Un regalo, una responsabilidad divina

Versículo principal:

"Los hijos son una herencia del Señor, el fruto del vientre es una recompensa" — Salmo 127:3 (NVI).

Reflexión:

Convertirnos en padres fue uno de los regalos más maravillosos que recibimos de Dios, pero también ha sido una de nuestras responsabilidades más desafiantes. Cada día descubrimos nuevas dimensiones de lo que significa criar hijos según el corazón de Dios. Frecuentemente pensamos en algo esencial: nuestros hijos, aunque nacidos de nuestro amor, realmente pertenecen primeramente al Señor.

Aceptar esta verdad cambia radicalmente nuestra crianza. Ya no se trata solo de formarlos según nuestras preferencias o expectativas, sino de guiarlos conforme al propósito que Dios preparó especialmente para ellos. Esta realidad llena nuestro corazón de humildad porque sabemos que estamos administrando vidas que pertenecen al Padre Celestial.

Tal vez hoy sintamos el peso de esta responsabilidad. Pero recordemos que no estamos solos. Dios nos eligió específicamente para ser los padres que nuestros hijos necesitan. Él no comete errores. Incluso nuestras debilidades, cuando las rendimos al Señor, pueden volverse fortalezas en la crianza.

Criar hijos que amen al Señor implica reconocer nuestra dependencia absoluta de Dios. No somos autosuficientes. Necesitamos Su sabiduría, paciencia y dirección cada día. Hoy queremos invitarte, como nosotros también lo hacemos, a entregar nuevamente esta tarea sagrada al Señor. Reconozcamos en oración que Él está con nosotros y nos capacita para formar discípulos en nuestro hogar.

Criar hijos con propósito no solo implica enseñarles valores o doctrinas religiosas; significa modelar diariamente una relación real y dinámica con Dios. Los niños aprenden más de nuestro ejemplo que de cualquier enseñanza verbal. Es crucial vivir con autenticidad nuestra fe delante de ellos, mostrándoles cómo enfrentamos dificultades, cómo manejamos los errores y cómo confiamos plenamente en Dios.

Al aceptar conscientemente que nuestros hijos son del Señor, comenzamos a vivir la crianza desde una perspectiva de eternidad. Cada acción, cada palabra y cada decisión adquieren un valor eterno y significativo. Este enfoque transforma por completo nuestra motivación al criar y educar. Ya no estamos simplemente cumpliendo con obligaciones sociales o culturales, sino participando de manera activa en el plan eterno que Dios tiene para cada uno de nuestros hijos. Este cambio de mentalidad eleva la tarea cotidiana de criar al nivel de una misión sagrada y encomendada directamente por Dios.

Preguntas para reflexionar:

• ¿Cómo cambia nuestra perspectiva al reconocer que nuestros hijos pertenecen primero a Dios?
• ¿Estamos dependiendo activamente de Él para esta responsabilidad?

Acción para hoy:

Ora entregando tus hijos a Dios, pidiendo Su sabiduría específica para criarlos.