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LUCAS 10:13-37

LUCAS 10:13-37 RV2020

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han realizado en medio de vosotras, hace tiempo que sus habitantes se habrían convertido y lo habrían demostrado llevando luto y ceniza. Por eso, Tiro y Sidón serán tratados en el juicio con más clemencia que vosotras. Y tú, Capernaún, que te elevas hasta los cielos, ¡hasta el Hades caerás abatida! El que os escucha a vosotros, me escucha a mí. El que os rechaza, a mi me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió. Los setenta regresaron con alegría diciendo: —¡Señor, hasta los demonios se someten a nosotros en tu nombre! Jesús contestó: —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Os doy autoridad para que pisoteéis las serpientes, los escorpiones y todo el poder del enemigo, sin que nada ni nadie pueda dañaros. Pero no os alegréis tanto de que los espíritus se os sometan, como de que vuestros nombres estén escritos en los cielos. En aquel mismo momento, Jesús, regocijado por el Espíritu Santo, dijo: —Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Mi Padre lo ha puesto todo en mis manos y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo. Luego, volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: —Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis, pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Un intérprete de la ley se levantó y dijo, para ponerlo a prueba: —Maestro, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna? Jesús contestó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Aquel respondió: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: —Bien has respondido. Haz esto y vivirás. Pero el doctor de la ley, queriendo justificarse a sí mismo, preguntó de nuevo: —¿Y quién es mi prójimo? Respondió Jesús: —Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones. Después de despojarle, le hirieron y se fueron dejándole medio muerto. Por ese camino pasó también un sacerdote y viendo al herido se pasó al otro lado. Del mismo modo que el sacerdote obró un levita cuando llegó al lugar y vio a la víctima. Pero un samaritano que iba de camino al ver al herido sintió gran compasión por él: Se acercó, vendó sus heridas, puso en ellas aceite y vino. Luego, subiéndole a su cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, al partir, el samaritano sacó dos monedas, se las dio al mesonero y le dijo: «Cuida de él. Yo te pagaré todo lo que gastes de más cuando regrese». ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él respondió: —El que tuvo compasión de él. Entonces Jesús le dijo: —Ve y haz tú lo mismo.

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