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La adoración que agrada a Dios

Un nuevo día nos ha dado el Señor, sus misericordias se han renovado y en nuestro corazón nace la canción de agradecimiento porque todo lo que ha hecho ha sido para nuestro beneficio y que nuestra máxima plenitud es estar en comunión y relación con el Dios amoroso, bondadoso, justo y fiel.

Es la palabra de Dios la que nos muestra que Él es el autor de todo lo creado, de aquello bello, hermoso y digno de asombro; como lo es tu vida y la mía. A pesar del pecado y de nuestra inconstancia, Él decidió amarnos y derramar todo su favor para con nosotros y en esto debemos creer permanentemente, que sea nuestra certeza continua. 

Dice la Biblia que Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín, y debemos preguntarnos el porqué. La tradición evangélica diría que es mejor sacrificio por el derramamiento de sangre pero para ese entonces no existía el sistema sacrificial que Dios le puso al pueblo desde las leyes mosaicas. La clave está en Génesis 4:4, Dios miró con agrado a Abel y luego a su ofrenda porque apartó lo mejor y sacrificó a Dios lo que le daría sustento a él y a su familia.

En la maravillosa historia de los evangelios tenemos a un Jesucristo que causó agrado al Padre, y que nos invitó a caminar una vida junto a Él, tal como lo hizo Enoc en su tiempo.

La invitación continua es tener fe en nuestro Dios, y ofrecerle la adoración que Él se merece, lo mejor de nuestra vida, es decir, el compromiso de seguirle en el camino, teniendo presente que mejor que los sacrificios o cultos de adoración es la obediencia a nuestro Dios, y por ello necesitamos creer para poder obedecer; esto es directamente proporcional: mientras mayor es la fe, mayor debiese ser mi obediencia.