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Expectativas Y Desilusiones

DÍA 1 DE 4

Me gustaría que miraras este pasaje y lo contrastáramos con nuestra vida: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se las doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27)

Son palabras que salen de la boca de Jesús mismo, dice la paz, les dejo mi paz, les doy yo no se la doy a ustedes como la del mundo, yo creo que aquí es donde tenemos un conflicto grande, porque estamos esperando la paz, como nos la da el Mundo. Jesús sabía que el corazón humano buscaría paz en los lugares equivocados. Por eso aclara: “Mi paz les doy, pero no como la da el mundo.”

Aquí radica uno de los grandes conflictos de nuestra fe: esperamos la paz cuando todo parece estar bien, cuando el dinero alcanza, cuando los planes salen como esperábamos, cuando todo “funciona como un reloj suizo”. Pero esa es la paz que el mundo ofrece es: frágil, condicional y pasajera. Jesús nos ofrece otra clase de paz: una paz que permanece incluso cuando todo alrededor se derrumba (Filipenses 4:7).

Todos conocemos personas que viven angustiadas, atrapadas en un ciclo de temor y ansiedad por lo que sucede en el país, en la familia o en la iglesia. Pero Cristo dice: “No se angustien ni se acobarden.” Esa no es una simple sugerencia; es una invitación a descansar en Él.

Siempre cuento esta historia, porque para mí fue una forma en que Dios me habló con claridad y me abrió los ojos. Martín, mi hijo mayor, tenía cinco años, y solíamos jugar a ser David y Goliat. Yo, por supuesto, era Goliat, y él era David. Siempre, de forma figurada, me tiraba al piso y hacía como si me cortara la cabeza con una espada. Un día llegué a casa con deseos de jugar con mi hijo, pero encontré a Martín desanimado, como “bajo de nota”. Le pregunté: —Hijo, ¿qué te pasa? Y me respondió: —Es que hoy estoy muy frustrado.

Pensé para mis adentros: “¿Cinco años y frustrado?”. Supuse que había escuchado esa palabra en el colegio, tal vez de algún profesor, y que la había incorporado a su vocabulario. Le dije: —Bueno, cuéntame, ¿por qué estás frustrado? Entonces me explicó: —Papá, porque en el recreo todos mis compañeros pasaron el pasamanos de un lado al otro, como diez veces. Yo lo intentaba una y otra vez, pero en la mitad se me acababan las fuerzas y ¡pum!, me caía. Me sentí tan impotente que me frustré.

Y yo dije: “¡Ah!”. O sea, que lo que he experimentado en mi vida es frustración, porque me he sentido impotente ante circunstancias que no he podido manejar, que no he podido controlar, que se me han salido de orden. Entonces me doy cuenta ahora de que estaba frustrado. Y estaba que brincaba de felicidad por esa revelación, por ese momento en que Dios me hizo entender algo tan profundo a través de mi hijo. Pero, mientras yo estaba feliz por haber aprendido algo nuevo, miré a mi hijo y lo vi triste.

Y fue en ese momento cuando entendí que muchas de nuestras frustraciones adultas son exactamente eso: impotencia ante lo que no podemos controlar. Nos frustramos porque no todo sale como imaginamos. Y creo que eso es precisamente lo que nos pasa a nosotros muchas veces. La frustración nace de expectativas falsas o mal dirigidas. Esperamos que las personas, las circunstancias o incluso Dios actúen de cierta manera, y cuando eso no sucede, aparece la desilusión.

El Dr. Neil Anderson enseña que hay una diferencia entre un deseo y una meta.Un deseo puede ser frustrado por otros; una meta depende de ti y de Dios. Por ejemplo, puedo desear que mis hijos sean excelentes estudiantes, pero si no lo desean, me frustraré. En cambio, mi meta debe ser, ser el padre que ellos necesitan. Eso depende solo de mí y de Dios.

Así ocurre en muchas áreas. Nos frustran las personas, el clima, los retrasos, los planes que cambian. ¿Quién no ha preparado un evento perfecto al aire libre y de repente la lluvia lo interrumpe todo? También nos desilusionamos con Dios. Le decimos:“Señor, te pedí un matrimonio perfecto, pero estoy sufriendo.” “Oré por mi salud, y ahora estoy enfermo.” “Te pedí que guardaras a mis hijos, pero se alejaron.” Y comenzamos el ciclo: desilusión → frustración → amargura → resentimiento → huida → sufrimiento.

Sin embargo, Jesús nos recuerda en Mateo 11:28-29: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.”

Esa es la expectativa de Cristo: “Ven a mí.” No nos promete que todo saldrá bien, pero sí promete su presencia y descanso. Su paz no depende de resultados, sino de relación.

Por, Andrés Vargas y Equipo TopCristianos

Acerca de este Plan

Expectativas Y Desilusiones

“Expectativas y Desilusiones” es un plan devocional diseñado para guiarnos en un viaje profundo hacia el corazón de Dios, confrontando nuestras falsas expectativas y las frustraciones que surgen cuando la vida no resulta como imaginamos. Este devocional nos invita a redirigir nuestra mirada: de nuestras circunstancias al carácter de Cristo, de nuestros deseos a su voluntad, de nuestro control a su paz. Cada día nos conduce a una fe más madura, una confianza más firme y una relación más íntima con el Señor.

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Nos gustaría agradecer a TopCristianos por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: topcristianos.com