Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Cuando Todo Parece FallarMuestra

Cuando Todo Parece Fallar

DÍA 1 DE 3

He fallado… otra vez

“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12).

Cuando leo sobre David, su historia, sus aciertos, sus grandes triunfos, sus épicas hazañas, sus conquistas sin parangón, no puedo evitar emocionarme, sentir la euforia de saberme hijo del mismo Dios que él y saborear lo que puede llegar a ser la vida si se le da al Señor el primer lugar. Sin embargo, leo sus desaciertos, sus flagrantes truhanerías, sus dislates pueriles, sus vergonzosos actos de deslealtad al Señor que tanto decía amar, y me sepulta una ola de melancolía. ¿Cómo se puede fallar a tales proporciones después de haber experimentado a Dios en la forma que él lo hizo? Adulterio, asesinato, endurecimiento, mentira, incredulidad. No parece que estuviera hablando de la misma persona, pero así es. Tales dualidades existen en nosotros. Somos capaces de hacer mucho bien e infortunadamente, de causar mucho mal. Como Pablo “...no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19). Fallo en aquello que me prometí no hacer y quedo devastado por el equívoco, mi humanidad me juega una mala pasada y hasta ignoro si estoy haciendo algo bueno con la motivación equivocada, porque mi corazón es engañoso y astuto. Yo, como David, hago oraciones en las que me encojo de hombros ante lo impreciso de algunas de mis acciones y ruego al Padre que me libre de pecados sutiles.

Me lamento por no ser como debería, pero luego me doy cuenta de que nadie es en absoluto lo que debería ser. Para cubrir esa ausencia de perfección, esa utópica idea de que podremos ser suficientes, vino Jesús. Solo Él es capaz de justificarme, por lo cual no solo es que no puedo, sino que no necesito ser perfecto para ser amado y ser usado por Dios. Para cada fallo hay gracia, para cada pecado hay perdón, para cada caída una promesa de restitución. Dios ya proveyó un sacrificio que no solo cubre mis pecados pasados y presentes, sino mis pecados futuros. Soy perdonado y debo perdonarme, porque con culpas a cuesta no se llega a ningún buen puerto. Necesito estar en Él, mi Salvador y mi Señor, recostado en su pecho, envuelto en el suave torbellino de su gracia.

No siempre entenderé por qué me resbalé con estrépito sobre los acantilados que me propuse evitar, pero tampoco me alcanzará la vida para comprender a cabalidad que soy absoluta y resueltamente perdonado. Me quedo con el dulce peso de lo segundo, porque el amor de Dios pesa mucho más que cualquier pecado. Tengo sus promesas: “...ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús...” (Romanos 8:1). Y si en mi transitar cometo el desatino de faltarle a Él, tengo una invitación a ser limpio sin más, por gracia: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). Su amor siempre triunfará.

Acerca de este Plan

Cuando Todo Parece Fallar

La vida puede cambiar de un momento a otro y sin previo aviso. La salud se puede quebrar, los amigos fallar, la economía tambalearse, y aquello de lo cual se estaba seguro viene a ser alanceado por la inseguridad y el desasosiego. Aun pareciera que Dios ya no estuviera como antes. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar en momentos así? En este plan te hablo de la fe y de ese Dios que nunca nos falla, a pesar de lo que nos griten las circunstancias.

More

Nos gustaría agradecer a Como Jesús por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/osmanycruz