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Días Malos

DÍA 1 DE 4

Nuestros Días Malos

¿Qué podemos decir acerca de nuestros días malos? Esos momentos de pérdida, dolor y oscuridad donde el misterio de lo sucedido nos confunde y desestabiliza. Días en los que el alma se pregunta “¿por qué?”, sin encontrar respuestas inmediatas. Son tiempos donde la fe parece temblar y el corazón se siente sin fuerzas para seguir.

Cuando experimenté el amor de Jesús y la transformación que solo Él puede realizar, conocí a un joven muy especial llamado Nicolás, quien con el tiempo se convirtió en mi mejor amigo. Nuestra amistad fue como la de Jonathan y David: sincera, leal y profunda. Compartimos aventuras, risas, trabajo y sueños. Pero un día, como en la historia de Job, llegaron malas noticias.

Nicolás fue hospitalizado por un fuerte dolor de garganta. Tras varios exámenes, los médicos diagnosticaron leucemia. Comenzó un proceso de seis meses de tratamientos intensos: veinte días internado, diez en casa. Fueron meses de fe, esperanza y lágrimas. Recuerdo con cariño su cumpleaños número veintiuno, cuando un grupo de más de doce amigos logramos entrar a su habitación del hospital, aunque solo se permitían dos personas. Lo hicimos con la excusa de que íbamos a donar sangre. Fue un día de alegría en medio del dolor.

En su última sesión de quimioterapia, Nico me dijo que esos días habían sido los más hermosos de todo el proceso. Había experimentado una paz y una tranquilidad sobrenaturales. Yo acababa de terminar un ayuno de 21 días, y uno de mis propósitos era su sanidad. Oré por él, creyendo que Dios estaba obrando algo poderoso. Pero al regresar de un viaje, recibí la noticia más dura: Nicolás había fallecido.

Por unos segundos quedé en silencio. Luego, con lágrimas en los ojos, dije en voz alta: “¡Va a resucitar!”. Fui a la funeraria con la convicción de que Jesús lo levantaría, como a Lázaro. Llegué temprano, cuando no había nadie, y al acercarme al ataúd dije: “¡Nicolás, en el nombre de Jesús, levántate!”. Golpeé la tapa del ataúd y clamé una y otra vez… pero no se levantó.

Aquellos días fueron profundamente dolorosos. No solo por su partida, sino por la aparente ausencia de respuestas. Me resistía a aceptar su muerte, así como muchos se resisten a aceptar la pérdida de un hogar, de un sueño, o de un ser querido. Los días malos nos confrontan con nuestra humanidad y revelan la profundidad de nuestra fe.

Después de sepultar a Nico, vinieron días oscuros: recuerdos, negación, nostalgia, preguntas sin respuesta. Entendí que los días malos no son sencillos de superar. Están envueltos en el misterio de un Dios que muchas veces calla, pero nunca abandona.

Job también vivió sus días malos. La Biblia dice:
"Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios."JOB 2:7-10 RVR1960

A esto se sumó el dolor de ver a sus amigos llorar a gritos al no reconocerlo por su sufrimiento. Se sentaron con él siete días en silencio, porque su dolor era muy grande. "Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande."JOB 2:12-13 RVR1960

Sin embargo, la historia de Job no termina en el dolor, sino en la restauración. En medio de sus días malos, Dios seguía allí, aunque invisible. Así también ocurre con nosotros: aunque parezca que todo se derrumba, el Espíritu Santo sigue presente, sosteniendo el alma con su ternura.

Los días malos no son el final de la historia. Son capítulos donde aprendemos a sentir con profundidad, a confiar en medio de la pérdida, y a experimentar a Dios no solo como sanador, sino como compañero fiel en el sufrimiento.

Pregunta para reflexionar

¿Cómo reacciono ante mis días malos: con desesperación o con la esperanza de que Dios está obrando algo mayor, aunque no lo entienda ahora?

Oración

Señor, gracias porque aun en mis días malos Tú sigues siendo bueno. En medio del dolor y la pérdida, enséñame a verte, a sentirte y a confiar en Ti. Sostén mi corazón cuando las lágrimas parezcan interminables. Que tu Espíritu Santo sea mi consuelo, mi fortaleza y mi esperanza. Y aunque no comprenda tus caminos, que mi alma nunca deje de adorarte. En el nombre de Jesús, Amén.

Acerca de este Plan

Días Malos

Días Malos, nos recuerda que todos enfrentamos momentos difíciles, pero que Dios usa esos días para formar en nosotros un carácter emocional maduro y estable. Este plan te ayudará a comprender que los días malos no son castigos, sino procesos de crecimiento donde la fe se fortalece y la esperanza se renueva. A través de enseñanzas prácticas y sabiduría espiritual, aprenderás a transformar el dolor, la frustración y el cansancio en oportunidades para ver la fidelidad de Dios manifestarse en medio de tus emociones.

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Nos gustaría agradecer a Willington Ortiz por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: willingtonortiz.org