Enfocando La Atención Exclusivamente en DiosMuestra

Las crisis nos pueden volcar a Dios

Las crisis tienen el potencial de atraer y concentrar nuestra atención; y cuando la salida de la crisis es difícil, ésta tiene la capacidad de atraernos intensamente a Dios (como un imán atrae los metales), buscando su favor e intervención. Así ocurrió en la vida del rey David. Sus múltiples expresiones en medio de grandes crisis lo expresan en forma elocuente: “Tu presencia supliqué de todo corazón” (Salmo 119:58); “... con todo mi corazón te he buscado” (Salmo 119:10); “... con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé y Él me escuchará. Al Señor busqué en el día de mi angustia; alzaba a Él mis manos de noche, sin descanso; mi alma rehusaba consuelo. Me acordaba de Dios y me conmovía; me quejaba, y desmayaba mi espíritu” (Salmo 77: 1-3).

Las crisis tienen la facultad de sacar nuestra vida del curso rutinario, centrando nuestra atención sobre algo concreto y, a veces, exclusivo. Las crisis hacen que miremos más hacia adentro y también más hacia arriba, buscando a Dios.

Entonces, la restricción económica, la enfermedad, los conflictos, las adversidades y cualquier otra experiencia que nos obliga a detenernos, que nos saca del afán diario, de las múltiples tareas y actividades cotidianas, que nos saca del mundo bullicioso; que nos vacía el corazón de mil preocupaciones, y lo devuelve a Dios para que repose en Él, se convierten en una bendición.

Y luego Dios, en lo oculto de su morada, toma nuestro ajetreado corazón y lo consuela, sustenta y enseña. Esta es una experiencia terapéutica, aunque dolorosa, renovadora. De modo que “lo que consideramos incómodas tempestades son, con frecuencia, soplos de viento que reconducen nuestra barca a importantes puertos (los puertos de Dios) a los que jamás habríamos arribado de haber tenido una plácida travesía”.

Puede que tu alma se haya estancado, o tu corazón se haya adelgazado bajo el peso de las ocupaciones y distracciones que ofrece este mundo. Y como Dios nos ama entrañablemente y nos cuida como un padre diligente, Él no permite que nos quedemos atascados en nuestros hábitos inefectivos, ni en nuestras rutinas agobiantes, ni en una vida febril. Entonces, Él usa, en ocasiones, medidas extremas como las crisis, para atraernos a Él, ponernos en pausa, y tratar con nosotros en las profundidades y quietud de nuestro corazón; para quitar el ruido del día a día, y afinar nuestros oídos espirituales, para venir a nuestras vidas con una alta carga de su presencia: relación, compañerismo, revelación, intimidad, reposo y quietud. Y, entonces, en la quietud de nuestro corazón, y con la atención centrada completamente en Él, tratar con nuestras vidas. En esa quietud del corazón...sin prisa...sin el ruido del mundo, muy sensibles a la voz de Dios, abrimos nuestro corazón a Él, y somos transformados, en la medida que Él nos ministra (sustenta, nutre, enseña, consuela).

¿A quién recurres en medio de las crisis de la vida?