Certeza Inquebrantableਨਮੂਨਾ

Nuestro mayor galardón

¿Has leído de Jesús maravillándose de la fe de la gente? Estas escenas de los evangelios ilustran el asombro de nuestro Señor cuando un centurión le pide que sane a su siervo  y una mujer cananea clamó por la liberación de su hija. 

Aparte de tener una necesidad de Dios, ellos se acercaron reconociendo quién era Jesús  y esta es la verdadera fe que necesitamos: reconocer la autoridad de Jesús, su salvación, es decir, su carácter y su obrar en medio de nosotros. Él es el Mesías, el Cristo, el Dios con nosotros, el Verbo que habitó entre nosotros, el Rey de Reyes y Señor de señores, Él que fue, Él que es y Él que será.

Jesús alabó la fe de este hombre y de esta mujer y recompensó su insistencia, su tenacidad, su certeza de quién es Él y lo que podía hacer a su favor. Jesús los desafió a creer y no apartar su mirada y convicción de Él.

Ahora que Dios obra a nuestro favor a causa de la fe, es enriquecedor para el corazón pero nunca podemos apartar nuestro corazón de la estrecha relación de vivir continuamente con el Dios de nuestra salvación.

En la antigua Grecia, a los ganadores olímpicos se les premiaba con una corona de laurel, que es hoy en día la medalla de oro como galardón por su victoria. El objeto es perecedero a lo largo del tiempo pero lo que es imborrable en la memoria es quién entrega el premio.

Dios nos tiene recompensas por nuestra fe, pero nunca debemos borrar de nuestra memoria y corazón que es Dios, el creador del universo entero es quién me reconoce y me corona de favor.