SantiagoMuestra

Santiago dedica casi un capítulo entero a hablar de la lengua. Todo lo que decimos tiene un gran poder sobre otras personas. Si le dices a un niño que es tonto (ojo: Dios creó a todos con inteligencia), él puede llegar a creerlo, y eso afectará el resto de su vida.

La lengua puede hacer esto y mucho más. La lengua ofende, es jactanciosa, contamina, no puede ser domada ni controlada, es como veneno mortal y, para rematar, con ella bendecimos o decimos cosas lindas, pero también maldecimos o decimos cosas hirientes.

No solo el maestro debe cuidar lo que dice; todo cristiano debe prestar atención a sus palabras. Debemos procesar nuestros pensamientos antes de expresarlos. Antes de hablar pregúntate: ¿esto es cierto? ¿es bueno? ¿edifica a los demás?

Después de la lectura escribe lo siguiente en tu cuaderno o libreta:

• ¿Qué aprendí?
• ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?
• Una oración.