Vaso De HonraMuestra

Una Vida Fructífera

Vivir en Cristo nos garantiza tener la vida abundante y fructífera que es provista a través de la obra del Espíritu de Dios, obra que nos perfecciona en obediencia y santificación para manifestar su Santo Nombre.

Solo el Espíritu de Dios puede producir en nosotros la regeneración que necesitamos en el Nombre de Jesús; mientras más conscientes de esta divina gracia, más fortalecidos en la fe y en la esperanza de seguir creciendo en santificación conforme a su Nombre, entendiendo que no se trata de nosotros, que no es por nosotros; que no es en nuestra fuerza, que no es por mérito propio, que solo podemos ser santificados a través del Espíritu de Dios.

Una vida fructífera en Cristo solo puede ser el resultado de la obra regeneradora del Espíritu de Dios; no está en nuestra fuerza agradar a nuestro Padre, no hay sacrificio u ofrenda alguna que pueda ser presentada ante Él como digna de nuestra parte. Solo en la vida fructífera que vivamos en Cristo Jesús, podemos ser sacrificio vivo y ofrenda agradable a su Nombre; no depende de nosotros, depende de la gloria que se manifiesta en nosotros a través de la muerte y de la vida testificada en su Nombre. Nuestra fuerza es insignificante, vana e inútil ante la Fuerza que produce el Espíritu Santo en nosotros, en el Nombre de Jesús, a fin de que podamos caminar dignamente ante Él.

Necesitamos conocer a Jesús, más y más, porque mientras más nos adentramos en el conocimiento de su Nombre, de lo que hizo y de Quien Es, más conocemos al Padre y más conscientes de nuestra condición ante Él. Este conocimiento nos lleva a la plenitud del Amor que nos ha sido manifestado por gracia produciendo en nosotros una vida en rendición, humillación y entrega; totalmente conscientes de la dependencia que tenemos de la providencia de su gracia y de la fe que nos fortalece, porque sabemos que solo en el Nombre de Jesús podemos hallar el Poder para vencernos, para vencer al pecado, al mundo y las tinieblas.

Sin santificación no hay vida fructífera en Cristo, divina providencia que experimentamos a través del Espíritu de Dios; milagro del que somos partícipes por gracia y en el que avanzamos por fe, mientras llega el momento de perfección en gloria que se nos ha prometido en su Santo Nombre.