Entra confiado

No hay nada más cómodo y liberador que llegar a mi casa (la casa de mis padres). Allí puedo ser yo mismo, puedo abrir la nevera y tomar algo de comer. Si estoy cansado puedo llegar hasta una de las recámaras y dormir en paz. Ese siempre será mi hogar y mi espacio seguro.

Un extraño no tiene ese privilegio de llegar hasta allí y es precisamente así que nos comportamos en ocasiones, como extraños ante Dios. Yo puedo mudarme lejos de mis padres y cuando llego a casa tengo un lugar en la mesa. Nuestra forma de acercarnos a Dios no está basado en lo que hago, sino en lo que Cristo hizo. No somos extraños, somos sus hijos.

En casa no importa qué etiqueta de ropa llevo o de qué forma voy vestido, yo sólo entro y listo. Pero parece que para algunos la forma en cómo se encuentran es más importante que lo que son en Dios.

Ninguna prueba es tan grande, ningún error es tan grave, ninguna tentación es tan fuerte que Jesús no pagara para poder darnos acceso al Padre. Entra y encontrarás gracia y misericordia.

Hoy llega y disfruta de su presencia en toda confianza.