Día 3

¿A todos?

Cuando leía Lucas 6, llamó mi atención donde en la escritura dice que las personas habían llegado: número uno, para oírle y número dos, para ser sanados de sus enfermedades. El autor explica que procuraban tocar a Jesús porque poder salía de Él y sanaba a todos.

Leí ese versículo y mi corazón saltó como preguntando, ¿a todos?, ¿me puede sanar a mí también?, ¿no debo conformarme con la enfermedad que “me tocó”?

Luego hice silencio, pues me parecieron imprudentes mis preguntas. Pero me acordé que Él conoce mis pensamientos y le dije: “Ay Señor, a nadie le gusta padecer enfermedades ni dolores. Yo anhelo ser sanada, pero no puedo asociar la enfermedad como algo que me aleja de ti, sino al contrario es algo que me acerca y me hace depender de ti. Perdóname. Pero, si hoy, a través de esta escritura, me estás preguntando si quiero ser sanada, mi respuesta es: sí quiero”.

Luego de abrir mi corazón y sincerarme con Dios nada diferente pasó en mi cuerpo, no escuché ángeles, ni siquiera sentí una brisa suave… nada en lo físico. Pero en mi mente y en mi corazón sí pasó algo. Cada vez que me atrevo a decir frente a Dios cómo me siento en realidad, sin máscaras, Él pone paz en mi corazón. Es como si un consuelo de cielo se posara en mi alma para que descanse y deje de preocuparme. Tengo vida y ya eso es mucho para agradecer.

Para reflexionar:

Querido Dios, gracias por tu amor que sobrepasa todo mi entendimiento, no lo comprendo, pero lo recibo y lo agradezco. Ayúdame a creer en ti y en tus planes, aun en medio de la situación de salud que estoy atravesando. Sé que un diagnóstico no me define, ayúdame a permanecer fiel y firme, confiando en tus promesas. En el nombre de Jesús, amén.