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2 REYES 6:1-25

2 REYES 6:1-25 RV2020

Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: —Mira, el lugar en que vivimos contigo es estrecho para nosotros. Vayamos ahora al Jordán, tomemos cada uno una viga y hagamos allí un lugar donde habitar. —Id, pues —respondió Eliseo. —Te rogamos que vengas con tus siervos —dijo uno. —Iré —respondió él. Se fue, pues, con ellos y, cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera. Pero aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha al agua, y gritó: —¡Ah, señor mío, era prestada! —¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios. Él le mostró el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo echó allí e hizo flotar el hacha. —Recógela —dijo Eliseo. El otro extendió la mano y la recogió. Estaba el rey de Siria en guerra contra Israel, y en consejo con sus siervos dijo: —En tal y tal lugar estará mi campamento. Entonces el hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: —No pases por tal lugar, porque los sirios van hacia allá. De manera que el rey de Israel enviaba gente a aquel lugar que el hombre de Dios le había dicho. Así lo hizo una y otra vez con el fin de protegerse. El corazón del rey de Siria se turbó por esto, así que llamó a sus siervos y les dijo: —¿No me descubriréis vosotros quién de los nuestros está de parte del rey de Israel? Uno de los siervos respondió: —No, rey y señor mío; el profeta Eliseo, que está en Israel, es el que hace saber al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu habitación más secreta. El rey ordenó: —Id y ved dónde está, para que yo envíe a apresarlo. Alguien le dijo: —Está en Dotán. Y el rey envió allí gente de a caballo, carros y un gran ejército, que llegaron de noche y sitiaron la ciudad. El criado que servía al hombre de Dios se levantó de mañana y salió. Al ver que el ejército tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros, dijo a Eliseo: —¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? Eliseo respondió: —No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo: —Te ruego, Señor, que abras sus ojos para que vea. El Señor abrió entonces los ojos del criado, y este vio que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Cuando los sirios descendían hacia él, oró Eliseo al Señor, y dijo: —Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y el Señor los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo. Después les dijo Eliseo: —No es este el camino ni es esta la ciudad; seguidme y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los llevó a Samaria. Cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: —Señor, abre los ojos de estos para que vean. El Señor les abrió los ojos y vieron que se hallaban en medio de Samaria. Al verlos el rey de Israel, le preguntó a Eliseo: —¿Los mataré, padre mío? Él le respondió: —No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Provéeles de pan y agua; que coman y beban, y que vuelvan a sus señores. Entonces se les preparó una gran comida. Cuando hubieron comido y bebido, los despidió, y ellos volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel. Después de esto, aconteció que Ben-adad, rey de Siria, reunió todo su ejército, subió y sitió a Samaria. A consecuencia de aquel sitio, hubo una gran hambruna en Samaria; tan duro era, que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y un puñado de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.

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