Salvados Por Su Gracia, Transformados Por Su EspírituMuestra

No por obras, sino por misericordia

“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia (…)" (Tito 3:5a RVR1960).

La salvación comienza donde terminan nuestras fuerzas.

La salvación es inmerecida, no es por virtud humana, sino por misericordia divina.

Tito 3:5 nos confronta con una verdad contundente: nuestra salvación no depende de lo que hacemos, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros. No hay obra, esfuerzo o justicia personal que pueda ganarse el favor de Dios (Efesios 2:8). Este versículo desarma todo intento humano de mérito espiritual, para exaltar únicamente la misericordia divina.

Pablo está hablando a una comunidad que necesitaba recordar su condición anterior (v.3) para valorar más profundamente la intervención de Dios. Así también nosotros, al recordar de dónde venimos, podemos asombrarnos más de la gracia que nos alcanzó. La misericordia no se otorga por merecerla, sino porque Dios es bueno. Él nos mira con compasión, aun cuando no lo merecemos, y extiende Su mano para rescatarnos.

Este primer paso en el camino espiritual es reconocer que el punto de partida no es nuestra bondad, sino Su compasión. Esto derriba el orgullo y cultiva gratitud. La salvación es un regalo que nace del corazón amoroso del Padre, no del desempeño del hijo.

¿Estoy descansando verdaderamente en la misericordia de Dios o sigo intentando “ganarme” Su favor con mis esfuerzos?