Este es el ayuno que deseo: abrir las prisiones injustas, romper las correas del cepo, dejar libres a los oprimidos, destrozar todos los cepos; compartir tu alimento con el hambriento, acoger en tu casa a los vagabundos, vestir al que veas desnudo, y no cerrarte a tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas se cerrarán enseguida, tus buenas acciones te precederán, te seguirá la gloria del Señor. Entonces llamarás al Señor y responderá, pedirás socorro y dirá: «Aquí estoy». Si apartas los cepos de en medio de ti, si no delatas acusando en falso; si partes tu comida con el hambriento y sacias el hambre del indigente, entonces brillará tu luz en la tiniebla, tu oscuridad será igual que el mediodía. El Señor será siempre tu guía, saciará tu hambre en el desierto, hará vigoroso tu cuerpo, serás como un huerto regado, como un manantial de aguas cuyo cauce nunca se seca. Volverás a levantar viejas ruinas, cimientos desolados por generaciones; te llamarán reparador de brechas, repoblador de lugares ruinosos. Si te abstienes de comerciar en sábado, de negociar en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia y lo consagras a honrar al Señor; si lo honras sin pensar en tus asuntos, sin buscar tu interés y tus negocios
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