ver ellos que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirle. Pero un soldado, disparando su arco al azar, hirió de muerte al rey de Israel por entre las juntas de la armadura. Este ordenó entonces al conductor del carro: –Da la vuelta y sácame del combate, porque estoy gravemente herido. La batalla fue dura aquel día, y el rey de Israel tuvo que mantenerse en pie en su carro, haciendo frente a los sirios hasta la tarde, y murió al ponerse el sol.

2 CRÓNICAS 18:2-34 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

después de algún tiempo fue a visitarlo en Samaria. Allí Acab mató muchas ovejas y vacas para Josafat y sus acompañantes, y lo animó a marchar contra Ramot de Galaad. Acab, rey de Israel, le preguntó a Josafat, rey de Judá: ―¿Irías conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Josafat le respondió: ―Estoy a tu disposición, lo mismo que mi pueblo. Iremos contigo a la guerra. Pero, antes que nada, consultemos al SEÑOR —añadió. Así que el rey de Israel reunió a los cuatrocientos profetas, y les preguntó: ―¿Debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? ―Ve —contestaron ellos—, porque Dios la entregará en las manos del rey. Pero Josafat inquirió: ―¿No hay aquí un profeta del SEÑOR a quien podamos consultar? El rey de Israel le respondió: ―Todavía hay alguien por medio de quien podemos consultar al SEÑOR, pero me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno; solo me anuncia desastres. Se trata de Micaías hijo de Imlá. ―No digas eso —replicó Josafat. Entonces el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y le ordenó: ―¡Traed de inmediato a Micaías hijo de Imlá! El rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales y sentados en sus respectivos tronos, estaban en la plaza a la entrada de Samaria, con todos los que profetizaban en su presencia. Sedequías hijo de Quenaná, que se había hecho unos cuernos de hierro, anunció: «Así dice el SEÑOR: “Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta aniquilarlos”». Y los demás profetas vaticinaban lo mismo. «Ataca a Ramot de Galaad, y vencerás, porque el SEÑOR la entregará en las manos del rey». Ahora bien, el mensajero que había ido a llamar a Micaías le advirtió: ―Mira, los demás profetas a una voz predicen el éxito del rey. Habla favorablemente, para que tu mensaje concuerde con el de ellos. Pero Micaías repuso: ―Tan cierto como que el SEÑOR vive, te juro que yo le anunciaré al rey lo que Dios me diga. Cuando compareció ante el rey, este le preguntó: ―Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? ―Atacad y venceréis —contestó él—, porque os será entregada. El rey le reconvino: ―¿Cuántas veces debo hacerte jurar que no me digas nada más que la verdad en el nombre del SEÑOR? Ante esto, Micaías respondió: ―Vi a todo Israel esparcido por las colinas, como ovejas sin pastor. Y el SEÑOR dijo: “Esta gente no tiene amo. ¡Que cada cual se vaya a su casa en paz!” El rey de Israel le dijo a Josafat: ―¿No te dije que jamás me profetiza nada bueno, y que solo me anuncia desastres? Micaías prosiguió: ―Por lo tanto, oíd la palabra del SEÑOR: Vi al SEÑOR sentado en su trono con todo el ejército del cielo alrededor de él, a su derecha y a su izquierda. Y el SEÑOR dijo: “¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y vaya a morir allí?” Uno sugería una cosa, y otro sugería otra. Por último, un espíritu se adelantó, se puso delante del SEÑOR y dijo: “Yo lo induciré”. “¿Por qué medios?”, preguntó el SEÑOR. Y aquel espíritu respondió: “Saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de sus profetas”. Entonces el SEÑOR ordenó: “Ve y hazlo así, que tendrás éxito en inducirlo”. Así que ahora el SEÑOR ha puesto un espíritu mentiroso en la boca de estos tus profetas. El SEÑOR ha decretado para ti el mal. Al oír esto, Sedequías hijo de Quenaná se levantó y le dio una bofetada a Micaías. ―¿Por dónde se fue el espíritu del SEÑOR cuando salió de mí para hablarte? —le preguntó. Micaías contestó: ―Lo sabrás el día en que andes de escondite en escondite. Entonces el rey de Israel ordenó: ―Tomad a Micaías y llevádselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás, mi hijo. Decidles que les ordeno echar en la cárcel a ese tipo, y no darle más que pan y agua, hasta que yo regrese sin contratiempos. Micaías manifestó: ―Si regresas sin contratiempos, el SEÑOR no ha hablado por medio de mí. ¡Tomad nota todos vosotros de lo que estoy diciendo! El rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, marcharon juntos contra Ramot de Galaad. Allí el rey de Israel le dijo a Josafat: «Yo entraré en la batalla disfrazado, pero tú te pondrás tus vestiduras reales». Así que el rey de Israel se disfrazó y entró en el combate. Pero el rey de Siria les había ordenado a sus capitanes de los carros de combate: «No luchéis contra nadie, grande o pequeño, salvo contra el rey de Israel». Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron: «Este es el rey de Israel». Así que se volvieron para atacarlo; pero Josafat gritó, y Dios el SEÑOR lo ayudó, haciendo que se apartaran de él. Entonces los capitanes de los carros vieron que no era el rey de Israel, y dejaron de perseguirlo. Sin embargo, alguien disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel entre las piezas de su armadura. El rey le ordenó al que conducía su carro: «Da la vuelta y sácame del campo de batalla, pues me han herido». Todo el día arreció la batalla, y al rey de Israel se le mantuvo de pie en su carro frente a los sirios, hasta el atardecer, y murió al ponerse el sol.