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2 REYES 5:8-27

2 REYES 5:8-27 RV2020

Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, envió a decir al rey: —¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel. Llegó Naamán con sus caballos y su carro y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero a decirle: —Ve y lávate siete veces en el Jordán; tu carne se restaurará y serás limpio. Naamán se fue enojado, y decía: —Yo que pensaba: «De seguro saldrá enseguida, y puesto en pie invocará el nombre del Señor, su Dios, alzará su mano, tocará la parte enferma y sanará la lepra». Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no quedaré limpio también? Y muy enojado se fue de allí. Pero sus criados se le acercaron y le dijeron: —Padre mío, si el profeta te mandara hacer algo difícil, ¿no lo harías? ¿Cuánto más si solo te ha dicho: «Lávate y serás limpio»? Descendió entonces Naamán y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios, y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. Luego regresó con todos sus acompañantes adonde estaba el hombre de Dios, se presentó delante de él y le dijo: —Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas un presente de tu siervo. Pero él dijo: —¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré! Y aunque le instaba a que aceptara alguna cosa, Eliseo no quiso. Entonces Naamán dijo: —Te ruego, pues, que me permitas cargar dos mulas con tierra de este lugar. Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino al Señor. Que en esto perdone el Señor a tu siervo: cuando mi señor, el rey, entre en el templo de Rimón para adorar allí, y se apoye sobre mi brazo, si yo también me inclino en el templo de Rimón, si hago tal cosa, que el Señor perdone en esto a tu siervo. Eliseo le respondió: —Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra. Entonces Giezi, criado de Eliseo, el hombre de Dios, pensó: «Mi señor ha dejado marchar a este sirio, Naamán, sin aceptar de sus manos las cosas que había traído. ¡Vive el Señor, que correré tras él a ver si obtengo algo!». Siguió Giezi a Naamán, y cuando Naamán vio que venía a toda prisa detrás de él, se bajó del carro para recibirlo, y le preguntó: —¿Va todo bien? —Todo bien —respondió él—. Pero mi señor me envía a decirte: «Acaban de venir a verme de los montes de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des tres mil monedas de plata y dos vestidos nuevos». Naamán le dijo: —Toma, por favor, seis mil. Y Naamán insistió en que Giezí aceptara dos bolsas, cada una con tres mil monedas de plata, junto con dos vestidos nuevos, y lo dio todo a dos de sus criados para que lo llevaran a cuestas delante de Giezi. Cuando llegó a un lugar secreto, lo tomó de manos de ellos y lo guardó en la casa. Luego mandó a los hombres que se fueran. Entonces entró y se presentó ante su señor. Eliseo le dijo: —¿De dónde vienes, Giezi? —Tu siervo no ha ido a ninguna parte —respondió él. Pero Eliseo insistió: —Cuando aquel hombre descendió de su carro para recibirte, ¿no estaba también allí mi corazón? ¿Acaso es tiempo de tomar plata y tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de su presencia leproso, blanco como la nieve.

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